Oviedo, Luján PALACIOS

El nuevo arzobispo de la diócesis de Oviedo, Jesús Sanz Montes, llegará a Asturias mañana, viernes, y traerá con él un verbo ágil y palabras directas para los fieles. El hasta ahora obispo de Huesca y Jaca ha desarrollado en internet una intensa labor pastoral, con publicaciones semanales sobre las más diversas cuestiones de actualidad. Buen comunicador, Sanz Montes cuelga sus cartas en la web de la diócesis oscense en las que no duda en expresarse sin tapujos, y que contaban con un buen número de seguidores. Con ello, el obispo, buen escritor, cumple también uno de los últimos mandatos del Papa Benedicto XVI, quien ha llamado a sus sacerdotes a predicar el evangelio por los caminos digitales, un medio en el que el arzobispo de Oviedo se mueve como pez en el agua. Las que siguen son algunas de sus reflexiones colgadas en la red.

- Homosexualidad y adopción de niños. «Detrás de la injusticia de esta ley (la que permite el matrimonio homosexual) se esconde hábilmente una gran transgresión contra la naturaleza y contra la verdadera familia, pues más que a los hijos se pretende defender a ultranza a los homosexuales. Los niños nunca deberían exhibirse como una especie de trofeo de las reivindicaciones de la militancia homosexual. Un niño es un regalo con el que Dios bendice el amor de un hombre y una mujer, no un derecho para la utilidad de nadie».

- Aborto. «Cuando escuchamos a los defensores de esta ley es tal el nivel de demagogia y medias verdades, tal el cúmulo de razones que no lo son que hace patética e irrisoria la defensa, si no estuviera en entredicho la vida humana del ser más inocente. Junto al infanticidio horrendo se da al mismo tiempo el matricidio fatal. El niño así asesinado lleva consigo el suicidio de su madre. No sabemos los intereses que puede haber detrás de esta criminal medida. Intereses económicos en las clínicas abortistas y en los laboratorios que mercadean con las píldoras abortivas».

- Familia. «La reciente publicación de un Directorio sobre la Familia por parte de la Conferencia Episcopal Española ha debido irritar hasta la crispación a los habituales resentidos que atacando a la Iglesia pretenden distraer al personal para que no se repare en los errores que cometen o en el vacío de sus propuestas. Hay "progresos" que son deshumanizadores por la mentira que entrañan y por la ideología que esconden, que no miran el bien de un pueblo y de cada persona, sino el alibí fácil para la pesca de incautos, a los que debidamente embrutecidos es más seguro obtener de ellos una audiencia televisiva o un voto electoral. Sólo la verdad nos hace libres, dijo Jesús».

- La defensa de la fe. «Ante esa vieja tentación que hoy toma carta de ciudadanía de arrinconar la fe en las sacristías hay que afirmar que debemos todos sacar la fe a la plaza pública, y nuestra condición creyente ponerla al sol de la vida. No estamos aquí en épocas peleonas de persecución religiosa. La tolerancia como valor democrático y cívico ha ido quitando los paredones y las incursiones quema-conventos, pero esa misma tolerancia que no mata a los cristianos no les dejará tampoco vivir».

- Bioética. «El hombre se posiciona con rivalidad descreída ante Dios, en el fondo quiere jugar a serlo él, destronando al verdadero Dios. Se ha llegado a "fabricar" un embrión humano. Nunca antes el hombre había llegado tan lejos en el logro, aunque sí en los intentos de fajarse en su investigación sin ningún control ético para lograr sus objetivos a cualquier precio. No es otra cosa que fabricar personas humanas, como se hacen los fármacos: en cadena productiva, en envases comercializados y con una calculada fecha de caducidad. Pero, lógicamente, con una diferencia: lo que se ofrece no es una pastilla, un jarabe o un sobre efervescente, sino una persona humana que una vez construida se la usa parcialmente y... se tira lo demás. La clonación terapéutica es un modo eufemístico de realizar un asesinato. Lo hicieron ya en los lager nazis o en los gulag soviéticos. Se ve que rápidamente lo olvidamos y torpemente volvemos a repetir nuestros errores y nuestros horrores».

- Educación para la Ciudadanía. «La situación es muy grave por la intrusión en materia moral por parte de unas disposiciones gubernamentales que parecen empeñadas en legislar no desde el bien común del pueblo al que sirven, sino desde la ideología de partido para sus intereses particulares. Una generación domesticada es una generación manipulada, con enormes beneficios para el diseño ideológico de quienes votarán como electores la única sociedad para la que les predeterminaron. Es una educación "okupada", como si alguien con inconfesados intereses se propusiese invadir y adueñarse de un ámbito que no le pertenece».

- Terremoto en Haití. «¿Y Dios, dónde estaba? Sin duda que no estaba jugando al golf, haciendo turismo estirado o distrayéndose podando bonsáis. Dios estaba en las víctimas, muriendo con ellas una vez más. Haití ha sido y sigue siendo en su interminable morgue un tremendo dedo acusatorio que no sabemos a quién se dirige ni quién lo enarbola».