Oviedo, J. E. M. / E. L.

Javier Fernández comunicó personalmente al presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces, su disposición a presentarse como candidato del PSOE asturiano a la Presidencia regional en las elecciones autonómicas de 2011. Y lo hizo después del verano, una vez que ya había dado el visto bueno a la ejecutiva federal del partido. De esta manera, el secretario general de la Federación Socialista Asturiana (FSA) dejaba claro al jefe del Ejecutivo autonómico que se había puesto en marcha ya el proceso de relevo que había comenzado a germinar poco después de los comicios autonómicos de mayo de 2007, con resultados muy igualados entre PSOE y PP. Por esas fechas, y según diversas fuentes consultadas por LA NUEVA ESPAÑA, tanto la dirección regional del partido como la nacional habían llegado a la conclusión de que era necesario un cambio de ciclo en Asturias, y que el próximo candidato podría ser Javier Fernández. Estos planes no fueron ocultados a Álvarez Areces, aunque faltaba su concreción.

Pasado el ecuador del mandato, llegó la hora de refrescar aquel acuerdo primigenio. En el pasado otoño, el hasta entonces silente Javier Fernández ya verbalizaba algo: «Yo a ti no te voy a decir qué le dije (a Areces) ni en qué consiste mi decisión». Era su forma codificada de certificar en reuniones privadas que se había asegurado en persona de poner en marcha el mecanismo para el cambio de jinete socialista en la carrera por el Gobierno regional.

La candidatura de Javier Fernández -a quien destacados dirigentes auguran «el mayor apoyo que el partido ha dado a un candidato socialista a la Presidencia del Principado»- era un ruido de fondo constante en las esferas del partido pese a que del acuerdo de retirada ordenada del Presidente sólo podían hablar con verdadero conocimiento de causa, además de los propios interesados, el presidente Zapatero, el ministro José Blanco, la secretaria general Leire Pajín y el diputado asturiano Álvaro Cuesta.

El delegado del Gobierno , Antonio Trevín, sostenía «off the record» que el cambio ya estaba pactado, que sólo faltaba que el propio Álvarez Areces precisara el cómo y el cuándo. En público, el diputado Álvaro Cuesta, en una entrevista concedida a principios de agosto pasado, hablaba en términos un tanto mesiánicos de Javier Fernández como «el que está en camino» y declaraba: «Creo que Areces ha sido un gran presidente, pero debo añadir que el que está en camino lo va a mejorar, el que está en camino va a batir récords para Asturias». Cuesta es uno de los hombres de confianza de Zapatero en Asturias.

El motorista ya había llegado a la sede de Presidencia del Principado. Pero lo hizo muy discretamente, pues había que preservar la «estabilidad institucional» -una de las obsesiones de Fernández- y no minar la acción de un Gobierno enfrentado, sobre todo, a la mayor crisis económica de la década. Pero había más motivos. Primero, el presidente Areces habría de tener una salida «digna», acorde a la de un dirigente que ha ganado tres elecciones consecutivas, y algunas fuentes sugerían, ya entrado el otoño, que esa salida aún no se había encontrado. Otros interlocutores precisaban que Areces habría rechazado alguna propuesta de Madrid. Y luego, cerrándolo todo con siete llaves, estaba la orden de Zapatero de que el asunto de las candidaturas no se menease hasta pasada la Presidencia española de la Unión Europea, que concluirá el 30 de junio de este año. Pese a todo, la inercia del relevo seguía actuando. El 9 octubre, un encuentro organizado por la FSA con militantes de las cuencas en Mieres para hacer didáctica de los Presupuestos Generales se convirtió en una petición a Javier Fernández para que diera el paso hacia la candidatura. Era la primera etapa del tour que Javier Fernández iba a hacer entre la militancia, decían, para explicar las cuentas de Zapatero. Pero el asunto de la candidatura interesaba más a las bases. En la siguiente reunión de este tipo, en el Oriente, ni palabra de relevos. Órdenes del partido. Chitón.

El debate rebrotaba, no obstante, en otras organizaciones de la familia socialista. El 3 de diciembre, Eduardo Donaire, líder del Metal de UGT, hacía públicamente votos por ver a Javier Fernández como presidente del Principado. Su compañero de sindicato, y no por ello amigo, Justo Rodríguez Braga, secretario general, afirmaba a finales de enero pasado que tres mandatos de Areces al frente del Gobierno regional «ya están bien».

Hasta ahí, el «implacable cambio tranquilo» que según algunos observadores tanto gusta a Javier Fernández, se desarrollaba sin grandes sobresaltos. Pero entró febrero. El día 2, el presidente Areces ofreció una conferencia en el hotel Ritz, en el Forum Nueva Economía. En el atril habló de lo bien que resiste la región a la crisis y, a los periodistas, en la última frase de sus declaraciones, dejó caer una pequeña bomba que algunos aseguran que se le escapó: «Si salen cosas sobre mi candidatura, será porque algunos dudan». En la FSA tomaron nota y al día siguiente actuaron.

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