San Cucao de Llanera,

María José IGLESIAS

«Pelayo» corre a la conquista de las pistas. Así se llama un purasangre criado en Asturias y que está considerado como uno de los mejores ejemplares de su género en España y en Europa. «Pelayo» luce su nombre con altivez equina en la pulida plaquita dorada que lleva al cuello. Este verano aspira a conquistar el olimpo de Ascot, carrera de carreras, la cita que junta a la realeza inglesa con la nobleza y parte de la alta burguesía del Reino Unido.

El empresario ovetense Ignacio Fernández, propietario de esta joya sustentada en cuatro patas de oro, no disimula su expectación ante el momento en el que «Pelayo», que por algo lleva nombre de rey, salte a la pista del «Royal Racecourse» y despliegue su poderío ante la reina Isabel y cientos de vips de la Gran Bretaña. Ningún équido astur tuvo la gloria del Imperio británico tan cerca.

A «Pelayo» la fama no le asusta. Lleva el galope elegante en los genes. Su padre, el legendario «Falvrav», fue elegido «Caballo del año» por la British Horseracing Board (BHB) tras su impresionante campaña de 2003. Ese mismo año ganó la carrera británica. Su madre, la yegua «Tipsy», quedó tercera en Ascot.

De esos dos superproductos de la elitista factoría equina asentada en Newmarket (Suffolk, Inglaterra), epicentro mundial de las carreras de caballos, «Pelayo» heredó porte, belleza, fuerza, nobleza, nervio y pedigrí.

El Ferrari de los hipódromos nació en Cheveley Park, una de las mejores yeguadas del mundo, radicada en Newmarket, por supuesto. En Inglaterra pasó sus primeros meses. Con seis fue vendido por 50.000 euros en las subastas de Foals -así se conoce a los caballos de esa edad.

Lo compró un criador inglés que pagó por él 50.000 euros. En 2007 lo llevó a Tatterfalls, la subasta de purasangres más célebre del mundo, con sede en Irlanda. El jeque de Dubai Mohammed bin Rashid Al Maktoum, que además de inaugurar megaedificios es un apasionado de los caballos, nunca se la pierde. Aquel año, como suele hacer, llegó en su helicóptero, con el tiempo justo para ojear y comprar. El caso es que en Irlanda se obró el milagro que trajo a «Pelayo» a Asturias.

Entre alguna que otra testa coronada y fortunones de la «City», Fernández buscaba un ejemplar de primera, a buen precio. La ilusión de su vida era, y es, armar un centro de cría equina de alto nivel en Asturias. «Pelayo» es uno de esos hallazgos que llegan una vez en la vida. Ignacio Fernández, que trata a «Pelayo» como a un hijo, no lo dejó escapar. Por su tamaño, superior al normal en un purasangre, no debutó en la pista hasta los tres años. «Quienes invierten en un animal de este tipo no quieren esperar más de dos años, buscan rentabilidad rápida. A mí no me importaba». Pagó 35.000 euros. Calderilla. Un millonario japonés había pagado 40 millones de euros por «papá» «Falvrav», que ya retirado de la competición vive como un auténtico emperador nipón.

El hijo sigue sus huellas. El pasado otoño, en Toulouse quedó segundo. Superó a una de las estrellas del jeque emiratí. Y eso que iba lesionado. En junio competirá en el gran premio de España, en la Zarzuela. En julio llegará Ascot y en octubre, París. Dentro de unas semanas comenzará el entrenamiento intensivo, en Newmarket Inglaterra o en Chantilly (Francia). Fernández aún no ha tomado la decisión definitiva. Lo que tiene claro es que el jockey que lo montará en Madrid y en la Real prueba inglesa será José Luis Martínez, una estrella en España y una estrella en el extranjero. «Pelayo» lo merece.