Gijón, J. MORÁN

El Carnaval «deja a la gente tirada en la cuneta del hastío y con la botella vacía por el chantaje, mientras nos humilla la resaca de una borrachera que no alcanzó a beber ni una gota de felicidad». El arzobispo Jesús Sanz Montes sentencia en su carta pastoral de esta semana el final de las Carnestolendas, «el desinfle que toca a rebato», porque «el drama de Don Carnal» es que tiene «fugaz fecha de caducidad» y cesa «en el momento en el que ensayas su prestada sonrisa, que no acompaña la vida en su largo recorrido, sino tan sólo un rato en un viaje de cercanías».

En un texto que invita a los asturianos a meditar durante la Cuaresma sobre el sentido de la justicia, el Arzobispo señala que «no me molesta el jolgorio carnavalesco, como tampoco cualquier expresión popular de un sano divertimento», pero el «problema viene cuando se había pedido al festejo una alegría que no sabe ni puede dar».

Mientras la ciudad de Oviedo celebra este fin de semana su Carnaval desplazado de fecha, el resto de la Cristiandad entró en la Cuaresma a partir del pasado miércoles de Ceniza. No obstante, advierte Sanz Montes que «los cristianos no estamos del lado de Doña Cuaresma, señora estrecha de ideas y ancha de lutos, que tan sólo goza con la persecución censuradora de lo prohibido y con la represión puritana de lo legítimo». En cambio, «la verdadera Cuaresma que la Iglesia predica y propone» no es para «gente mustia, taciturna y clientes de la depresión».

Mediante un texto titulado «La justicia que nos convierte: Cuaresma cristiana», el mitrado ovetense señala que «el Papa ha querido que ahondemos esta Cuaresma en un tema profundamente evangélico: la justicia». La injusticia «tiene su origen en el corazón humano, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal», plantea el Arzobispo, quien cita a Benedicto XVI para desmentir la creencia de que «para que reine la justicia es suficiente con eliminar las causas exteriores que impiden su puesta en práctica». Recuperar la justicia es «todo un camino que nos permitirá entrar en la alegría de la Pascua, la alegría que dura y nadie nos podrá arrebatar».