Oviedo, M. PÉREZ

Dadme un dedo y mosquearé al mundo. La peineta -la que Aznar le dedicó el jueves en Oviedo a los estudiantes que le abuchearon-, levantar de forma obscena el dedo corazón manteniendo la mano cerrada con el revés hacia afuera, es uno de los gestos de insulto más frecuentes en nuestros días y, sin embargo, su origen se remonta a la antigua Grecia. En la obra «Las nubes» de Aristófanes, en el 423 antes de Cristo, el dramaturgo mostró su animadversión hacia Sócrates. En esta comedia, un personaje rústico, un labriego poco instruido, queda sorprendido al conocer la existencia de los versos dáctilos que explica el poeta. El labriego piensa que al hablar de dáctilo Sócrates se refería a dedo, así que levanta el dedo corazón y pregunta: «¿éste tal vez?». El gesto se extendió rápido como sinónimo de zafiedad.

De Grecia a Roma. La peineta es el gesto obsceno que Calígula realiza cuando ofrece su mano al tribuno Casio Querea, a quien solía tratar de afeminado, para que se la bese. Se dice que Calígula tenía predilección por este gesto como modo de humillar a sus súbditos. Además, en la Antigüedad la peineta tenía otro uso que no ha pervivido en el tiempo: se utilizaba para alejar el mal de ojo. La explicación está en la imitación que el gesto hace del órgano sexual masculino, al que se le atribuía poder para alejar esta especie de maldiciones. Los amuletos en forma de falo eran de lo más frecuente. Pero los poderes mágicos del gesto no han llegado hasta nuestros días.

El dedo corazón también dio mucho que hablar en la Guerra de los Cien Años, que enfrentó a Inglaterra y Francia entre 1337 y 1453. Muchos atribuyen el origen del gesto a este pasaje histórico. La leyenda cuenta que en la batalla de Agincourt los franceses se habían propuesto cortar el dedo corazón a todo arquero inglés que lograsen capturar, así los arqueros mutilados de poco servirían en la batalla. Cuando la batalla comenzó a decantarse a favor de los ingleses, los arqueros comenzaron a enseñar su dedo corazón a los franceses como burla.

En España es más habitual referirse al gesto obsceno de enseñar el dedo corazón como un corte de mangas, en el que intervienen los dos brazos, uno cortando al otro a la altura del codo: la mano cae sobre la parte interior del codo contrario. Hace unos quince años se encargó de dejar bien clarita la diferencia el ex seleccionador nacional de fútbol Luis Aragonés. Cuando era técnico del Atlético de Madrid se le escapó una peineta para mostrar su desacuerdo con la sanción de un partido de suspensión que le impuso José Javier Forcén, juez único del Comité de Competición.

«No tiene nada que ver una peineta, que es lo que yo he hecho, con un corte de mangas. Lo primero, que es lo que yo he hecho, es un gesto típicamente español y lo segundo, una ofensa», explicó entonces Aragonés. Típicamente española es la otra peineta, la que se pone Martirio, pero Aragonés se quedó tan ancho con la explicación. También hay quien dice que llamar peineta al gesto del dedo corazón erguido no es correcto. Sino que por similitud con la forma del ornamento femenino, tan español, una peineta es el gesto de los cuernos, que suele usarse para llamar cornudo a alguien, colocando la mano detrás de la cabeza, al modo de una peineta. El gesto de levantar el dedo anular para insultar se llamaría también peineta por analogía con el anterior. Todo esto es sabiduría popular, pues la Real Academia no considera esta acepción de peineta.

Sea como fuere, lo que está claro es que todo el mundo entiende el gesto que Aznar hizo cuando se lo dirigen. Y que el dedo corazón erguido no es precisamente un piropo. Eso sí, cuando se ejecuta con ganas y motivo, queda uno la mar de a gusto. Que se lo digan al ex presidente del Gobierno José María Aznar.