Oviedo, Raquel L. MURIAS

En Cerceda, el pequeño Ayuntamiento coruñés donde se ubica la planta incineradora de residuos que gestiona la Sociedad Galega Do Medio Ambiente (Sogama) huele a partes iguales a dos cosas: a muerto y a dinero. Entrar en Cerceda (5.597 habitantes) es como llegar a Springfield, la ciudad que hicieron famosa los Simpson. En Cerceda huele mal, podría decirse que apesta y cuesta respirar. El aire está espeso, pero a cambio no hay paro. En la localidad hay muchos gigantes que producen humo a la misma velocidad que empleo. Por un lado, la central térmica más contaminante de Europa; por otro, la incineradora más grande de España, con capacidad para quemar 550.000 toneladas de basura al año, la única incineradora que será más grande que la que Cogersa plantea para Serín, un horno de 450.000 toneladas de capacidad.

Alrededor de estas infraestructuras están, además, la planta de recogida de medicamentos caducados Sigre y una planta de recogida de residuos industriales y voluminosos (arenas, aceites, residuos peligrosos). Humo y más humo que envuelve a una población situada a media hora de La Coruña que, a cambio, presume de tener una de las rentas per cápita más elevadas de Galicia. Sogama creó 500 puestos de trabajo directo y otros tantos indirectos: huele mal, pero huele a dinero en la nómina.

Galicia decidió en 1991, cuando gobernaba Manuel Fraga (PP), constituir la incineradora con una finalidad: levantar un horno para quemar 1 millón de toneladas que acabaría con los más de trescientos vertederos que se desperdigaban por Galicia acumulando basura y más basura. Pero no fue hasta 2001 cuando se levantó la planta que, finalmente, vio reducida su capacidad a la mitad por las presiones de los grupos ecologistas y la oposición (PSOE y BNG) que no querían quemar los residuos por cuestiones medioambientales, tal y como ocurre en Asturias con IU, socio de gobierno del PSOE, que sigue sin aceptar la solución de la quema de residuos aunque la coalición sostiene que si se construye la planta el pacto de gobierno se mantendrá intacto. El horno gallego quema 550.000 toneladas al año, el resto, hasta 900.000 toneladas, que es el total de lo que generan los gallegos anualmente, se entierra sin ningún tipo de tratamiento previo en el vertedero de Areosa, como ahora se hace con las basuras de los asturianos en el vertedero de Cogersa.

El vertedero gallego se ubica a poco más de cinco kilómetros del horno. La incineradora se les quedó pequeña a los gallegos desde el primer día, así que la Xunta se ve obligada a depender de los dos sistemas: quemar y acumular. Esto es justo lo que Cogersa no quiere que ocurra en Asturias. Por eso los técnicos apuestan por un horno de 450.000 toneladas, para evitar que los residuos tengan que seguir yendo al vertedero. Lo que sí que no se podrá evitar en Asturias, al igual que ocurre en el resto de comunidades que ya cuentan con horno de residuos (hay diez funcionando en España) es prescindir de tener un vertedero de cenizas, las que se derivan de la quema de basuras, Sogama las acumula en otro vertedero, también en Cerceda. Miles de sacos de ceniza se amontonan desde hace nueve años allí, a la espera de que la Universidad de Vigo termine un estudio para darle alguna utilidad. «A lo mejor se las puede usar para cementos, pero el problema es que las cenizas pueden restar consistencia a la mezcla», explica uno de los trabajadores de la planta gallega. Otro problema añadido es que el vertedero de Cerceda, el de basura, está hasta arriba, a punto de colmatarse. De hecho, la Xunta ya ha expropiado más terrenos para poder ampliarlo. En Asturias Cogersa ya no tiene campo hacia donde crecer, según el Consorcio. Los ecologistas, muy críticos con la incineradora, creen que lo que falta es voluntad pero que terrenos sí que hay.

La planta de Cerceda recibe la mayoría de las basuras de Galicia: el 84% de los residuos urbanos de la comunidad, que llegan al ritmo de 30 camiones al día y dos trenes diarios (con 2.000 toneladas de basura de la ciudad de Vigo y algunas zonas de Orense). Sólo 20 ayuntamientos de los 315 que hay en Galicia no derivan sus basuras a Sogama, entre ellos La Coruña, cuyo vertedero acabó por derrumbarse provocando un serio problema medioambiental. Estos concejos crearon dos plantas de tratamiento en las comarcas de A Coruña y O Barbanza, que gestionan al margen de la de Cerceda, con sus propias tarifas. Aquí también hay problemas, tampoco les cabe más basura. Sogama cobra a los ayuntamientos 51,10 euros por quemar cada tonelada de basura, la sociedad asegura que este canon es muy bajo y desde hace tiempo arrastran graves problemas de financiación y eso que la incineradora es de gestión mixta, ya que Unión Fenosa tiene una participación del 41% pero lleva tiempo advirtiendo de que quiere abandonar este proyecto, pues no le sale rentable.

Sin embargo, aunque el canon es bajo en comparación con lo que se cobra en otras comunidades donde también se gestionan los residuos quemándolos, como en Mallorca donde el coste por tonelada supera los cien euros, los concejos tienen que asumir también los gastos del transporte.

Los ayuntamientos más alejados, que distan hasta 250 kilómetros de Cerceda, invierten hasta un tercio de su presupuesto en llevar los residuos a Sogama. La Xunta ya está moviendo ficha para construir otra incineradora en la zona sur de Galicia, a la que derivarán sus vertidos los concejos de la zona baja. Así se podrán reducir costes, al menos en transporte.

El PP gallego defiende a ultranza el sistema de gestión de sus residuos, la incineración, pero lo cierto es que el modelo desarrollado por la Xunta ha tenido problemas desde un principio. Estos problemas no han venido sólo desencadenados por el horno, también por el vertedero, del que la Xunta aún no ha podido liberarse por haber tirado a la baja cuando se construyó la planta de quema de residuos. Desde la primera vez que en Sogama se encendió el mechero, las asociaciones ecologistas han criticado el modelo: por los olores, por los vertidos, por el continuo ir y venir de camiones, por las fugas de lixiviados en el vertedero de Areosa...

En la actualidad hay abierta una investigación judicial por un vertido del vertedero que provocó la muerte de miles de truchas en el río Lengüelle, y el presidente de Sogama, Luis Lamas, no ha tenido reparos en reconocer que es muy probable que haya que pagar y rendir cuentas. Además, también hay que resolver otro tema en los tribunales. Y es que «La Opinión de La Coruña» (del mismo grupo editorial que LA NUEVA ESPAÑA) descubrió que los millones de fármacos del sistema Sigre que la firma asturiana Danigal había recibido en la planta de Cerceda no se habían incinerado en Sogama, como habían acordado en contrato, sino que se habían acumulado en el vertedero sin pasar ningún control previo.

Pese a todo, Sogama sigue quemando a razón de 550.000 toneladas al año y sus gestores siguen defendiendo la incineración como el modelo a seguir y la única solución al tratamiento de residuos. A Luis Lamas, presidente de Sogama, no le cuesta tampoco confesar que Galicia recicla poco, pero asegura que nada tiene que ver con la incineradora, que no son sistemas incompatibles sino complementarios y que quiere potenciar el reciclaje. Galicia aspira a que con la segunda incineradora no haya que tener más vertedero de residuos. Ese día, según Lamas, la comunidad vecina verá enterrarse uno de sus problemas más históricos, el tratamiento de sus basuras. El mismo al que ahora se enfrenta Asturias, donde una parte de su Gobierno también quiere darle fuego a la basura y que sólo queden las cenizas.