Oviedo,

J. E. MENCÍA

Charla de Gustavo Bueno y polémica servida. El filósofo achacó ayer buena parte de la responsabilidad por la crisis económica que sufre actualmente España a los trabajadores. Ofreció su explicación. «Algunos dicen que la culpa de la crisis acabará siendo de los trabajadores, pues claro que sí, la culpa de la crisis es de los trabajadores por tener esos sindicalistas, que dejaron de ser sindicatos de clase para convertirse en sindicatos de funcionarios y cuyo objetivo es seguir ahí: cobrando del Estado». Pese a la dureza de la crítica a los dirigentes sindicales, el ataque no acabó en esa reflexión. Bueno añadió: «La Unión Soviética se ha hundido y ellos siguen anclados en las viejas ideas, en ese discurso que repiten una y otra vez -y que me disculpen- con una seriedad de burro que me aburre tremendamente. ¿Cómo se llama ese? El de la barba». «Cándido Méndez», contesta alguien desde las primeras filas.

El catedrático emérito de la Universidad de Oviedo continuó. «Sí, están anclados en las viejas ideas pero estos no han leído ni "El Capital" ni nada, sólo hacen que criticar a los empresarios como si los empresarios fueran ratas. Son cómplices del Estado, están cautivos, no tienen actitud política. Ante una situación catastrófica siguen en sus posiciones. Creen que el trabajador es igual que el empresario», aseguró Bueno ante un salón abarrotado de público en el que su intervención ponía punto final a los XV Encuentros de filosofía, dedicados en esta ocasión a «La economía política ante la crisis».

Bueno marcó la diferencia entre empresarios y trabajadores rebatiendo la visión marxista del ciclo de intercambio económico. «No es vendo algo para comprar otra cosa como creía Marx, se trata de destinar dinero a comprar una mercancía para obtener más dinero. Es lícito, lo normal, porque así lo establecen las leyes. El trabajador no puede ser como el empresario que arriesga su patrimonio y tiene la idea», subrayó Bueno, para asegurar que siempre se sorprendió de que Marx se sorprendiera a su vez porque «el capital» pretendiera ganar más dinero. En ese aspecto marcó Bueno el origen del pensamiento comunista: en ponerle freno a ese comportamiento del capital.

Previamente, el filósofo había revisado el materialismo dialéctico del marxismo. Bueno sostiene que el motor de la historia no es la lucha de clases como establecieron Marx y Engels sino la lucha de estados. Y en la raíz de la idea de Estado situó la propiedad, que, a juicio de Bueno, es previa a cualquier lucha de clases. «Para hablar de economía política hace falta sobre todo el Estado, la Patria, entendida como tierra de nuestros padres en la que está nuestra riqueza y que se defiende porque es nuestra. Si una autonomía quiere salir del Estado eso también me afecta a mí porque me están quitando una parte de mi patria. Alguno te llama burgués cuando dices esto... ¿Y usted? ¿Usted qué es? La patria es una apropiación de algo. Engels echaba la culpa de la propiedad al capital. ¿Y el australopitecus que se asentaba en un terreno y lo tomaba en posesión...? ¿qué hacía? Parece bien eso de que todos pueden entrar, ¿pero?, ¿y si ya hay alguien dentro?», afirmó Bueno, para apuntar que las ciudades estado griegas ya tenían murallas «porque los que estaban dentro consideraban aquello suyo». «Como mucho, la lucha de clases puede surgir luego con la lucha de estados».

Bueno contempla la relación de estados como una batalla, al estilo de Hobbes. La lucha entre estados, sus relaciones, los conflictos, la solidaridad -«sí, porque a veces son solidarios, como lo serían los cuarenta ladrones contra los guardias»- pasaría así a regular los intercambios económicos. Alguno recordó la última negociación de la financiación autonómica.

Poco amigo de separar los ciclos en fases diferenciadas al estilo de Kuhn, Bueno, que defiende la conexión total de la realidad (cierre categorial) y que precisamente esas conexiones entre ciclos explican buena parte de los hechos que acontecen, aseguró que la recesión también se debe en parte a que esos intercambios, la circulación de bienes, pierden regularidad y se alteran. Un capote para los sindicalistas, que comparten así, en la teoría de la crisis de Bueno, sus culpas con la circulación de bienes.