Oviedo

Eugenio Torrecilla nació en El Entrego, pero a los 5 años su familia se trasladó por motivos laborales a una cuenca minera leonesa de cuyo nombre no quiere acordarse; allí cursó primaria, Bachillerato en León y Medicina en Valladolid. Se especializó en pediatría y eligió como destino Sama, donde reside desde 1958. En 1969 puso en marcha una tertulia literaria, que aún pervive. En abril de 2005 fue premiado por este periódico como «Asturiano del mes». Luna de Abajo acaba de editar su libro «La vida por la letra, autoficción y homenaje a la lectura y a la fantasía».

-¿A qué edad aprendió a leer?

-A los 3 años. Alguien había dentro del niño empujándole a ello, un impulso genético, quizás.

-¿Confundió alguna vez realidad y fantasía?

-Eso sólo acontece en la infancia: los psicólogos hablan del pensamiento mágico del niño. Luego, mal que nos pese, la realidad se impone siempre.

-¿Qué es la literatura?

-Un camino abierto hacia horizontes atractivos por el que el autor nos lleva de la mano.

-En su libro, la figura de su padre es evidente, la madre menos.

-Por idealizarla. Ella llega a mi corazón, es la mujer que permanece a mi lado, cuando estoy enfermo, no me obliga a hablar y nos entendemos sin palabras.

-Hay muchos libros para niños, pero, ¿los hay para viejos?

-Los viejos ya no leen, salvo el periódico, y eso les da motivo para hablar entre ellos de lo mal que va el mundo.

-Cuando el niño pasa de Julio Verne a Palacio Valdés lamenta que no destellen maravillas. ¿Se refiere al naturalismo?

-Sí, yo esperaba en los libros de los adultos otras revelaciones y encontré la vida de cada día.

-Dice que los libros hay que merecerlos. ¿Es partidario de que obliguen a un escolar a leer La Celestina o a Proust?

-En los libros franceses los adolescentes leían a Proust, así me contaron; su formación les hacía merecer el regalo. No sé qué merecerán nuestros bachilleres actuales. «La Celestina» o «El libro del buen amor», son objetos de estudio para una licenciatura de letras.

-La trama le interesa menos, «dejemos a los simples que lean a la carrera para saber cómo acaba la historia».

-Prefiero ver cómo avanza, si la concatenación de las frases se realiza con arte. Aunque más allá del estilo, hay autores que desarrollan asuntos de importancia vital arrolladora. Pienso en Dostoievski, en Tolstoi...

-¿Le gusta la novela policiaca?

-Leí a Agatha Christie de joven, hasta que me cansaron aquellos repetidos esquemas: el cadáver de entrada, un sagaz detective que reúne a cierto número de sospechosos, la sorpresa final... Me interesaron más los iniciadores del género, que descubrí después: Poe, Gaston Leroux con su detective Rouletaville persiguiendo al malvado Larsan, diestro en disfraces, imprevisible. La criminología ya fue tratada por Dostoievski en «Los hermanos Karamazov» y la horrorosa escena del asesinato de «Crimen y castigo», con su tensión insuperable.

Aquí, como en cada respuesta, se explaya, hablándome de una librería de viejo en Valladolid, donde compró «El perfume de la dama enlutada» y de la biblioteca de Rioseco donde leyó «El misterio del cuarto amarillo», que había visto en el cine, etcétera.

Mucho me contó y mucha discreción me pidió. Esta entrevista es el resultado del acuerdo al que llegamos, el mínimo común múltiplo entre su devoción y la mía.

-¿Lee siempre a los muertos?, ¿algún libro de este siglo?

-Difícil me lo pone. ¿Qué han dado de sí nueve años? Leí «Soldados de Salamina» y «Oído atento a los pájaros», de Luis Goytisolo, pero suelo mirar más atrás, a los inmortales.

-Despierta el espíritu pero, ¿sería peligroso que leer suplantara la vida?

-Más bien la enriquece y ayuda a asimilarla, aguza el sentido psicológico, induce tolerancia.

-Cita muchas veces los árboles, ¿los hay en su paisaje ideal?

-Imprescindibles, son lo más hermoso de este planeta. Sueño con árboles. «No acaba la hoja con sol / ante nuestro corazón», decía el poeta de Moguer.

-¿Reales o vislumbrados a través del arte? Pienso en el Bergotte de Proust ante Delft en un cuadro de Vermeer.

-Reales sí, pero rememorados por el niño desde otra región, los maravillosos bosques de nuestra Asturias.

Le pregunto si sigue leyendo a los rusos y calzando, como él dice, las botas de cien leguas; y ahí me cuenta «La nevasca» de Puschkin y mucho más. Mucho me cuenta y mucho pide que me calle.

-Eugenio es soltero; ¿de qué mujer se enamoró en la fantasía?

-Ana Ozores, la Regenta, fue el primer personaje literario que se introdujo en mi sueño. Hasta entonces las lecturas no cruzaban esa barrera.

También me habló de Carlo Kennicott, una joven rebelde protagonista de «Calle Mayor», de Sinclair Lewis.

Y de cada libro mencionado, me dice la editorial en que se publicó, el traductor y el prestamista.

-Pregunta tópica: ¿cuáles son sus diez novelas fundamentales?

-Son nueve, dejo un espacio a la esperanza. «La Regenta», como único español.

-¿Es deudora de...?

-Sí, de «Fortunata y Jacinta».

Aquí una digresión sobre lo que esta obra de Galdós tiene, a su vez, de Balzac, cuyos personajes son, uno por uno, reflejo significativo de su tiempo histórico.

-Y «Cien años de soledad», el resto lo leí en traducciones: «Guerra y paz», «Los hermanos Karamazov» y «Sacha Yegulev», de Andreiev; «La montaña mágica», «Ilusiones perdidas», por decir una trilogía de Balzac, «La peste» de Camus, y «En busca del tiempo perdido».

Me habló de cada uno de ellos, y de otra selección de novelas cortas. Todas las leímos en los últimos años de tertulia.

-¿Es la poesía el grado más alto de la Literatura?

-Al menos eso cree el lector cuando descubre a los grandes poetas: a un Rilke, o un Juan Ramón Jiménez.

-Dice que la vida es el avance por la página, que en nuestro particular calendario interior el tiempo se mide por libros leídos, que tenemos la edad que nos confieren, y que solo ante un libro abierto recobramos el vigor juvenil, imponiendo nuestro fuero a la edad. ¿Lee libros que le rejuvenezcan?

-Mantengo el interés por la lectura y alguna relectura me devuelve al tiempo en que hice la primera, y es como descubrir la fuente de la eterna juventud.

-¿Algún libro fundamental por leer?, ¿algún autor que, como le ocurrió con «La Ilíada» cuando era niño, no haya comprendido aún?

-No he leído el «Ulises» de Joyce, pues quienes lo han hecho se quejan tanto... En cambio disfruté en su «Retrato del artista adolescente», en la magnífica traducción de Dámaso Alonso.

-¿Ha leído a Benet?

-«Trece fábulas y media», pero me resultó difícil entrar en «Volverás a Región».

-¿Volvió al pueblo de su infancia?

-No, me resultaría doloroso. Son muchos recuerdos...

-¿Existieron también lectores famosos?

-El Quijote, claro, y, con él, el Caballero del Verde Gabán.

-¿Queda algo por contar en la literatura?

-¡Tiene el ser humano tantos recovecos a explotar! Los nuevos tiempos traerían, además, otro tipo de hombre; ya vemos lo que viene y nos espanta. Al sustituir el papel por otros soportes tecnológicos la escritura será más concisa, perdiendo más de lo que gane.

-¿Dios es ficción?

-No. Soy creyente.

-¿Porque nunca menciona la Biblia?

-No la he leído; en mi generación estaba en entredicho por la propia Iglesia. Metedla en mi féretro, como salvoconducto para el Más Allá.

-¿Cree en una vida mejor que la de los libros?

-En ese Más Allá, ¿qué nos espera? No todo será allí entonar salmos. Habrá otro modo de leer, ahora inimaginable, en que se nos desvele la finalidad del Universo.

Y aquí lo dejo. Muchas cosas me las contó en secreto, de su apellido materno y su año de nacimiento me enteré motu proprio, pero me lo callo, para que todo quede a su gusto y a mi pesar, en mengua de mi trabajo.

«Leí a Agatha Christie de joven hasta que me cansaron aquellos repetidos esquemas»

«Ana Ozores, la Regenta, fue el primer personaje literario que entró en mi sueño»

Perfil

Eugenio Torrecilla

Médico pediatra, escritor, conversador y gran amante de la literatura. Nació en El Entrego, en San Martín del Rey Aurelio. Se crió en Sabero y estudió Bachillerato en León. En Valladolid hace Medicina. Ejerce como médico rural antes de especializarse en pediatría. Pasa a prestar servicio en Sama de Langreo, donde reside. Allí se implica en la vida cultural y es un gran dinamizador del mundo literario local en el que impulsa iniciativas para divulgar obras, fomentar la lectura... También ejerce de profesor de algunos valores emergentes dentro de los escribidores locales. Fue uno de los fundadores de la Tertulia Literaria de Langreo, puesta en marcha en 1969. Ha publicado varias obras literarias y ha colaborado en varias publicaciones.