Oviedo, L. Á. VEGA

Dos presas, Conchi, una gitana de carácter, y Jenny, una colombiana encarcelada por traficar con drogas, se hacen amigas inseparables en la cárcel. Todo se complica cuando la colombiana sale de prisión. Las dos mujeres se distancian. Conchi termina infectada de sida, y culpa a su antigua amiga, quizá por despecho. Jenny acaba regresando a la cárcel e intenta suicidarse, después de que le comuniquen que van a expulsarla de España. Las dos amigas acaban reconciliándose con un abrazo. Esta historia es ciertamente dura, pero poca cosa comparada con las que guardan las presas del módulo femenino de Villabona. Lo relevante de este argumento es que ha sido elaborado por las propias presas de la cárcel asturiana, y que además lo han interpretado como consumadas actrices.

El resultado de todo este trabajo es «Módulo 10», un cortometraje de veinte minutos dirigido por Teresa Marcos y Ángeles Muñiz. Poco que ver con los tópicos del cine sobre cárceles de mujeres, un subgénero denigrante. Si de algo ha intentado huir este corto es del efectismo barato, y ha tratado de reflejar una realidad menos oscura de lo podría parecer. Ayer se estrenó en el polideportivo de la prisión, con presencia de todas las presas del módulo femenino, buena parte de ellas vestidas con sus mejores galas, y de la directora del Instituto de Asturiano de la Mujer, María Fernández Campomanes.

Participar en este proyecto ha sido una bocanada de aire fresco, una ocasión para la esperanza en un espacio en el que no abunda el optimismo. «Cuando nos propusieron hacer un corto les dijimos que soñábamos con ser actrices», explicó Jennireth Jaramillo, una de las presas que interviene en el corto. «Fue una lluvia de ideas. Quisimos incluirlo todo, desde la diversidad de culturas hasta valores como la amistad y el compañerismo», añadió.

Sonia Fernández, otra de las actrices, afirmó que la grabación fue una oportunidad para olvidar la dura realidad de la cárcel. «Ha sido inolvidable, me sentí como si no estuviese entre rejas», afirmó, durante la presentación del corto. Si algo recuerdan estas presas del proceso de filmación fueron las risas y la camaradería que se estableció entre ellas, lo que se nota en el resultado final. Las directoras alabaron la profesionalidad de estas actrices aficionadas, que no ponían pega alguna a repetir las escenas cuatro o cinco veces.

Pese a su dureza, el filme rezuma también esperanza. Cuando Conchi, interpretada por la gitana Concepción Marqués, coge «el bicho», el sida en la jerga carcelaria, intenta cortarse las venas. Sus compañeras terminan convenciéndola de que debe vivir, no sólo por sus hijos, sino porque en la actualidad puede detenerse el avance de la enfermedad, sin duda la espada de Damocles que pende sobre las cabezas de los reclusos.

El corto se planteó como una actividad más del taller de salud de la prisión, donde se informa a los presos de las prácticas de riesgo para evitar que la plaga del sida siga extendiéndose en las cárceles. «El objetivo es la mediación prosocial, y superar la cultura carcelaria», según indicó el director del centro penitenciario, Esteban Suárez. Ayer fue día de fiesta en el «Módulo 10» e incluso alguna presa se echó un bailecito.