Malas lenguas -todas las que bisbisean a este gacetillero- cuentan que el día en que el conspicuo arecista Francisco Villaverde, gerente de la empresa de Servicios del Principado (Serpa), dio positivo en una prueba de alcoholemia en Gijón venía de dar consuelo a su amiga y compañera de partido, la consejera de Cultura, Mercedes Álvarez. Al parecer, la Consejera le había llamado para desahogarse por todos los quebraderos de cabeza que le estaba dando la destitución de Pepe el Ferreiro al frente del Museo Etnográfico de Grandas de Salime. Cuentan que Villaverde prestó su hombro para que la titular de Cultura llorase un poco las penas políticas que sufría por haber cortado la cabeza emboinada del Ferreiro y que después se subió al coche y que fue entonces cuando comenzó su tribulación con el alcoholímetro. Desconocemos si luego Villaverde llamó a la Consejera para contarle sus penas con el carné de conducir y si ella después de consolarle se subió al coche y fue pillada y acabó soplando y luego llamó a Villaverde para contarle sus penas con el alcoholímetro y luego él volvió a soplar y...

Más malas lenguas cuentan que la Consejera, en uno de sus viajes fuera de Asturias, comentó que los muchachos y muchachas de Izquierda Unida, socios en el Gobierno del Principado, resultaban muy molestos en su ámbito porque siempre estaban dando la matraca con «la cultura de la madreña» y que no dejaban desarrollar la idea de cultura que ella tiene, como más global osea y multimoderna.

A la de Cultura le dolía el Ferreiro y al de Infraestructuras le dolía una muela. El viernes Francisco Buendía, titular de Infraestructuras, acudió a inaugurar la Casa del Río en La Rodriga (Cornellana) bastante dolorido porque le habían sacado una muela. Aguantó como un jabato y tras el discurso preguntó si se le había notado.