Oviedo, J. N.

Francisco Ballesteros Villar, ovetense, abogado y profesor de Derecho de la Universidad de Oviedo, ocupó diversos cargos en el SEU -la formación estudiantil única durante el franquismo- en la Organización Sindical y fue gobernador civil de Segovia con el primer gobierno de la monarquía. Vivió activamente un tiempo que ahora LA NUEVA ESPAÑA va a contar en detalle a sus lectores mediante 52 fascículos de distribución gratuita con el ejemplar del periódico a partir del próximo domingo. Un testigo cualificado para un segmento cercano y controvertido de la historia de Asturias.

-Sitúese como estudiante en la Universidad y recuerde.

-Tenía tres facultades, las tres en el edificio histórico. Recuerdo ver cómo escapaban corriendo unos estudiantes con bata blanca y a continuación una nube de humo verde que salía del laboratorio de química. Había una gran relación entre alumnos y profesores. Muy humanizado todo. Los exámenes eran secundarios, el profesor conocía de sobra a cada alumno.

-¿Qué profesores tuvo?

-Don José Serrano, Prieto Bances, Silva Melero, López-Cuesta, Valdés Hevia, Torcuato Fernández-Miranda, que ya estaba en situación de excedencia y lo sustituía Zulaica; Miguel Fuertes...

-Falleció poco después, siempre se dijo que pudo tener una gran proyección pública.

-Sí, falleció al poco. Era el marido de Eloína Suárez, que fue alcaldesa. Tenía una calidad extraordinaria, como su mujer y sus hijos. También estaban Aparici, en Romano; Aparicio, en Mercantil, y Sela, en Internacional, con Pérez Montero como ayudante que sabía más que nadie.

-Ahora hace 50 años se incorporó Gustavo Bueno.

-Me acuerdo perfectamente. Yo ya era profesor.

-Catedráticos cuasi feudales.

-El profesorado era de calidad. No había capillitas ni enfrentamientos. Sí, el catedrático hacía y deshacía. El cacique, de todos modos, puede ser positivo sociológicamente si no hay gente capacitada, que la había, como don Juan Uría o Alarcos, que eran extraordinarios.

-Una Universidad minúscula.

-Pachu, el bedel, siempre nos impedía jugar al fútbol en el patio. Pero llegó un nuevo decano, extraordinario, Beltrán, y desde las ventanas superiores incluso aplaudía algunas jugadas. Pachu, claro, dejó de reñirnos. Eso de jugar al fútbol en el patio explica cómo era aquella Universidad. Se vivía mucho en los bares de alrededor. Si querías ver a Aparici había que ir al Alvabusto.

-¿Mucho hueso?

-Con Serrano aprobábamos todos. A veces amenazaba con repetir la barbaridad que hizo en 1934 en que suspendió a dos alumnos. Se comentaba que el que incendió la Universidad en octubre del 34 había sido uno de los dos a los que suspendió Serrano. De mi curso era Vidal Peña. Y Juan Cueto, un año detrás. Vidal y todos en general tomábamos apuntes. A Serrano no le gustaba, así que un día hablando de los pandectistas empezó a citar, muy serio, a Beethoven, Schubert y Mozart. Dejamos de tomar apuntes. Decía que el Derecho Procesal no interesaba a quien no iba a ser abogado y, a su vez, los que iban a ser abogados ya lo estudiarían por su cuenta por su propio interés.

-Después, la prosperidad.

-Velarde, que formó parte del tribunal de mi tesis, decía ayer que no se puede hablar del régimen político de Franco, sino de los distintos regímenes. A mi juicio, hay una etapa de posguerra hasta 1945; otra con cierto aislamiento internacional que es la de mi infancia y primera juventud y llega a finales de los cincuenta, ya no es la etapa del pan negro, se prepara la nueva burguesía; después, el desarrollismo, espectacular, muy rápido, y aun hay un cuarto período.

-Todo dictadura.

-Cuando algunos hacen afirmaciones simplistas me choca. Algunos cuentan que se vivía así o asao. Yo no vi nada de eso. Vi una etapa de paz y de desarrollo rápido, de respeto y de orden.

-Un orden que...

-Había una limitación: los partidos políticos. Pero sí había política.

-Se criticaba con dureza la limpieza de la ciudad, pero el gobernador civil era intocable.

-Había una institución que todo el mundo criticaba y que lo aguantaba todo: la Universidad.

-Con los sesenta cambia todo.

-Sufrí dos expedientes políticos por ser posiblemente contrario al régimen. No me gusta recordarlo porque ahora muchos se apuntan a opositor al régimen y es mentira.

-¿Quiénes y por qué le expedientaron?

-Gente del entorno de Información y Turismo. Demócratas cristianos. Yo desde la prensa del SEU y desde LA NUEVA ESPAÑA pedía que la transformación económica tan positiva debería acompañarse de una transformación política. Francisco Serrano Castilla estaba al frente de Información y Turismo. Me vieron como un infiltrado socialista o comunista en el SEU, del que era consejero nacional.

-¿Y el otro expediente?

-Le dije a Fernández-Miranda, al que veneraba, que iba a votar contra le ley orgánica porque consagraba la monarquía.

-¿La ley de 1966?

-Sí, no estaba de acuerdo con la monarquía.

-¿Quiénes le expedientaron?

-Fue desde Información y Turismo.

-¿Vivió la pugna entre azules y tecnócratas?

-Había un trasfondo de pugna. Estaban enfrentados los democristianos y los azules.

-¿Democristianos como López Muñiz?

-Sí, pero no era el jefe. Estaban José María Alonso Vega, Luis Vega Escandón, Fernando Valiente... Paradójicamente visto desde ahora los aperturistas éramos los que veníamos del SEU. Los inmovilistas eran los demócratas cristianos.

-¿Diputación contra Gobierno Civil?

-Pero sólo porque estaban López Muñiz y Mateu de Ros en esos puestos. Los polos eran Información y Turismo frente a la secretaría general del Movimiento.

-¿Mandaba mucho Valentín Masip?

-En Oviedo, sí. Se le respetaba mucho.

-¿Y quién más?

-Los Buylla, en Oviedo. En Asturias, los Herrero, los González del Valle y los Figaredo.

-¿Había tensiones entre Oviedo y Gijón?

-Con carácter futbolero sobre todo.

-La mina asustaba.

-El miedo a los mineros es un mito, nunca lo vi ni lo sentí.

-Hubo huelgas duras sobre el recuerdo del 34.

-Sí, las hubo. No siempre se dio una respuesta inteligente a esas presiones.

Perfil

Francisco Ballesteros Villar

Ovetense de 69 años, hijo de periodista depurado por el franquismo, profesor de Derecho de la Universidad de Oviedo y abogado, ocupó diversos cargos en el SEU y en sindicatos en los años sesenta y setenta y fue gobernador civil de Segovia en el período de los dos primeros gobiernos de la monarquía.