Gijón, J. M. CEINOS

Convaleciente aún de una reciente operación de cataratas, el ex senador y ex euro parlamentario gijonés José Ramón Herrero Merediz acude a la cita, en el café Dindurra, con ganas de hablar de lo que vivió durante sus veinte años de militancia en el Partido Comunista de España durante el régimen franquista. Referente comunista en Asturias, como tantos otros, en la lucha contra la dictadura, Herrero Merediz «pagó» con la cárcel su militancia y, a pesar de que bajo el puente de su memoria ya pasó mucho caudal, aún se siente marxista, al menos para interpretar la realidad a sus 79 años. «El Mere», como era conocido por sus camaradas, vivió muy de cerca el franquismo, una etapa que ahora LA NUEVA ESPAÑA recupera a través de 52 fascículos que darán forma a un coleccionable de distribución gratuita con el periódico. El primer fascículo estará en los quioscos el próximo domingo, 9 de mayo.

-¿Por qué se hizo comunista un joven de familia de derechas como usted?

-Quien me definió la realidad de España, que entonces era muy triste, fue el atletismo. Siempre fui muy aficionado al atletismo, donde hay marcas, y entonces las marcas eran de una gran miseria, mientras que el campo socialista tenía muy buenos atletas. Por eso pensé que aquí algo iba mal. De todas formas, se hablaba entonces del materialismo dialéctico, y tuve una conversación con un camarada que había estado dieciocho años en la cárcel de Burgos en la que me dijo que era la única filosofía verdadera. Total, que yo, que era muy joven, pasé a Francia y trabajé en la vendimia, con miles de españoles del Sur, y aquello me hizo ver una realidad. Luego trabajé en la construcción en París y aquella experiencia me explicó el mundo y la vida, y sigo siendo marxista en cuanto a explicación del mundo. Aquello de que los españoles habíamos ido a América a predicar la fe de Cristo no encajaba. Por eso, el marxismo me sigue explicando todo lo que está pasando y me sirve como método de interpretación.

-¿Cómo se vivía el franquismo desde la militancia del Partido Comunista?

-Yo fui del Frente de Juventudes y de la Falange, y oficial voluntario en la Legión, pero vi que todo aquello era mentira. Por contra, el Partido Comunista de entonces tenía personajes de verdad, no sé si me explico...

-¿De peso intelectual?

-Claro, por ejemplo Horacio Fernández Inguanzo para mí es una persona mítica, con sus defectos, que los tuvo y los conocí.

-¿Los puede contar?

-Vamos a ver, no hay nadie perfecto, pero su valía humana era muy superior a sus defectos.

-Su entrada en el Partido Comunista coincide, año arriba o abajo, con la gran decisión de los comunistas españoles a favor de la reconciliación nacional...

-Exactamente; la reconciliación nacional se aprobó en el Congreso de Praga de 1960, en el que estuve y que me costó catorce años de cárcel, de los que cumplí cuatro y medio más otros dos y medio en libertad condicional. Tuve suerte, hay que decirlo, ya que entonces murieron tres Papas y hubo amnistías por los nuevos nombramientos papales.

-¿La única oposición al franquismo fue la del Partido Comunista o había algo más?

-No había nada más, ya que los que eran oposición se cuidaban mucho de ser oposición. Estamos hablando de los años cincuenta y sesenta. Había gente aislada, había el movimiento de solidaridad de la Hoac con los presos políticos, con los mineros... Pero no nos olvidemos que Franco murió en la cama, que es otro hecho.

-¿Cómo vivió, desde la cárcel, las grandes huelgas obreras de Asturias de los primeros años sesenta?

-Con un optimismo exagerado.

-¿Pensaban los presos políticos que era el fin del franquismo?

-Claro. La cárcel es un elemento de recepción de noticias favorables, para no desanimar a los presos. Supongo que es lo mismo que ahora ocurre con los presos de ETA.

-¿En qué se equivocaron los comunistas?

-En no ver que la situación era distinta. Hubo dos grandes manifestaciones que nos engañaron: fueron dos entierros, el primero el de Juanín Zapico, y el otro el de los abogados laboralistas del despacho de Atocha. Pero luego vinieron las primeras elecciones y nos pusieron en la realidad. En fin, ¿errores?, el mundo iba por otra parte, nada más.

-¿Pero cómo fue posible que esa gran organización antifranquista que fue el Partido Comunista se diluyera, prácticamente, con el retorno de la democracia?

-Primero, la realidad iba por otra parte, unido a la propaganda anticomunista, que tenía una parte de razón, no era todo inventado, y segundo, la política de reconciliación nacional estaba en la Constitución y el miedo que tenía Santiago Carrillo era que se legalizase primero al PSOE que al PCE, que era un miedo lógico que teníamos todos los que estábamos en el Partido Comunista.

-¿El franquismo tuvo algo bueno, por ejemplo, la Seguridad Social?

-La Seguridad Social fue perfeccionada y universalizada después del franquismo; hombre, lo peor que hizo fue apartarnos de Europa, y en los años del desarrollismo había un millón de españoles trabajando fuera...

-¿Queda algo del franquismo en la España actual?

-Quedan los bancos, y más fuertes, y el que preside el Banco de España es un socialista, y el que preside a los grandes promotores es otro socialista. El viejo topo sigue estando ahí, que es el económico, y también que la gente pueda enterrar a sus muertos, pero sin sacar este asunto de quicio.

-¿Sufrió la época más dura del franquismo?

-En los años cuarenta era el terror, pero en aquella época yo era de derechas, pero evidentemente el terror lo sufrió media España, y conocí en la cárcel a los que sobrevivieron.

-¿Fueron difíciles sus tiempos como abogado laboralista?

-Quien me defendió siempre fue el decano del Colegio de Abogados de Oviedo, Eusebio Abascal, que había sido falangista. Fue una época dura y difícil, pero no lamento haberlo hecho en absoluto, pero lo que sí es falso y mentira es lo que dijo el abogado Vega Escandón sobre que los abogados comunistas de Madrid cobraban del Socorro Rojo a sus defendidos. A los presos políticos no se les cobraba nada por defenderlos.

-Hablamos del Partido Comunista, pero, ¿qué importancia tuvieron las Comisiones Obreras?

-Es que era la misma cosa en su principio. Era mucha la mies y pocos los trabajadores.

-¿Y cómo eran las relaciones con el sindicato vertical?

-Lo que se hizo fue, frente a la postura de la UGT, ir a los sindicatos verticales, y aquí, en Gijón, fueron muy importantes los trabajos que hicieron en el sindicato vertical Ramiro Díaz Medina, José Luis Iglesias...

-¿Fue un acierto esa política del Partido Comunista y de las Comisiones Obreras?

-Claro, un acierto evidente. José Manuel Palacio, que fue alcalde socialista del Ayuntamiento de Gijón, estuvo en el sindicato vertical, pero en oposición al régimen y en contra de lo que decía la UGT

-¿Cómo valora el papel del gijonés Santiago Carrillo como secretario general del Partido Comunista?

-Carrillo tenía un equipo fuera de España de gente fiel a él de toda la vida y, quizá, al llegar a España, se apoyó excesivamente en ellos, digo para las listas electorales. Para Asturias se trajo como senador a un hombre mayor, Wenceslao Roces...

-Y como diputada a Dolores Ibárruri...

-Parte del problema que tuvimos en Asturias es que Pasionaria, cuando vino aquí, venía senil, y nos engañaron.

-¿Por qué?

-Ignacio Gallego nos dijo que estaba como una niña. Fuimos a recibirla a Unquera y comimos en el San Ángel. Pasionaria tenía una voz preciosa y en la comida empezó a contarnos las historias de su infancia en las minas de Gallarta; cuando empezó a hablar todos callamos, claro, pero a los diez minutos volvió a repetir la misma historia: estaba senil, pero hay que decir que la oposición se portó siempre muy bien con ella y la respetaron mucho. Fue el primer choque con Carrillo.

-¿El segundo?

-Horacio Fernández Inguanzo no supo mantener el equilibrio entre Gerardo Iglesias y Tini Areces, que eran dos grandes líderes políticos y con una gran capacidad. Fue Horacio quien decidió a favor de Gerardo.

Perfil

José Ramón Herrero Merediz

Nació en Gijón el 2 de febrero de 1931. Licenciado en Derecho por la Universidad de Oviedo, en 1958 se afilió al Partido Comunista de España, donde ocupó cargos dirigentes y fue abogado laboralista. Encarcelado por su militancia, en 1978 abandonó el Partido Comunista meses después de la asamblea de Perlora, que supuso la ruptura de los comunistas. Ingresó luego en el PSOE. Fue senador y miembro del Parlamento europeo. Ahora no milita en partido alguno.