Covadonga, María TORAÑO

El santuario asturiano tiene 2.400 cirios a disposición de los fieles, más que ningún otro templo de Asturias, y se mantiene alejado de la moda de las peticiones de ofrendas virtuales

Covadonga huele a cirio ardiente, como toda la vida de Dios. Hasta 2.400 velas pueden encenderse en el santuario de la Santina, con mucho, el lugar de Asturias con más cirios por metro cuadrado. Covadonga sigue anclada en la era analógica y no se ha apuntado a la moda que ya se ha extendido a lugares santos como la tumba del Apóstol, en Compostela, o el santuario de la Pilarica, en Zaragoza, donde los fieles pueden hacer peticiones de ofrendas a través de mensajes de móvil o por internet.

«Envía un SMS con el texto MIVELA. Coste del mensaje 1,39 euros, IVA incluido». No se trata de una votación para salvar al último concursante televisivo del «reality» de turno ni una participación para un concurso de premios millonarios. Ahora, desde el teléfono móvil también se pueden presentar los respetos a los santos. La tecnología digital ha irrumpido en los templos. Santiago de Compostela presentó esta semana unas pantallas en las que se iluminan imágenes de velas a medida que los fieles envían mensajes de texto o lo solicitan por internet. Y al menos a través de la página web tienen lista de espera. El Apóstol que abrazan los peregrinos, Santiago a caballo o la Virgen del Pilar que se encuentra en la misma catedral son algunas de las imágenes que cuentan con esta moderna forma de ofrenda.

En la basílica de Covadonga no hay ningún punto donde se puedan encender velas, ni siquiera eléctricas, como las que se encuentran en otras iglesias y que por unos céntimos iluminan una candela de bombilla pequeña. Tan sólo se permiten a la entrada de la Cueva, junto a la verja de acceso. En unas estanterías metálicas se suceden los cirios. Hay dieciséis baldas con capacidad para 150 velas cada una. Por lo tanto, si se llena, pueden lucir a la vez 2.400 velas, cosa que sucede bastante a menudo, sobre todo los fines de semana y en temporadas festivas. En la novena previa a la fiesta de la Santina -el 8 de septiembre- es cuando más velas se encienden en Covadonga y los estantes metálicos se quedan pequeños, por lo que los devotos prenden sus cirios y los depositan en el suelo junto a las paredes de la Cueva. Las tiendas ubicadas en el real sitio venden un modelo único de cirio blanco, con carcasa trasparente y con la imagen de la Virgen y de la basílica grabada en rojo en sus laterales. El precio también es único: 1,20 euros. Más barato que el SMS.

Con una simple cuenta matemática se puede calcular que si se encienden cada día del año tan sólo la mitad de las 2.400 velas para las que tiene capacidad la estructura metálica de la Cueva, habría 438.000 llamas ondeando anualmente. Traducido en dinero: 525.600 euros de oración y devoción. Más de 1 millón si se encienden todas a diario. Pero las hipótesis siempre son arriesgadas puesto que el invierno es largo y no se encienden cirios todos los días de la semana, pero en las temporadas de máxima afluencia de turistas y peregrinos el número se puede multiplicar. «Es muy difícil saber cuántas se encienden porque la gente también trae sus velas desde casa y no todos las compran aquí», explica el abad de Covadonga, Juan José Tuñón Escalada.

Lo que está claro es que la forma más tradicional de ofrenda sigue vigente en el santuario asturiano y los fieles la aceptan con el mismo entusiasmo con el que después bajan a la fuente de los siete caños a beber para casarse en el año, como dice el refrán.

Un viernes cualquiera de primavera, a primera hora de la mañana, cuando aún no han llegado los autobuses más madrugadores, la entrada de la Cueva huele a cera derretida y las baldas ofrecen la luz temblorosa de cientos de cirios encendidos la jornada anterior y a punto de consumirse. Según avanzan las horas y el reloj de la basílica da los cuartos al ritmo del himno de Covadonga, las luces crecen.

Y pueden hacerlo de golpe. Veintidós miembros de la asociación deportiva Los Pantaneros de la localidad de Vallehermoso, en la isla de La Gomera, cumplen con la tradición. «Somos un equipo de fútbol veterano y vamos a jugar un partido el fin de semana en Tineo, así que aprovechamos para visitar algunos puntos importantes de Asturias», explica el presidente del colectivo, Juan Ricardo Padrón Cuello. La salud, la familia o que la asociación siga trabajando muchos años en buena armonía centran los ruegos que acompañan a sus velas. «Lo deportivo es lo de menos en estos casos», asegura Padrón, aunque del grupo sale una voz que quiere que les «toque la quiniela de esta semana». Por pedir que no quede.

Pero también hay quién va a dar las gracias. Paula y Ángela George, Marcia Velázquez y Lourdes y Edgar Lagos llegan desde San Sebastián, donde residen desde hace cuatro años, para unas vacaciones en Asturias. Ribadesella y Oviedo han sido algunas de sus paradas, junto al descenso en canoa por el río Sella desde Arriondas que les encantó. Salieron de su país, Honduras, hace cuatro años y en sus velas para la Santina piden «por la familia de aquí y la de allá», pero también le agradecen «la oportunidad de estar aquí y poder trabajar», aseguran. Su próxima parada son los Lagos. Quieren ver los Picos de Europa. De algo más cerca vienen Encarnación Díez, Mari Luz Delgado, Jesús Torrero, Mari Carmen Martínez y Enrique Prieto. Desde Burgos a Covadonga en una excursión organizada por el Imserso por Asturias. «Hay que presentarle los respetos a la Virgen», asegura Mari Luz Delgado. Así que el grupo no duda en encender sus cirios, rezar individualmente sus peticiones y ofrendas y después acudir juntos a oír misa en la basílica. Cumplen el manual del buen devoto.

La parroquia de San Mateo en Tarifa, la basílica de la Merced y la capilla de la Expiración de Jerez, la iglesia de Nuestra Señora de los Milagros en el Puerto de Santa María, la parroquia de la Inmaculada en la Línea de la Concepción, la capilla del Nazareno en Cádiz o el santuario de Nuestra Señora de los Milagros de Orense se han apuntado al carro de las tecnologías digitales. Desde cualquier lugar del mundo con un teléfono móvil o un ordenador se pueden encender velas virtuales. En Covadonga, por ahora, se mantiene el modelo de siempre, el que huele a cera, da calor y ofrece una tenue luz camino de la Cueva.