Gijón, J. MORÁN

El historiador Luis Suárez Fernández (Gijón, 1924), miembro de Real Academia de la Historia y Premio Nacional de Historia (2001), ha sido medievalista en origen, pero también ha investigado el franquismo al ser la persona encargada por la familia para estudiar los archivos privados de Franco. Ello cristalizó en la obra «Franco, crónica de un tiempo», en seis volúmenes. Suárez fue catedrático (1955), decano (1963) y rector (!965) de la Universidad de Valladolid. Es nombrado Director General de Universidades e Investigación en 1972, y en 1975 pasa a la cátedra de Historia Medieval de la Universidad Autónoma de Madrid, de la que es emérito. Atiende a LA NUEVA ESPAÑA en conversación telefónica y habla preferentemente como historiador, aunque añade algunas consideraciones personales.

-¿A qué conclusiones ha llegado después de estudiar o vivir el franquismo, y particularmente en lo que concierne a Asturias?

-Sobre Asturias no me atrevería a decir mucho porque viví allí muy poco tiempo, de niño. Me parece un error hablar de franquismo porque lo que hubo en España fue un régimen autoritario que los historiadores definimos como una dictadura de emergencia. Sucedió lo mismo en Portugal, o en la Turquía de Atatürk, o en Polonia, con Pilsudski. Es decir, países que se encuentran por una circunstancia política prácticamente derrumbados y hay que reconstruirlos. En esa reconstrucción de España se ve claramente que hay tres etapas. Una primera, relativamente corta, es de duda y afirmación de un partido que se llama Movimiento, pero que termina en 1944.

-¿Posteriormente?

-A partir de ahí empieza lo que podríamos llamar el segundo régimen, con una gran influencia de la Democracia Cristiana, cuando están operando católicos, sobre todo, que tratan de reparar los daños del pasado, de reconstruir, de hacer la paz... Por ejemplo, consiguen que se eliminen los delitos cometidos en la guerra, que no se vuelva a hablar de ellos y no se puedan renovar las represalias antiguas. Es uno de los grandes logros de Carrero Blanco. Eso dura hasta 1959, y hay un intento en ese momento de volver a imponer un sistema de partido único -la reforma de Arrese-, pero ahí interviene la Iglesia de una manera muy clara y todos los ministros sin excepción rechazan el proyecto. Comienza entonces la transición hacia el restablecimiento de la Monarquía, ya con una idea muy clara que don Juan Carlos debería ser el Rey.

-La tecnocracia.

-Ese tercer momento es el que recuerdo mejor, porque es lo que me tocó vivir más de cerca cuando era catedrático y después director general. Tuve relación con muchas de las personas que entonces intervenían y creo que esa es una de las grandes cosas que se ha podido hacer: una transición hacia la Monarquía sin nuevas violencias. La generación que trabajo en aquello debería tener hoy un reconocimiento mayor del que tiene, en lugar de volver atrás con los odios y la Memoria Histórica. Me parece que aquella generación (debería hablarse de la generación del 55) trabajó en este sentido, en barrer las diferencias para que hubiera una nueva reconciliación entre los españoles y no se repitiera más lo que había ocurrido en la guerra civil.

-En 1956 el Partido Comunista también habla de reconciliación nacional.

-Vieron claramente lo que estaba ocurriendo en España y que el enfrentamiento no les iba a proporcionar las ventajas que ellos creían. En realidad, lo que descubrieron es que la gente en España estaba más o menos conforme con la situación, se había acomodado. Había quienes podíamos haber temido en otro momento el temor de que se tomasen represalias, pero fue al revés: estábamos siendo cuidados y exaltados. Es algo que verdaderamente llama la atención

-Pero la guerra no quedó olvidada, según se ve en el presente.

-La guerra civil española fue cruel, pero muchísimo menos de lo que Europa tuvo que vivir en aquellos años, y esto no se dice. Lo que pasa es que los otros países procuran más sensatamente evitar los odios y nosotros parece que los generamos. Es una cosa tremenda lo que nos ocurre.

-¿Cuál es su análisis de la represión franquista?

-La impresión que yo tengo a través de la documentación es que Franco trató de frenar, no de activar, la represión. Lo que pasa es que en el primer momento de la postguerra domina un sector importante de Falange, los que estaban en torno a Serrano Suñer y toda esa gente que pensaba lo contrario: que había que prevenir para el futuro mediante las represalias. Pero una de las cosas de las que se jacta Franco es de haber otorgado muchas amnistías de pena de muerte. Franco no tenía que firmar ninguna pena de muerte (tampoco Azaña), pero sí podía firmar indultos.

-¿Hasta qué punto influye la Iglesia en el régimen?

-Hubo ese factor importante, que es el que en este momento falla. La Iglesia interviene para que España se aparte de Hitler y la frase de Pío XII no puede ser mejor: no hay que fiarse de él. España se aparta de esas relaciones y busca el acercamiento a los aliados y a la neutralidad. En otro momento, como recordaba antes, en 1959, la Iglesia dice que esto no puede ser un régimen de partido único bajo ningún concepto y que a España le conviene ir hacia una apertura y a un reconocimiento de los derechos humanos fundamentales. También lo consigue la Iglesia y es cuando se cambian las cosas. A mí me parece que eso es lo verdaderamente importante, porque pienso lo mismo que Pío VII le dijera en una famosa respuesta a Napoleón: lo importante no es un régimen político; lo importante es el orden moral que está detrás de ese régimen. Si no hay un buen orden moral detrás, no se construye nada, no se resuelve ninguno de los problemas.

-¿Asturias bajo el franquismo?

-Si señalaría una cosa muy importante: la prosperidad. Aquellos años en los que se hizo el cambio de la economía fueron años verdaderamente importantes. Y se superaron problemas. Mis recuerdos de la niñez en Asturias son terribles y después no; al contrario, hubo entendimiento y Asturias experimentó una mejora muy considerable en todos los órdenes. Ahora estamos en crisis y Asturias ha vuelto a sus dificultades, pero creo que no deberíamos olvidar nunca que lo importante es el ser humano y Asturias ha producido a lo largo de su historia seres humanos de una importancia verdaderamente gigantesca. Pongo en dos personas el punto de mira: Jovellanos y Sabino Fernández Campo, que son dos puntos distintos, pero de la misma importancia.

-¿Asturias en el archivo privado de Franco?

-Se percibe el afecto que le tenía Asturias. Su estancia en Oviedo siendo el «comandantín» tuvo una enorme importancia, no sólo por su matrimonio, que para él fue decisivo (Franco no tendrá ninguna querida y la solidez de ese matrimonio es fundamental), sino por los amigos que hizo allí, por las relaciones que entonces establece en los cafés de la calle Uría.