Abogado, fundador de la Democracia Cristiana en Asturias

Oviedo, Javier NEIRA

Luis Vega Escandón, abogado luanquín afincado en Oviedo, es uno de los fundadores de la Democracia Cristiana en Asturias, diputado con UCD, eurodiputado y, antes, infatigable defensor de los mineros ante los tribunales especiales franquistas.

-¿Cómo arrancó su grupo democristiano en Asturias?

-José María Alonso Vega, Fernando Junceda, Alfredo Prieto Valiente, Antuña y otros estábamos en las juventudes de Acción Católica. De Oviedo o de Gijón. Hablábamos de la vida política y social y nuestras posturas chocaban con el franquismo por lo que tenía de dictadura. No hablábamos de la guerra y los muertos. Yo tengo uno en la familia, de allá, y no lo digo nunca. En un momento dado decidimos constituir una organización política. Ninguno había estado en Falange ni en el SEU. Yo me negué a pagar la cuota. Y eso que el otro día, en una entrevista de este ciclo, el señor Ballesteros decía no sé qué. No pagué, era una cuota cara. Mi padre había muerto al poco de la guerra por una enfermedad contraída en prisión, lo habían tenido aquí en Oviedo haciendo trincheras. Tenía una fábrica de conservas y le robaron la maquinaria. Cuando murió, yo tenía 8 años. Bueno, hablábamos de organizar España de forma similar a los países de la Europa ya liberada del nazismo.

-¿Cuándo?

-El paso lo dimos en 1952. Conectamos mucho después con Íñigo Cavero y Óscar Alzaga. Conocimos a un señor de Gijón, Carrascal, que había sido secretario general de la CEDA. Y al catedrático de Canónico de Sevilla, don Manuel Fernández, también de la CEDA.

-¿Y Ruiz-Giménez?

-Aún estaba en la luna de Valencia; y gracias a Dios, porque al final nos fastidió. Era muy buena persona, pero metió la pata. Bullía en «Cuadernos para el Diálogo». Lo trajimos para que hablase del aborto y dijo cosas que ni ahora se dicen aún. Le eché una buena bronca. Y después se empeñó en ir a Chile a defender al jefe de los comunistas. Fue su ruina. No consiguió nada.

-Volviendo a los cincuenta.

-Hacíamos reuniones, en Oviedo, en casas de unos y otros. Después tuvimos un local al fondo de la calle Uría.

-¿Cómo les afectó la represión del «contubernio de Múnich»?

-No nos tocó.

-Allí estaba Gil-Robles...

-No estábamos con Gil-Robles. Creíamos que se había equivocado. Cuando nos relacionamos con él y con Ruiz-Giménez, vino el desastre. Joaquín quería aliarse con los comunistas. Tenía esas ideas.

-¿Cómo vivieron los sesenta?

-Cada vez con más gente en nuestras filas. Conectamos con otros grupos de pensamiento católico y actitud democrática. En Cataluña, con Antón Cañellas. En Madrid, con Jaime Cortezo.

-¿Y con la jerarquía de la Iglesia?

-Nada. Como partido no teníamos contactos con la jerarquía porque era otra cosa.

-¿Existía un Oviedo politizado?

-La mayoría de la gente no se ocupaba de nada, salvo los comunistas, que eran lo que más revolvían, y algunos más como nosotros.

-¿Concurrieron a las elecciones del franquismo?

-No, no nos presentábamos.

-¿En qué consistía, entonces, su acción política?

-Estaba centrada en el estudio, allegando gente y esperando la muerte de Franco, como así fue.

-Asturias cambió.

-Experimentó una gran transformación industrial. Los mineros, que eran el foco de tensión, empezaron a vivir bien y a ganar dinero. Las villas mineras se arreglaron mucho. No todo era malo, se hacían cosas bien. Los que estaban con Franco no eran todos tontos, había gente muy inteligente. Ballesteros, por cierto, nos situó el otro día con López Muñiz, que presidía la Diputación. Yo hablaba a veces con él porque su mujer era pariente. Pero en plan político jamás hablamos.

-¿Cómo fue el paso masivo del campo a la ciudad?

-Las barriadas obreras se hicieron bastante bien. El paso del campo a la ciudad resultó bien.

-¿Cuándo nació como tal su partido?

-A escala nacional, en 1959. Y creamos la fundación Humanismo y Democracia, que presidió Landelino Lavilla. Recuerdo que Tejero, el 23-F, planeó quemar unos sillones para iluminar el Congreso si faltaba la luz y Landelino le dijo que había tres grupos electrógenos. Tejero pudo asfixiarnos.

-Las autoridades eran católicas; ustedes, un partido católico y, sin embargo, no pintaban nada.

-Desconfiábamos de esas autoridades católicas. Insistían en que nos presentásemos a las elecciones de concejales, pero nos negábamos.

-¿Asturias de izquierdas?

-No se notaba en nada. Defendí en total a 400 mineros en el Tribunal de Orden Público, en el TOP. Cobraba sólo el viaje a Madrid y allí me hospedaba en casa de mis suegros. Nadie hacía eso. Siempre me llevé muy bien con Emilio Barbón. Le dije que en Suresnes apoyase a Felipe González.

-¿Cómo era el TOP?

-Después de todo, bastante independiente. De los 400 encausados casi todos salieron bien parados.

-Estaba viciado de partida.

-Sí, pero te dejaban hablar lo que quisieras en los juicios. Los magistrados aplicaban el derecho y con manga ancha. Por cierto, eludimos el delito de reunión.

-¿Cómo?

-Se basaba en una ley de 1884 que se refería a locales cerrados y otros similares. Sorteé el delito de reunión ilícita aconsejando a los mineros hacer asambleas en un prau y que sólo hablasen de la silicosis, que era el tema, nada de meterse con Franco. La Guardia Civil los detuvo, acabaron en Carabanchel, hubo juicio, alegué que la reunión fue en un prau y sólo sobre silicosis, y salieron libres. El fiscal recurrió y volvieron a absolverlos. De los 400 que defendí ante el TOP casi todos eran mineros.

-¿Diversiones?

-Oviedo no era muy divertida. Para el baile había que ir a Colloto en tranvía. Bueno, también en los bajos del Filarmónica y en la esquina de Cervantes donde había de todo: baile, boxeo y peleas de gallos.

-¿Trató mucho a Tarancón?

-Sólo relaciones personales; pero no como grupo político.