La nube de ceniza sigue ahí arriba, y no se sabe cuánto tardará en irse, ni hay tampoco modo alguno de empujarla. La nube de ceniza ha coincidido con la nube de dinero fuera de control que se mueve por el mundo sacándoles la sangre a los países. Tampoco hay modo alguno de librarse de ésta. En otro tiempo las nubes tenían condición divina, provocaban los fenómenos atmosféricos y, de paso, mirándolas, nos venían ideas a la cabeza, como en la comedia «Las nubes», de Aristófanes. Hoy, a efectos prácticos, hemos destronado a los dioses e intentamos ocupar su lugar, pero las nubes siguen ahí. Aunque podemos considerar que la nube de dinero vampírico es de creación humana, todo lo que está fuera de nuestro control deja de serlo. Ojalá que la aparición de las dos nubes nos bajara los humos, nos hiciera poner los pies en la tierra y dejáramos de desatar fuerzas que no podemos controlar.