Ahora que va a subir el IVA, ahora que los empleados públicos van a ver recortadas sus nóminas una media de un 5 por ciento y los jubilados se van a ver metidos en el «congelador» económico, sólo queda un lugar en el mundo donde el dinero no es problema y el hombre puede vivir feliz sin temor a que se le caiga encima, de repente, uno de esos índices bursátiles tan ciclotímicos. Ese paraíso donde la vida deja de ser un «dracma» económico es la cafetería de la Junta General del Principado. Allí los pinchos tienen precios de economato de Hunosa y el café cuesta tan barato como Zapatero dijo en la tele que costaba un café. Café y pincho, invitando al contertulio que se encuentres por allí, sale por unos 2,40 euros.

Es fundamental que existan sitios así y más en momentos como éste en el que los diputados han anunciado que van a bajarse el sueldo unos 500 euros al mes para apretarse el cinturón lo mismo que se lo han apretado a uno de cada cuatro asturianos, pues entre jubilados y funcionarios se alcanza esta proporción. Es bueno que los diputados, en adelante tan depauperados, tengan un lugar donde picar algo a finales de mes, cuando los bolsillos crían telarañas.

l Susto el que se llevaron muchos asturianos de la zona centro el pasado miércoles por la mañana, al comprobar que sus teléfonos Movistar no funcionaban y que la pantalla les indicaba que había sobrecarga en la red. No fueron pocos los que pensaron que aquello podría tener algo que ver con el anuncio del gran ajuste económico que en esos precisos momentos estaba haciendo el presidente del Congreso y que, alarmados, millares de funcionarios estaban llamando a sus casas para rogarle a sus seres queridos que hicieran acopio de víveres y se prepararan para sufrir en una larga travesía por el desierto de la austeridad pública. Pero no, era una simple avería.

l Alarmado sí que estaba el papá de José Blanco, ministro de Fomento. Comentaba ayer el ministro en una entrevista radiofónica que su padre le llamó uno de estos días para preguntarle cómo le iba a afectar a él, jubilado, esa congelación de las pensiones. Si es que todo el mundo anda de cabeza por el «zapatazo». Todos menos dos señoras a las que este gacetillero escuchó el jueves, a la mañana siguiente de conocerse el gran ajuste económico, mientras desayunaba en una cafería:

-Madre, madre. ¿Pero tú viste lo que pasó ayer?

- Ya, no me digas.

- Pues sí, que murió Antonio Ozores. Madre.