-¿Cómo ha vivido la reforma laboral del Gobierno de España?

-Me afecta, porque yo también soy funcionario del Estado. Son medidas que hay que tomar y el Gobierno es valiente haciéndolo. A mí no me gustan personalmente, pero son circunstancias objetivas que están ahí y no las ha provocado España, ni ningún país en concreto. Por lo que hay que hacer frente a ello de la mejor manera posible. Desgraciadamente estamos en una situación en la que no se puede hacer lo que uno quisiera. Es un poco al revés del refrán: Hay que pasar hambre ahora para tener pan en el futuro.

-¿Cuándo cree que llegará el pan?

-Quizás a final de año comience algún pequeño repunte, pero habrá que esperar más. Si supiera cuándo llegará el día en que definitivamente salgamos de la crisis lo diría, pero seguramente no sería cónsul, sino un alto financiero de Nueva York.

-¿Echa de menos su Gijón natal?

-Mi Gijón natal y mi Oviedo de adopción, porque yo estoy en medio de la tragedia (se ríe). Nací en Roces y luego estudié Bachillerato en los Jesuitas de Gijón. Más tarde mi familia se trasladó a Oviedo, cuando tenía 15 años. Donde estudié Derecho. La nostalgia se ahoga rápidamente cuando llego allí. Pero me temo que hasta que termine la Expo, en noviembre, no podré volver.

-¿Cómo es el estilo de vida de un cónsul español?

-Plagado de trabajo. Hay pocos medios en el consulado y mucha gente que nos visita, sobre todo ahora. Cada comunidad autónoma va a enviar una delegación y serán 17 semanas recibiéndolas. Lo más duro fue la inauguración de la Expo. Fueron 16 horas seguidas sin un minuto de descanso y a mi edad...

-¿Dónde ha sido más feliz de sus numerosos destinos?

-En Japón. Todos los destinos tienen su peculiaridad y te enriquecen, pero allí he vivido momentos inolvidables. Aunque los medios de los que dispones en los consulados siempre son menores en comparación a la labor a desempeñar.

-¿Dónde fijará su residencia cuando se jubile?

-No lo sé, ni pienso en la jubilación. Ya llegará, aunque es cierto que ya soy un poco «vieyu».