Cónsul de España en Shanghai

Gijón, Ángel CABRANES

Gijonés de nacimiento y ovetense de adopción, Antonio Segura Morís acumula a sus 65 años una trayectoria como diplomático que le ha llevado por todo el mundo. Desde que fuera nombrado cónsul de España en Japón en 1973, ha representado al Estado español en ciudades como Estocolmo, Buenos Aires, Pekín y Ciudad del Cabo, y países como Singapur, Indonesia, Pakistán y Afganistán. El 1 de agosto de 2007 fue destinado de nuevo a China, pero en esta ocasión a Shanghai, actual sede de la Exposición Universal. Desde allí atiende la llamada de LA NUEVA ESPAÑA, en uno de los pocos «ratos libres que me dejan unos meses de trabajo intenso».

-¿Cuál es la percepción que tiene el pueblo chino de España?

-La figura española no es muy conocida. Últimamente, con las comunidades autónomas, hay una tendencia a desfigurar nuestra imagen. Por ejemplo, en la venta del vino, en lugar de acudir como producto español, cada uno viene representando a la marca de su pequeño viñedo. Algo que Francia, que cuenta con una tradición vinícola y las dos grandes denominaciones de origen como Borgoña y Burdeos, pues no hace. Se presenta como Francia, porque sabe que esa sola imagen vende mejor y es más rentable a la larga.

-¿Cuál es el impacto real de la Exposición Universal de Shanghai?

-Menor de lo que los organizadores se esperaban. Desde hace tres años se lleva anunciando que se iban a recibir 70 millones de visitantes, para lo que hace falta que al menos 380.000 acudan a diario, y están yendo unos 100.000, si es que llega. Se supone que mayo y junio, antes del gran calor, y septiembre y octubre son los meses de más visitantes. Si esto es así, cabe pensar que no va a ser tal y como se preveía.

-¿Está teniendo éxito el pabellón de España?

-Sí, pero no tanto como la prensa española cuenta. Es uno de los diez más visitados, pero creo que tiene nueve por delante. Las colas mayores se registran para visitar el de Estados Unidos. También Francia es una de las que más se esfuerza en organizar actividades complementarias para atraer al público. Precisamente, hace una semana, en el paseo fluvial del río Huangpu, frente a mi oficina, realizaron un desfile de moda de Christian Dior. Hubo barra libre de Moët Chandon y todas las exquisiteces posibles. Eso, unido al prestigio que ya tiene, da una gran publicidad.

-¿Cómo definiría la oferta española?

-Nuestro pabellón está dividido en tres espacios básicamente, en el que se contemplan el lema que persigue la exposición: «Una ciudad mejor para una vida mejor». Hay una zona inspirada en la ciudad del pasado, elaborada por el director de cine Basilio Martín, que recoge imágenes de los años 50 en adelante. Luego está la ciudad actual, elaborada de forma brillante por el también director Bigas Luna, en la que se ven imágenes de los Sanfermines, campestres, urbanas... Al final está la ciudad del futuro, realizada por Isabel Coixet, representada por un enorme bebé de unos cinco metros de altura, que se mueve, llora y ríe. Eso se supone que será el futuro.

-¿Hay alguna llamada a Asturias?

-Quizás en las imágenes de la ciudad del pasado pueda haber algo, pero son tantos los lugares proyectados que no me ha dado tiempo a fijarme. Sin embargo, el hotel Gran Meliá está celebrando semanas gastronómicas inspiradas en cada comunidad española. El turno de Asturias llegará en julio. Allí es donde estaremos más representados.

-Parece que el recinto tuvo algún contratiempo debido a las goteras.

-Fue una exageración. Antes de la inauguración decidieron reforzar un parte de la estructura para prevenir alguna posible gotera. Se arregló y nadie más se acordó de aquello. Luego vi que se habló mucho en los periódicos, y en el resto de medios españoles. En realidad fue eso, nada.

-¿Ayudará este evento a aumentar la cuota comercial española en una economía emergente como la china?

-La exposición es una inversión a largo plazo. Es importante dar una buena imagen, porque muchos empresarios acudirán, aunque es difícil contabilizar cuándo se empezará a rentabilizar el proyecto. Lo que está claro es que hay que estar en Shanghai, porque participan todos los países importantes, y hasta los que no lo son.

-¿Se ha notado la crisis allí?

-No tanto como en Europa, aunque también hay empresas que han tenido que cerrar. La diferencia está en que si la producción se orienta a la exportación, la empresa china o extranjera va a pasar por dificultades. Si está encaminada al consumo interior, no hay problema.

-¿Es el gigante asiático uno de los grandes motores para salir de la crisis?

-Habrá que ver cómo evoluciona todo, hasta la propia economía china. Hay que ser prudentes.

-¿Se encaminan los países orientales a un estilo de vida cada vez más occidental?

-Sólo han calado los aspectos más superficiales. Los occidentales llegamos aquí pensando en que la forma de vivir es similar a la nuestra, porque los vemos hacer negocios con traje de etiqueta o automóviles europeos, pero la manera de pensar oriental es radicalmente distinta.

-¿Cómo es esa manera de pensar?

-Frente al racionalismo occidental, aquí el pensamiento está hecho de sensibilidades y percepciones. Se apoyan en el sentimiento, y son muy intuitivos, lo que a veces motiva a mal entendidos a la hora de negociar con ellos. Es su forma de funcionar en la vida. Lo que ellos llaman escuchar cómo crece la hierba.

-¿Se está avanzado en el respeto de los derechos humanos?

-Éste es un tema tremendamente delicado. Hay que procurar instar al Gobierno chino a que los cumpla, pero sin herirlo, ni que se enfade. Porque si no, se vuelven cerrados y ya sería imposible. Se está avanzando, lentamente, no como nosotros quisiéramos, pero es mejor el paso al que va que no obtener nada.

«Decir que hubo goteras en el recinto español es una exageración, sólo se reforzó la estructura»

«En China también se ha notado la crisis, salvo en la producción encaminada al consumo interior»