Gijón, J. MORÁN

Lo ha cuidado y sacado adelante casi como a un hijo; pero no es un hijo de madera, sino de terracota, arcilla cocida y previamente modelada en forma de guerrero chino que hizo los honores correspondientes durante el enterramiento del emperador Qin Shi Huang, hace ya 23 siglos.

El periodista asturiano José Luis Balbín (Pravia, 1940) muestra en su domicilio madrileño una escultura inesperada: una de las casi 8.000 figuras del ejército de terracota de Xi'an, cuyo equipo de arqueólogos acaba de ser galardonado con el premio «Príncipe de Asturias» de Ciencias Sociales. «Probablemente es el único guerrero de terracota en estas condiciones: traído de China, reconstruido, restaurado y conservado aquí, en mi casa», comenta Balbín a LA NUEVA ESPAÑA. «Me ha costado mucho trabajo y me ha salido caro, pero estoy encantado, enamorado del guerrero», agrega.

Quien fuera creador y director del célebre programa televisivo «La clave» -nacido durante la transición española-, ha dado también con una de las claves del ejército de terracota: sus figuras eran en origen polícromas y así luce el guerrero de Balbín, con vivos colores que se asemejan a verdaderas vestiduras.

De hecho, este guerrero de Xi'an adoptado por José Luis Balbín ha nacido y renacido cuatro veces. La primera, cuando el unificador y primer emperador de China, Shi Huang, de la dinastía Qin, decidió que su mausoleo contase con miles de figuras de guerreros, más caballos y carrozas, todo ello en tamaño real. Al fallecer hacia el año 210 antes de Cristo, el emperador se fue al otro mundo junto a un ejército de terracota en formación de batalla: era su poder más allá de la muerte.

«El yacimiento fue descubierto en 1974, y yo lo visité poco después, pero no con la intención de conseguir una de las figuras, sino como amante de la arqueología; fue espectacular ver aquello cuando se iniciaban las excavaciones», rememora el periodista de Pravia. Más tarde, «cuando volví a visitarlo ya me interesé por si se podía conseguir alguno de aquellos guerreros y me puse en contacto con uno de los técnicos de las excavaciones».

Había bajas en aquel formidable ejército que a Balbín le podían ser útiles. «Por una parte, está el ejército de terracota como tal, que es un monumento nacional de China y, por tanto, intocable». Sin embargo, «como a lo largo de los siglos se habían producido inundaciones u otros problemas, los propios técnicos han separado figuras rotas o desfiguradas y ellos mismos las reconstruyen y las van reincorporando al ejército».

Pero, entre las bajas, «algunas piezas están más deterioradas y no las reincorporan; uno de aquellos encargados me dijo que me podía conseguir una que, aun estando muy deteriorada, sería de las más enteras. Y me la traje». Era el segundo nacimiento de un guerrero fracturado y retirado, pero el soldado de Balbín aún tenía que sufrir más. «Traerlo a España fue una aventura y tardé más de un año en recibirlo; vino por barco y donde más se deterioró todavía fue en el puerto de Barcelona, porque lo tuvieron allí sin avisarme durante meses, en un cajón al aire libre, con lo que le entraron agua de lluvia y humedad».

En suma, «cuando me llegó, estaba bastante más destrozado de como yo lo había encontrado en Xi'an». En aquella época, mediados los años noventa, «yo era jefe de prensa del Museo del Prado y di con dos chicas especialistas en restauración que también trabajaban para el museo». María Ángeles Solís Parla y María del Carmen Gómez García emplearán «más de un año en ponérmelo bien, y de todo ese proceso tengo un álbum con informes y con fotos de cómo estaba el guerrero al comienzo y de toda la historia de la restauración».

Aquél fue el tercer nacimiento del guerrero de Balbín, pero faltaba aún el cuarto: la vestimenta polícroma. «El que más mérito ha tenido en todo esto es un amigo mío íntimo, Juan Romero, pintor sevillano. Estuvimos discutiendo mucho la posibilidad de pintar el guerrero, pero amigos comunes nos decían que éramos unos salvajes si lo hacíamos con una figura de esa antigüedad». Sin embargo, a favor del color «estaba que sabíamos que en origen eran polícromos, como tantas esculturas de la Antigüedad; además, en los guerreros se conservan restos de pigmentos de la época».

Pintado finalmente el guerrero, «ahora sabemos que hay figuras de terracota que no han sido desenterradas todavía porque los arqueólogos buscan una técnica para extraerlos sin que pierdan el color». En efecto, la policromía de los guerreros de Xi'an se pierde a las cinco horas de exposición al oxígeno.

¿Cuánto le ha costado a José Luis Balbín el renacimiento de su guerrero? «Podría hacer sumas, porque no recuerdo las cifras. Quien regateó conmigo fue Paloma Segrelles, la presidenta del Club Siglo XXI, que era más mercantil que yo. El resto fue lo que costó el viaje en barco y la restauración». El periodista agrega que «me ha salido caro, pero estoy encantado y lo pasé muy bien con toda la operación». ¿Hay más guerreros de Xi'an fuera del mausoleo de Qin Shi Huang? «He visto figuras de éstas en restaurantes chinos, pero son más bien copias burdas, y en Madrid hubo una exposición muy solemne hace unos años a la que sí trajeron piezas originales».

La peana giratoria sobre la que se eleva el guerrero de Balbín tiene una placa alusiva en cada una de sus cuatro caras: en chino, castellano, bable y latín. «En latín porque Roma y China era los dos grandes imperios; y el texto chino está escrito por una catedrática, Tatiana Fisac, hija del arquitecto». El texto castellano «lo escribió mi amigo Víctor García de la Concha, director de la Real Academia de la Lengua, y el bable me lo consiguió el periodista Faustino Álvarez, y creo que se lo escribió alguien de la Academia de la Llingua».

Así, a los pies de un guerrero de Xi'an reza un texto que dice: «Xoxé Lluis Balbín Meana, egrexu escritor, traxo dende Xi'an nel sieglu venti esti gloriosu guerreru de terracota, proveniente del mausoléu del emperador Qin Shi Huang, fundador de la dinastía Qin y primer xunificador de China nel sieglu terceru enantes de Cristu. María Ángeles Solís Parla y María del Carmen Gómez García, mui respeables restauradoras, remocicáronlu percuriosamente. Y Juan Romero Fernández, artista de sonadía, pintólu con singular inxeniu y con extremaos collores». «Esto es todo», sentencia Balbín de su hijo guerrero.