El impulso, primero fuertemente autárquico y posteriormente más matizado, que supuso la creación y puesta en funcionamiento del Instituto Nacional de Industria (INI), una de las mayores apuestas económicas del franquismo, tuvo para Asturias importantes consecuencias.

Sin duda, la más espectacular y conocida fue la creación de Ensidesa; pero no fue, ni mucho menos, la única. En el mismo marco geográfico de la ría de Avilés se produjeron otras intervenciones de consecuencias diversas. Langreo, Oviedo, Trubia y otros emplazamientos mineros también se vieron afectados.

El creador y primer gran dirigente del organismo, Juan Antonio Suanzes, marcó el rumbo inicial de la actividad hasta que abandonó el cargo en 1963. El propósito de este texto es revisar someramente cuáles fueron las iniciativas asturianas de esos años.

Juan Antonio Suanzes Fernández es todo un personaje protagonista en la industrialización del país. Nacido en Ferrol en 1881, ingresa muy joven en la Academia Naval de la ciudad. Siendo alférez de navío, accede en 1915 a la Academia de Ingenieros y Maquinistas Navales y forma parte de la primera promoción que sale en 1917 y en la que figuran, entre otros, Nicolás Franco; el futuro director de Ensidesa, Áureo Fernández Álvarez, y Jesús Fernández Alfaro, quien sería, a su vez, director de otro de los grandes pilares del INI: la empresa nacional Elcano de la Marina Mercante. En 1920 es contratado por la Sociedad Española de Construcción Naval, «la Naval», para hacerse cargo de su astillero de Cartagena, labor que simultánea con su empleo en la Armada. En 1922 abandona la carrera militar. En 1934 deja la Naval y trabaja hasta el comienzo de la Guerra Civil en Boeticher y Navarro. La guerra lo reúne con Franco, quien lo nombra ministro desde 1938 a 1939. Tras una temporada a la cabeza de la Dirección de Construcción e Industrias Navales Militares, dirigirá el Instituto Nacional de Industria desde su creación, en septiembre de 1941 hasta 1963.

Su etapa es la más decididamente autárquica, en parte por necesidad y en parte por convicción. Las propuestas del Instituto, sobradamente conocidas, se fundamentan en dos líneas de actuación. Una, la creación de iniciativas industriales y mineras en sectores estratégicos. La otra, colaborar financiera y técnicamente con industrias existentes de esos mismos sectores. Este último aspecto conllevaría, entre otras, una labor que se ha dado en denominar «hospital de empresas» que afectaría de forma trascendental a Asturias, pero sobre todo en época posterior al mandato de Suanzes .

Las primeras intervenciones del INI en territorio asturiano se mueven en ambas fórmulas. Por una parte, la empresa Adaro, con toda propiedad «Empresa Nacional Adaro de Investigaciones Mineras», realiza prospecciones mineras de carbón en lo que se suele denominar zona de La Camocha y en alguna ocasión cuenca hullera de La Camocha. El 25 de agosto de 1949 se inaugura el ferrocarril de La Camocha a Veriña, realizado por la Sociedad Anónima Felgueroso con financiación del INI. También por esa época se construyen diversas viviendas para obreros. Adaro también intervino durante estos años en prospecciones de mineral de hierro en la zona de Quirós.

Cuando, más adelante, se lleve a cabo el proyecto de Ensidesa, estará íntimamente unido a ciertos yacimientos que le proporcionen sus materias primas, especialmente el carbón de Riosa y el mineral de hierro de Vivero, en Lugo; pero se gestionarán directamente por la siderurgia.

Otra de las intervenciones tempranas del INI en la región se fundó en el otro modelo, el de adaptación de una industria preexistente.

La Sociedad Ibérica de Nitrógeno se había creado el 16 de octubre de 1923, y en 1924 se había comenzado la instalación de la Fábrica de la Vega, en La Felguera, para tratar de producir 10 toneladas diarias de amoniaco por el procedimiento «Claude», partiendo del hidrógeno de los gases de hornos de coque de la Duro-Felguera, pero no dio los resultados previstos. En abril de 1941 se decreta su carácter de «Empresa de Interés Nacional», y en 1942 el INI se hace partícipe por ley.

La empresa forma parte de aquéllas en las que el Instituto declara poseer una participación minoritaria. En esos años el presidente representante del capital privado es el conde de Gamazo.

Se establece una serie de convenios con industrias francesas e italianas para ampliar la producción de amoniaco sintético, ácido nítrico, ácido sulfúrico, nitrato amónico y sulfato amónico, y se prepara la construcción de una nueva fábrica en Barros. Eran los años de la más pura autarquía y resulta significativo que en el resumen de actividades del INI se hace constar que en los años 1948 y 1949 la producción tuvo que estar detenida durante largos períodos por restricciones en el suministro de energía.

Posteriormente, se realizó una ampliación de la capacidad de producción de las instalaciones para alcanzar una producción total de 26.000 toneladas de nitrógeno al año. Esta ampliación, aprobada y declarada de «interés nacional» por decreto de 22 de junio de 1956, quedó totalmente realizada en el transcurso del año 1961.

El año de la marcha de Suanzes, 1963, las dos fábricas están a pleno rendimiento, la empresa tiene 787 empleados y produce el 9 por ciento del nitrógeno del país, pero se prepara una transformación estratégica con vistas al empleo de combustibles líquidos. Para entonces, el capital desembolsado era de 350 millones de pesetas, del que el INI poseía el 6,5 por ciento de las acciones. Los resultados habían supuesto casi 30 millones de pesetas de beneficios, lo que suponía volver a la línea de 1961, después de un 1962 bastante peor. Gamazo había pasado a ser presidente honorífico, mientras que el representante del capital privado era el ingeniero Francisco Bustelo Vázquez.