Oviedo, Raquel L. MURIAS

Puede que un remedio para frenar la caída en picado del número de urogallos cantábricos que todavía habitan en Asturias sea recuperar el pino. En esta cuestión coinciden varios estudios científicos que concretan que si hubiese más presencia de coníferas, el ave podría recuperarse en la cordillera Cantábrica y en el Principado, donde los datos del último censo llevado a cabo por los guardas de la Consejería de Medio Ambiente invitan al pesimismo, ya que la población centro-oriental ha pasado de 51 machos en 2000 a situarse entre tres y seis machos avistados este año.

Según un estudio llevado a cabo por la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), los pinares de la zona de la cordillera Cantábrica empezaron su retroceso hace 10.000 años, pero fue la mano del hombre la que desde hace 5.000 años comenzó a deteriorar los pinares silvestres con el pastoreo, la tala y las actividades agrícolas. Es necesario remontarse a los inicios porque es ahora, después de la acción continuada del hombre, cuando se están pagando las consecuencias en los bosques. Los pinares han ido perdiendo ejemplares y la ausencia de coníferas ha propiciado que el urogallo tenga dificultades para vivir y para comer, ya que se alimenta de los brotes del pino. El estudio de la UPM demuestra que la historia del urogallo cantábrico ha estado ligada siempre a la del pino silvestre; sin embargo, un estudio llevado a cabo en Astorga explica que no es necesario contar con coníferas centenarias para poder volver a ver al ave en los bosques asturianos, basta con plantar pinos nuevos.

Esta visión más optimista, que abre un rayo de esperanza entre los malos datos que ha sacado a la luz el último censo del ave llevado a cabo en Asturias, es la que ofrece también Alfredo Rodríguez Garagorri, ingeniero forestal de estudios del Medio Natural. Rodríguez Garagorri explica que el urogallo cantábrico se está recuperando en una pequeña zona situada a menos de 25 kilómetros de Astorga, «mientras que se extingue en el resto». Asegura el experto que en esta zona hay pinos de una media de ocho metros de altura en las laderas y robles en los fondos del valle. Su tesis es que « el urogallo cantábrico no es un ave que prefiere vivir en bosques maduros y frondosos, sino que ha tenido que vivir en ellos porque en su entorno no encuentra otra cosa». Asegura el ingeniero forestal que «el discurso científico habitual sobre urogallos está sesgado, porque liga al animal a un tipo de hábitat que no sólo no es el único en el que vive la especie sino que no parece el más adecuado para ella desde el punto de vista de la supervivencia invernal», concreta. Rodríguez Garagorri defiende que si se plantasen pequeños bosques de coníferas donde el urogallo se pueda refugiar todo el año, podría recuperarse la población. El monte asturiano está sufriendo también las consecuencias de un medio rural que está abandonando sus bosques. Sobra maleza, faltan árboles que crezcan bien distribuidos y faltan arándanos y frutos que puedan dar alimento al urogallo. «El coste de una prueba piloto en Asturias no superaría los 60.000 euros y podría salvar a la especie», asegura el experto.