La ría de Avilés es, sin duda, la zona asturiana que más intensamente vivió las consecuencias de los planes industrializadores de Suanzes. Además de Ensidesa, llevó allí el INI a cabo dos grandes proyectos: Siasa y la sección asturiana de Endasa.

Siasa, Siderurgia Asturiana, S. A. respondería al modelo de participación minoritaria, aunque importante por parte del INI. Constituida a finales de 1942, es declarada de «interés nacional» inmediatamente, y participada por el INI a partir de 1948. De todas las intervenciones del Instituto en Asturias en los años que comentamos, éste fue, sin duda, el proyecto más frustrado.

En efecto, esta industria cuyo objetivo inicial es la producción de productos siderúrgicos, chatarra sintética, mediante el procedimiento alemán conocido como Renn-Krupp, que esencialmente aprovechaba minerales silicosos y carbones de baja calidad como eran los asturianos, tuvo desde el principio un recorrido complicado. La interrupción de las relaciones con Alemania en 1944, como textualmente cita un informe de actuaciones del INI, retrasó mucho la puesta en marcha, que sólo se pudo llevar a cabo tras la intervención del Instituto, que asume a partir de 1948 más del 30% del capital. La inauguración oficial tuvo lugar en agosto de 1955 con la asistencia del general Franco, que aprovechaba una de sus visitas de inspección a las obras de Ensidesa a bordo del yate «Azor».

La chatarra tuvo buena salida hasta comienzo de los años sesenta; entonces la dinámica del mercado, marcada por las propias estrategias del INI, comenzó un fuerte declive con descenso de beneficios desde 1959, hasta llegar a los casi 7 millones de pérdidas en 1963, el año en que Suanzes abandona la dirección del INI.

En ese momento trabajaban 264 empleados, incluyendo la factoría y tres minas que la abastecían de materia prima. La decadencia se alargaría hasta 1971. Antes había sido absorbida por Ensidesa, fundamentalmente para proteger el destino laboral de la plantilla, no sin que hubiese habido un enconado conflicto entre el INI y el Ministerio de Trabajo por una parte, partidarios de absorber la empresa, y el Ministerio de Industria que se revelaba contra la inviabilidad económica del proyecto. Finalmente Ensidesa adquiriría la empresa por 56 millones de pesetas.

Endasa, Empresa Nacional de Aluminio, S. A. surge como tal en junio de 1943, al considerarse la fabricación de aluminio como de especial interés para la economía del país y para la defensa nacional, el INI participa desde el principio con el 75% del capital. Se crea una factoría en Valladolid dedicada fundamentalmente a la fabricación de aluminio. La ampliación de la producción a alúmina, que conlleva la importación masiva de carbón y bauxitas, propició la creación de una segunda planta en la margen derecha de la ría de Avilés. Se instalará, en principio, en 46.000 metros cuadrados, en la zona del playón de Raíces. La concesión es de noviembre de 1946 y la fábrica está en funcionamiento desde agosto de 1948 .

La fábrica de Avilés crece ininterrumpidamente a lo largo de los años cincuenta y se considera instalada y a pleno rendimiento en 1958. En 1959 produce 5.250 toneladas, frente a 11.000 de la casa madre de Valladolid, pero ya al año siguiente la supera produciendo 11.266, frente a las 11.200 de la castellana. A comienzos de los años sesenta se estabiliza la producción en 18.000 toneladas anuales.

En ese momento las instalaciones consisten esencialmente en las naves de electrolisis, dos grandes naves de 361 metros de longitud por 23 de ancho que cuentan con 78 cubas cada una. La fundición, con dos hornos de fuel y otros dos eléctricos, de 15 toneladas cada uno. Además, la subestación de intemperie y la de rectificación para la gestión energética, y otros talleres, laboratorio, muelle, edificio de servicios, comedores, vestuarios, etc. La empresa contaba con su propio poblado y compartían economato con Ensidesa.

En 1963 trabajaban en la factoría de Avilés 414 empleados, del total de 831 del conjunto, con la fábrica de Valladolid y oficinas centrales en Madrid. La marcha de la empresa era buena, pese a ligeros descensos de beneficios en 1961 y 1962, y el Plan de Desarrollo fijaba objetivos importantes de crecimiento que debía situar la producción en 70.000 Toneladas para el año 1967.

La última de las incorporaciones asturianas al Instituto en la época de Suanzes fue el consorcio de fábricas mineras que se denominó conjuntamente Empresa Nacional «Santa Bárbara» de Industrias Militares, S. A. En ella se incluían las diversas industrias militares preexistentes en Oviedo, La Coruña, Toledo, Sevilla, Palencia y Granada. La empresa se crea por la ley 44/ 1959, de 30 de julio de 1959, y se escritura públicamente en julio de 1960.

A Oviedo y a La Coruña se les encomienda la fabricación del famoso fusil de asalto Cetme, que se venía desarrollando desde 1949 y que sería el arma oficial de los ejércitos españoles hasta 1999. Además se fabricaban otras armas portátiles tanto de repetición como automáticas hasta el calibre 20 milímetros. En 1963 se preveía un plan de modernización para dotar la fábrica de máquinas «Transfer». La fábrica contaba con un taller de fundición de tamaño medio en el que se podían obtener tubos, carcasas para máquinas y piezas diversas para utillaje, automoción, etcétera. Oviedo era, además, la empresa del grupo con más trabajadores en plantilla, un total de 1.196, que superaba los poco más de 900 con que contaban cada una de las factorías de Toledo, Sevilla y La Coruña.

Un caso aparte, que soslayaremos tanto por ser ampliamente conocido como por el espacio que requeriría, es el de la tercera empresa del INI en la ría de Avilés, Ensidesa. Sólo recordar que fue uno de los grandes puntales del Instituto y que transformó la economía nacional y, por supuesto, la regional, además de cambiar por completo el panorama geográfico de Avilés. Según uno de los estudios más clásicos y respetados sobre el INI, entre las luces y sombras de la gestión de Suanzes al frente del instituto se destacan como éxitos, creaciones de nota, las empresas eléctricas de la primera época, y Repesa, Seat y Ensidesa, en la etapa expansiva de los años cincuenta. Estas últimas, se ha dicho muchas veces, serían el producto de un cambio de rumbo en el que se pasa de la más asfixiante autarquía a nuevas condiciones que proporcionan tanto el propio desarrollo interno como la apertura al exterior que supone la ayuda estadounidense. Un cambio de situación que vendría de la alta política internacional y en la que la creciente hostilidad entre los Estados Unidos y las «amenazas» del comunismo internacional transformaron la percepción americana del General Franco, que pasó de ser antiguo simpatizante de las causas nazis e italianas y dictador antidemocrático, a enemigo de mis enemigos y, por tanto, su aliado. Una política que ya anteriormente había dado sus frutos y su literatura. Recuérdese la célebre frase que se suele atribuir a Franklin D. Roosevelt sobre al dictador nicaragüense Anastasio Somoza padre, dictador en Nicaragua desde 1934. Según se dice, Roosevelt habría dicho de él en 1939: «Somoza may be a son of a bitch, but he's our son of a bitch» («Somoza puede ser un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta»).

El punto final del período de Suanzes, la gota que colmó el vaso, también tuvo a Asturias como protagonista de fondo. En realidad la incompatibilidad de las ideas de Suanzes con las nuevas directrices económicas que habían aterrizado en los gobiernos de Franco empezando por Ullastres y Mariano Rubio desde 1957 fue constante. Eran los llamados ministros tecnócratas, muchos de ellos relacionados con el Opus Dei y adalides de los nuevos planes de estabilización y desarrollo, donde primaban las ideas de «liberalización» y de apoyo a la iniciativa privada. Estas visiones chocaban, necesariamente, con las ideas de dirigismo estatal de Suanzes. Uno de los más destacados ministros de ese grupo, el también ingeniero naval Gregorio López Bravo, desde su cargo de ministro de Industria, escenificó la que, según parece, fue la última y definitiva desavenencia. López Bravo se enfrentó, con éxito, al deseo de Suanzes de aumentar las instalaciones de Ensidesa, concretamente la construcción de un nuevo horno alto, al tiempo que se le concedía a la, por entonces aún privada Uninsa, un tren de laminación en frío. Como había hecho varias veces con anterioridad, envió su dimisión al general Franco, quien ésta vez la aceptó. El 11 de octubre Franco escribió a su querido Juan Antonio para rebatir sus argumentos y decirle adiós.

El decreto de su cese se publicó el 30 de octubre de 1963, junto con el que nombraba a José Sirvent Dargent nuevo presidente del Instituto. El asunto, además, puso punto final a la actividad pública de Suanzes. Apenas volvió a aparecer en ningún acto, y parece ser que él y Franco, pese a que éste, en la carta de aceptación de la dimisión, terminaba diciendo textualmente: «todo esto no varía los entrañables sentimientos de mi amistad y afecto», nunca más volvieron a hablarse. Es significativa la ausencia de Juan Antonio en los funerales y actos celebrados a la muerte del dictador. Juan Antonio Suanzes murió en Madrid el 6 de diciembre de 1977.

El autor quiere expresar su agradecimiento a Paco Correa y a Pablo Martínez, del Centro de Documentación de Arcelor-Mittal.