Oviedo / Gijón,

Juan A. ARDURA

El Partíu Asturianista (PAS) cumple un cuarto de siglo de vida, un período con altos y bajos en los que pasó de pelear el voto caleya a caleya a tener voz en la Junta General y flirtear, incluso, con la posibilidad de gobernar en Asturias en coalición con el PSOE como alternativa a la crisis abierta durante el Gobierno del PP, para afrontar ahora las elecciones autonómicas de 2011 como una auténtica reválida sobre su futuro en la política asturiana. Xuan Xosé Sánchez Vicente, presidente del PAS, es el denominador común de un periplo en el que no ha estado solo. El ex diputado regional repasa la trayectoria de un proyecto que ha visto nacer, analiza algunos de los avatares de la formación y esboza los retos de futuro de un partido que vuelve a estar en la encrucijada.

El PAS se fundó formalmente en 1985, pero la defensa de ideas asturianistas se remonta unos cuantos años atrás, cuando Xuan Xosé Sánchez Vicente y Xesús Cañedo, entre otros, formaban parte de la Democracia Socialista Asturiana (DSA), que luego se integraría en el Partido Socialista Popular de Asturias (PSPA), como paso previo a su incorporación al PSOE en 1978. «El PSPA era un partido federado con voluntad asturianista», recuerda Sánchez Vicente, quien reconoce que «intentamos fundar ya un partido a partir del PSPA, pero no estaban los vientos para ello».

La aventura dentro del PSOE estaba condenada a la fugacidad. «Entendimos pronto que esa opción era inútil para Asturias. Por eso cuando acabamos el contrato, yo era diputado por Infiesto, decidimos dejar el partido en 1983 y fundar el PAS dos años después, con un grupo en el que estaban Cañedo, Carlos Rubiera, que ya no está, y gente que forma la base del partido pero que han estado y están en una segunda línea».

Esos primeros años marcaron el sino del partido. No entró en el Parlamento regional en las elecciones de 1987, e inició su primera travesía del desierto. «Dinero nunca tuvimos, así que hubo que patear Asturias, por sus ferias, "parabrisando" folletos por las playas y entregándolos en mano, con iniciativas como la reivindicación de una tele asturiana y el cambio en las matrículas». La brega acabó por dar fruto en las autonómicas de 1991. «Fue una compensación moral para la gente que llevaba tanto tiempo peleando. Tuvimos la sensación de que el trabajo hecho valía para algo», recuerda Sánchez Vicente.

La entrada en el Parlamento regional marcó el punto de inflexión del PAS en el escenario político. «Fueron ocho años de presencia muy importante. Fuimos los primeros que no nos conformamos con el Estatuto que había entonces; pusimos en marcha el premio "Empresa". Incorporamos un pensamiento autónomo respecto a la economía asturiana. Planteamos exigencias concretas, como un suelo industrial barato, el observatorio meteorológico, la iluminación de la autopista; pero en esta tierra, en general, todo tarda 20 o 30 años. Propusimos abordar una estrategia de la acería asturiana y, de algún modo, fuimos precursores de la Autovía Minera, al reclamar de manera formal la reforma de la antigua Carretera Carbonera». Llegados a este punto, Xuan Xosé Sánchez Vicente da respuesta a una creencia que ve bastante extendida pero equivocada entre los votantes de la región sobre su partido. «La gente suele asociarnos con propuestas de naturaleza cultural, pero el 99 por ciento de nuestras iniciativas en la Junta fueron de índole social y económica», asegura.

El PAS, entonces y ahora, tiene como razón de ser la revalorización del asturianismo, un concepto que parte de la siguiente premisa, en palabras de Xuan Xosé Sánchez Vicente: «Asturias tiene una identidad diferenciada, siendo parte de España, no ye exactamente de España, no puede estar sometida a Madrid y necesita un proyecto político diferenciado. Por eso reclamamos más autonomía que aquel artículo 143 miserable. Por eso nos rebelamos ahora ante estatutos como los de Cataluña, Valencia o Andalucía: no entendemos que debamos rendir pleitesía ante otros porque sean más importantes. Ésa es la esencia del asturianismo. Merecemos un destino propio». Y Sánchez Vicente tira del veto socialista a la variante de Pajares, décadas atrás, como «ejemplo más vergonzoso de la actitud de palafrenero sumiso de los partidos que obedecen las órdenes de sus cúpulas en Madrid».

Pero ¿cuál es la ideología del PAS, un partido cuyos fundadores iniciaron su actividad en una Democracia Socialista Asturiana, de tendencia socialista marxista, que luego pasaron por el PSOE y que más recientemente acabaron por unirse a la URAS del ex presidente regional Sergio Marqués para concurrir a las elecciones? «Nos movemos entre el centro-izquierda y el centro-derecha. Hay gente de línea, digamos, más socialdemócrata y hay gente que está en una línea más liberal, pero sin discursos utópicos, con ganas de dar respuesta a las coyunturas. Por ejemplo, para nosotros no es bueno apostar por el déficit cero o por endeudarse. Cada situación requerirá la política más oportuna sin dogmatismos, con el fin de favorecer el empleo en Asturias y evitar la emigración de quien quiera hacer su vida en esta tierra, y que haya dinero bastante para los servicios esenciales, como la sanidad y la educación».

¿Si el universo ideológico es tan amplio por qué no acabó de prender el asturianismo político en una tierra tan apegada a sus tradiciones y tan orgullosa de sus símbolos? El líder natural del PAS sostiene que la coyuntura de 1999 fue nefasta, con el voto muy polarizado «por culpa de Cascos y la ruptura que provocó en el seno del PP y la mareona del voto de castigo que acaparó el PSOE». Recuerda con amargura que en las autonómicas de aquella primavera los asturianistas se quedaron fuera de la Junta General del Principado «por 800 votos solamente y tras una campaña de IU brutal contra nosotros». Y, avatares del destino, revela un hecho que, asegura, pocas veces ha comentado y que podía haber marcado un sino muy distinto para el PAS apenas unos meses antes de aquella cita electoral. «Cuando el PP se rompió llegamos a hablar con el PSOE, con Celestino Suárez, de la posibilidad de entrar en un Gobierno alternativo para garantizar la estabilidad y gobernabilidad de Asturias, pero finalmente no cuajó. El PAS fue víctima de Cascos y del "cuanto peor, mejor", estrategia por la que se decantaron los socialistas». Quedarse sin representación en la Junta supuso un duro golpe para el PAS, aparte de ser una de las razones por las que no ha prosperado una opción asturianista en el reducido mapa político del Principado; pero para Xuan Xosé Sánchez Vicente hay más motivos: «Nunca tuvimos ni un duru, y al quedar fuera de la Junta quedamos sin proyección ante la sociedad y la opinión pública asturiana sigue demasiado pendiente de la información política que sale por las televisiones estatales. Y luego está lo que llamo "la variable misteriosa", que no se sabe muy bien por qué una comunidad que lleva 30 años yendo a peor está contenta con lo que hay y sigue votando a los mismos partidos que la castigan». Y una razón más de peso: «Si en vez de un diputado hubiéramos tenido 5 o 7 diputados, se habría dado el vuelco y habríamos ido a más. La gente siempre quiere ser del que gana, votar a fuerzas ganadoras».

Tras este análisis parece cantado que el gran reto del PAS no es otro que volver al Parlamento asturiano. Sánchez Vicente cree que la celebración del 25.º aniversario del partido es el pretexto perfecto para hacerse más visibles ante la sociedad asturiana a un año de las próximas elecciones autonómicas. «En nuestras circunstancias llegar a los 25 años también tiene su mérito, como ejemplo de resistencia. Ya es un triunfo en sí, por eso lo queremos celebrar. En nuestra fuerza política la gente está por pura voluntad de servir a Asturias y hasta pone dinero a cambio de recompensas morales, que también son importantes».

El peso político de los asturianistas, que hace ahora tres años concurrieron con URAS a las elecciones, se traduce en dos alcaldías, Ponga y Villaviciosa, y doce concejales; pero Sánchez Vicente también quiere valorar el trabajo hecho puertas afuera de la Junta. «Conseguimos que se volviese a pescar en los pedreros, que no ye cosa menor, porque fue la recuperación de una práctica habitual, nada esquilmadora. Eso parte de estar más pegados a la realidad, al contrario que otros partidos». La campaña del 25.º aniversario será, por lo tanto, la reivindicación de un proyecto sólido. «Nuestro apoyo a los proyectos presupuestarios ayudó en su día a crear 20.000 empleos, y hubo subvención para todos los puestos de trabajo y, aunque nos costó la cabeza, también sacamos la ley de uso y promoción del asturiano, lo único que se ha conseguido a favor de nuestra lengua en 30 años».

El PAS concibe esta campaña como el altavoz para afrontar una cita electoral que, por las palabras de Xuan Xosé Sánchez Vicente, suena también a encrucijada, a auténtico cara o cruz. «Esperamos tener presencia parlamentaria en las próximas elecciones. Si no, sería seguir otros cuatro años en una situación difícil, pidiendo más tiempo de sacrificio a gente que lleva más de 25 años en esta aventura. Seguir otros cuatro años sin resultados no sería fácil», admite el presidente del PAS, que confiesa que cada vez tiene «más reparos de conciencia» para pedir a sus compañeros que sacrifiquen tiempo y familia a cuenta de la política, pero no se resiste a revelar el deseo máximo de su partido para las autonómicas, en las que presumiblemente será el cabeza de lista, en virtud del acuerdo de candidatura rotatoria que mantienen con la URAS: «El escenario ideal sería decidir el futuro Gobierno de Asturias». Un anhelo que se antoja complicado, porque, como él mismo reconoce, «el mapa político no cambia nada, y más, en Asturias, una sociedad muy conservadora, «quizá por su escaso dinamismo económico», aunque «con todo y con eso esperamos encontrar un hueco, porque el PSOE y el PP no son la solución, sino parte del problema. Hay que poner a Asturias en hora con el mundo», es el reto que lanza el líder asturianista.