Madrid, J. MORÁN

Álvaro Cuervo (La Rebollada, Carreño, 1942), es considerado creador de escuela en la materia de la que es catedrático desde 1976: Economía del la Empresa, en Valladolid, Oviedo y la Complutense. En esta segunda parte de sus «Memorias» para LA NUEVA ESPAÑA evoca la formación de sus enfoques liberales del mercado y de la empresa.

l La empresa en la práctica. «Al acabar la carrera en 1964, entro en el Servicio de Estudios del Ministerio de Industria porque llega el ministro López Bravo, que nombra secretario general técnico a José Ángel Sánchez Asiaín y contratan a varios economistas. También inicio la docencia en la Complutense. Mi orientación hacia la Economía de la Empresa procedía de la influencia que ejerció en mí José María Prendes Obaya, en la Escuela de Comercio de Gijón. Doy las clases en quinto curso y obtengo un cierto éxito al utilizar los materiales de Prendes Obaya, sobre análisis de la empresa con explicaciones muy prácticas. A él le tengo que agradecer que a los alumnos les encantasen aquellas prácticas. Respecto a la empresa y empresarios en la España de aquellos años, predominaban lo que podemos llamar los buscadores de rentas. Existía un sector público muy intervencionista y lo importante para las empresas era llevarse bien con él y conseguir cupos, cuotas y recalificaciones. Los empresarios eran buscadores de renta y de posiciones de oligopolio o monopolio en los mercados. Eso explica que la sociedad no valoraba mucho a esos empresarios, que en el fondo eran simples propietarios de recursos que se beneficiaban de mercados cerrados, de la existencia de barreras de entrada, y que se apoyaban en concesiones y autorizaciones para ampliar su fábrica o crear una actividad nueva».

l La perfección, en Asturias. «En el presente repetimos los mismos errores, por ejemplo, con el número de demandas que se generan cuando el Ministerio ofrece concesiones para parques eólicos o termosolares. Cuando hay más demanda, más solicitudes de lo que se pensaba, para desarrollar una actividad empresarial, es que se han equivocado en la fijación de las condiciones. En los años sesenta, más del cincuenta por ciento de las sociedades eran de buscadores de rentas que defendían el mantenimiento de mercados cerrados bajo la coartada de defender la industria nacional. Además, cuando no tenían una rentabilidad mínima buscaban las compensaciones o subvenciones necesarias para lograr la rentabilidad y, en algunos casos, utilizaban la empresa pública para transferir rentas a las empresas privadas a través de la fijación de precios de determinados productos. Era un entramado público-privado que en Asturias alcanza la perfección más absoluta en cuanto que lo importante era que te dieran un cupo o una autorización para la una actividad vinculada, dependiente o suministradora de la empresa pública».

l Mercados imperfectos. «Esta es la sociedad que me tocó vivir al principio, pero mi acercamiento a la empresa se va desarrollando sobre la base dos elementos muy sencillos. Creo en la libertad de mercados, y por tanto creo en los mercados. Ya sé que tienen imperfecciones, pero no hay otro sistema mejor de asignar recursos. Y pienso que lo que el sector público tiene que hacer es evitar que las imperfecciones de los mercados se desarrollen, porque a todo ser humano lo que le gusta es que los mercados sean imperfectos para apropiarse de rentas. Si cultivas kiwis, lo que te gustaría es que tú fueras el único productor de España y tener el monopolio, y que no hubiera importación de kiwis del resto de los países para mantener tus precios y tus rentas. Los empresarios buscan imperfecciones en los mercados y es cuando obtiene beneficios extraordinarios. También cabe que su origen sea el dinamismo de una empresa porque produce una innovación o tiene una marca por la que la gente está dispuesta a pagar más. Pero cualquier empresa puede hacer lo mismo, y si hay libertad de entrada en el mercado la tensión se mantiene y la innovación del presente no garantiza el futuro. Tienes que seguir innovando para sobrevivir».

l La tensión de la propiedad. «Segundo, creo en una acción, un voto; igual que creo en un hombre, un voto. En las empresas se generan comportamientos no deseables cuando alguien se apropia del poder de los demás, por ejemplo un directivo o un sindicato en la empresa pública, que ante un accionariado pasivo o diluido, controla la empresa y al final ya no sabes si maximiza la riqueza de los accionistas o la suya propia. Ese directivo, si ve que los accionistas son pasivos, tiende a maximizar su riqueza personal. Ahí están los casos de las empresas americanas que se han hundido por directivos con su avión corporativo y sus montajes remunerativos faltos de ética o incluso de estética. Ahora bien, si hay tensión en los mercados y una propiedad que llama la atención, hay menos libertad para esas apropiaciones. Si los accionistas dicen "cuidado, que te llevas por delante mi dinero", se evitan comportamientos no lógicos ni eficientes. Cuanta más tensión de la propiedad tenga una empresa, o cuando existe un accionista de referencia, los directivos hacen menos cosas extrañas. ¿Cómo se favorece también el buen gobierno de una empresa? Con mercados abiertos y competitivos y transparencia. Por tanto, que nadie se duerma en los laureles. La eficiencia de una empresa se mide frente a los competidores; y si hay mercados abiertos, hoy puedes ser eficiente y el año que viene tener problemas porque no has respondido a las necesidades del mercado como han respondido otros. Hay que aceptar en la vida de las empresas que nacen, se desarrollan y mueren, y no hay que evitar la muerte de las empresas, sino preocuparse de que nazcan muchas empresas. Y no hay que parar lo inevitable: que quiebre una empresa significa que los activos en otras manos podrán estar mejor gestionados que en las manos que le la llevaron en la quiebra».

l Cosechas buenas y malas. «Y la segunda idea es que nadie tiene que tener un poder excesivo en la empresa y que se apropie de rentas de los demás y se considere a sí mismo como el factor clave. Eso significa que ningún alto ejecutivo de la empresa tiene que sentirse seguro; tiene que sentirse en una situación de tensión y de que todos somos sustituibles y movibles. Ahí es cuando las personas están desarrollando mejor su capacidad. Y esto se consigue con la información y la transparencia, primera clave del buen gobierno y que evita que se hagan tonterías; y, segundo, con que los mercado puedan mover los sillones y que nadie esté atado en la empresa al sillón. Creo que estas ideas me vienen en parte de mi procedencia de aldea. Somos gente de linderos, de propiedad, aceptamos los ciclos, las cosechas buenas y malas, y que nada está escrito ni es para siempre. Y eso lo llevas sin querer en tu actuar».

l Una escuela humana. «Obtuve la cátedra en Valladolid y después pasé a Oviedo, para volver más tarde a la Complutense. Llego a Oviedo con ímpetu y me encuentro con una serie de profesores jóvenes que se desarrollan y que se fueron a León, Salamanca, Valladolid, Madrid? No creo en la idea de haber creado escuela, sino que partí de una idea que era muy simple, quizás como reacción a lo que yo había recibido. Primer principio: intenta rodearte de personas inteligentes y que pueden saber más que tú. Es un principio tal vez jesuítico: selecciona gente buena y si lo haces algo te enseñaran. Segundo, no intentes controlar el desarrollo de la gente joven, y si quieres que algún día te tengan afecto, permite cuanto antes que cada uno se desarrolle, que no tengan traumas, que no quieran matar al padre, o que tarden tiempo en matarle. Y tercero, que salgan fuera lo antes posible para que vean otros mundos. Yo salí de Carreño y esa salida y movilidad han sido buenas. Cuando a alguien le digo "márchate" (ese "marchar" es muy asturiano), le estoy diciendo toma tus propias decisiones, deja de estar protegido por lo que conoces y busca las oportunidades de lo desconocido. Hay un número grande de catedráticos que tuvieron relación conmigo desde las tesis doctorales, las investigaciones o los apoyos, pero mi mentalidad no ha sido crear una escuela científica, porque mucho de ellos tienen planteamientos no homogéneos con los otros, sino crear una escuela humana en la que se desarrollaran y de la cual marcharan para generar tensión y conocimiento. Estoy contento de ello, y también porque el origen no fue el deseo de controlar las fincas y los territorios, cosa que se atribuye a los aldeanos».

Mañana, tercera entrega de «Memorias» de Álvaro Cuervo