Día negro en Cangas del Narcea. Luis Azcárate Menéndez, de 40 años de edad, miembro de la peña La Esencia y camarero en el restaurante ovetense Casa Conrado, perdió la vida en la madrugada del viernes tras caer al suelo y darse un fuerte golpe en la cabeza al intentar esquivar un volador que perdió su trayectoria y se dirigió hacia donde él se encontraba, según la versión de testigos presenciales. Una hora después de golpearse, fallecía en el Hospital Carmen y Severo Ochoa de Cangas.

A las dos de la madrugada del viernes, en la caseta de la peña La Esencia todo era diversión. Sin embargo, pocos minutos después las risas dieron paso a las lágrimas y al desconsuelo. El programa de seguridad ya estaba desactivado, tras el lanzamiento a la una de la madrugada de los fuegos artificiales, pero las peñas, como es habitual, continuaron la fiesta «picándose» con los voladores que aún conservaban. Azcárate se convirtió en víctima indirecta de uno de esos cohetes tardíos. Es la primera vez que la fiesta canguesa, en la que se tiran 6.000 docenas de voladores, arranca teñida de luto.

El jueves Luis Azcárate apuró su jornada de trabajo en el restaurante ovetense Casa Conrado para llegar a tiempo a cenar con su peña, junto a su único hijo, Alberto, de 14 años de edad. A Alberto no le gustan los voladores ni el ruido, pero quiso complacer a su padre, un auténtico enamorado de la Descarga desde que era un crío. El adolescente fue testigo poco después de la muerte de su padre. Su llanto desgarrado conmocionó al resto de testigos.

«Todo el mundo gritaba y corría de un lado a otro, esperando a que llegase la UVI móvil, pero tardó un pedazo porque con tanta gente por las calles no le fue fácil llegar hasta aquí. A una se le caía el alma a los pies de ver a ese rapacín desconsolado por lo que le había pasado al padre», relata Nieves Ordás, que vive en la casa más próxima al lugar en el que se ubica año tras año la caseta de La Esencia. En la mañana de ayer, en la improvisada barra del bar, quedaban aún los últimos restos de una fiesta interrumpida por la desgracia. La bandera de la peña lucía crespón negro en señal de duelo por la pérdida de uno de sus fundadores.

Cangas del Narcea vivió ayer una jornada «agridulce» en la que nadie quería echar la culpa a los voladores de lo sucedido. Las peñas temen que esta muerte perjudique a futuras celebraciones. «¡A Luis no lo mató el volador. Esto podía pasar en cualquier otra fiesta o un bautizo o una boda, es un accidente y punto!», repetían una y otra vez miembros de las peñas La Amistad, La Alpargata y El Refuerzo. Beatriz Martínez, de El Estallido, lamenta que «por culpa de un resbalón, a partir de ahora las medidas de seguridad van a ser más extremas aún y se castigue una fiesta tan guapa».

Un grupo de jóvenes de la peña La Castaña, que vieron los fuegos con el fallecido, pedían tiempo. «Realmente, nadie sabe lo que pasó, hay una investigación abierta y lo demás es hablar por hablar», afirmaban. Sus compañeros de La Esencia enviaron un comunicado para dejar claro que «la causa de la muerte se debió a un traumatismo craneoencefálico producido por una caída». Asimismo, mostraban su apoyo a familiares y amigos. Y es que a lo largo de la mañana de ayer las versiones sobre el suceso se multiplicaron en chigres y corrillos. Incluso se habló de un infarto.

En el barrio de El Fuejo, donde vive Mari Sol, hermana del fallecido, los vecinos no terminaban de creerse la inesperada muerte de Luis y discutían el porqué de este trágico final. El pequeño Alberto Azcárate tampoco asimilaba la pérdida de su padre a las puertas del hospital cangués. Mientras esperaba el resultado de la autopsia del fallecido, perdía su mirada en el horizonte.

Su funeral se celebrará hoy, a las cuatro de la tarde, en la basílica de Cangas de Narcea. El tanatorio de la villa abrirá sus puertas a las diez de la mañana para que el pueblo cangués pueda mostrar sus condolencias a la familia.

Unidas en el dolor por la pérdida del cangués Luis Azcárate, todas las peñas guardaron ayer un minuto de silencio al final de la Descarga. A continuación, se escuchó en el prao «El Molín» un sentido aplauso, momento que se recoge sobre estas líneas. Algunos de los miembros de la peña del fallecido, La Esencia, en la imagen de arriba, acudieron a la concentración sin sus camisetas color amarillo, eso sí, todos lucieron un lazo negro en sus atuendos. Sus rostros reflejaban el duro momento que atravesaban.

Oviedo, Jorge MORLA

«Luis era muy querido aquí por todos. No lo terminamos de creer», comentaba a mediodía de ayer un cabizbajo Javier Antón Riestra, gerente del restaurante ovetense Casa Conrado, donde trabajaba como camarero Luis Azcárate Menéndez, el cangués fallecido ayer en las fiestas de la Descarga. La noticia de la pérdida de Azcárate ha sido un auténtico mazazo para toda la plantilla de Casa Conrado.

«Yo llevo doce años trabajando aquí y de verdad que Luis era de los más queridos. Hoy la gente no sabe qué hacer», indicaba Javier Antón Riestra, hablando en nombre de todos sus compañeros. «Luis era el alma de la barra del restaurante. Trabajaba siempre de cara al público, por eso se hace tan difícil. Era irreemplazable y tenía muchos amigos entre los clientes», añade. De hecho, mientras Javier Antón habla muchos de los parroquianos habituales pasan a su lado y expresan sus condolencias. En sus caras, además de la pena, se ve reflejada la incredulidad. «Todavía no lo asimilamos», comentan.

Cuando a mediodía hablan sobre el suceso en la televisión del local, desde la barra piden silencio y todo el restaurante enmudece. Todos miran la pantalla sin moverse. «Luis era socio de una peña en Cangas y todos los años pedía el día del Carmen libre para poder ir a las fiestas con su hijo. Que te despierten en mitad de la noche con una noticia así... yo todavía no me lo puedo creer», confiesa Javier, mientras ojea una nota que le han enviado en la que se explica el acto de homenaje que se preparaba para la noche de ayer en Cangas del Narcea.