Oviedo, Pablo GONZÁLEZ

Una salud frágil a costa de un corazón cansado, unos años plagados de pugnas internas y externas al frente de la Consejería de Educación, un curso por delante que se avecina «caliente» y el próximo adiós de la Presidencia del Principado de su amigo y compañero de viaje político, Vicente Álvarez Areces. Éste es el cóctel de motivos que ha llevado a José Luis Iglesias Riopedre (Vigo, 1939) a presentar ayer su dimisión como consejero de Educación y Ciencia del Gobierno del Principado. Su sustituto será Herminio Sastre, actual viceconsejero de Ciencia y Tecnología, que ya ejerció como consejero de Medio Ambiente en el primer Gobierno de Areces.

A la vista de las operaciones que arrastra el corazón de Riopedre, sus problemas con la diabetes y la tensión que entraña el ejercicio de su cargo, el consejo de los médicos ha pesado esta vez más que las ganas de seguir del Consejero más veterano del Principado. Incluso se ha impuesto a la intención de Riopedre de dejar el Gobierno al mismo tiempo que su compañero Vicente Álvarez Areces, el único amigo «de verdad» que dicen que el Presidente tiene en el seno del Ejecutivo. «Es muy doloroso no terminar la legislatura como era mi deseo», aseguraba ayer Riopedre tras anunciar que se iba después de que los médicos le comunicaran que «debo cesar de inmediato cualquier actividad que genere estrés, porque supondría un grave riesgo para mi salud».

Tras varios amagos con dejar el Principado en los años que lleva ejerciendo funciones en el ámbito de la gestión educativa, diez de ellos como consejero, Riopedre pone fin a su carrera política. Lo hace en un contexto marcado por la fecha de caducidad que se le ha impuesto a Vicente Álvarez Areces, a quien el socialismo asturiano ya ha encontrado sustituto en la figura de Javier Fernández, líder de la Federación Socialista Asturiana (FSA). También cuentan los choques con Ana Rosa Migoya, consejera de Administraciones Públicas, en materia de la gestión de los recursos humanos de la Administración regional, y la llegada casi inminente de un curso escolar en el que se avecinan curvas por el recorte de sueldos y de personal.

La salida de Riopedre no será la única en este atardecer del arecismo. Con él se marcha, tras pedir la jubilación voluntaria, su mano derecha, María Jesús Otero, directora general de Planificación, Centros e Infraestructuras. Esto llevará a Areces a reformar la estructura del departamento y a suprimir dos altos cargos. Por un lado, se amortizará la Viceconsejería que desocupará Herminio Sastre, también afín a Areces, para tomar el testigo de Riopedre. Y por otro, se fusionarán las direcciones generales de Planificación y Personal Docente, quedando a su cargo Alberto Muñoz.

El propio José Luis Iglesias Riopedre calificó la nueva estructura, que hoy se aprobará en una reunión extraordinaria, de «continuista». En el fondo de esta dimisión se encuentra el cansancio que arrastra Riopedre desde hace tiempo, pero sobre el que hasta el momento se había impuesto su lealtad a Álvarez Areces y al proyecto educativo que éste defiende. Pero lo cierto es que las tensiones en el seno de Educación comenzaron a hacerse patentes en los primeros meses de 2008, después de que el Principado decidiese trasladar las competencias sobre el personal docente de manos de Riopedre a las de Ana Rosa Migoya. A esta decisión se opuso frontalmente Arturo Verano, cesado fulminantemente como director general de Recursos Humanos.

Para el departamento de Educación también fue un varapalo que se le retiraran sus competencias sobre los cursos de formación de desempleados, que tuvieron que ser asumidas por Industria debido al «atasco» en la gestión de las subvenciones.

Una de las últimas polémicas a las que ha tenido que enfrentarse el ex consejero de Educación fue la de la reducción del número de los directores de las escuelas de 0 a 3 años, englobado dentro del plan para el recorte del gasto público. Curiosamente, Migoya acompañó ayer a Riopedre en su última rueda de prensa, donde se mostró visiblemente emocionada mientras le escuchaba despedirse.