Nos gusta pensar que somos como libros que estamos escribiendo, pero en realidad somos monedas acuñadas. Lo primero es sólo un ejercicio de soberbia, de soberbia creacional por más señas, propia de nuestra condición de ángeles rebeldes. La moneda que digo está acuñada por la genética, la educación, la clase, la religión ambiente, la cultura, el encastre local y hasta el clima. Una vez acuñada la moneda, puede estar más o menos limpia y reluciente, y aplicarse a mejores o peores fines, pero eso no cambiará su metal ni su dibujo. Al escritor, que dentro de la común soberbia humana es el más soberbio, esa misma falsa conciencia le lleva a pensar que inventa algo, cuando en verdad el relato general ya le viene dado de todo lo contado desde el principio de los tiempos, y si se sale de él no le entiende nadie. Recibe una moneda, la manosea y la pasa, pero a su refrito lo llama creación.