Oviedo, Javier CUERVO

El empresario Amalio García Martínez (Sotrondio, San Martín del Rey Aurelio, 1923) está en la historia de la mecanización de la minería. Durante sesenta años y a través de dos grupos empresariales distintos, ha sido el importador y adaptador de tecnologías que han renovado las labores de preparación y el arranque de carbón. Pionero en la relación comercial con los países de la Europa del Este es el responsable primero de que haya trabajadores checos y polacos en las minas asturianas. Responsabilidad que el presidente del grupo Carbomec-Emcor devuelve como cónsul honorario de la República Checa en Asturias.

-Tiene 87 años. ¿Por qué sigue trabajando?

-No sé hacer otra cosa.

-¿Hasta cuándo piensa seguir?

-Mientras el cuerpo aguante.

-¿Qué vida lleva?

-De lunes a viernes estoy en Asturias, luego el fin de semana lo paso en Madrid que es donde está la familia, los hijos, porque soy viudo. Marchamos a Madrid en 1967, cuando la empresa Erim abrió oficinas en la capital. Mis cuatro hijos estudiaron allí y se hicieron madrileños.

-¿No le gusta otra cosa que no sea la empresa?

-Esto me divierte, pero a partir del jueves por la tarde me olvido de todo y me dedico al fin de semana.

-¿Cuántos socios eran?

-Tres. César Posada, Benigno Suárez y yo. Ellos han fallecido.

-¿Cómo repartían las funciones?

-Por las distintas empresas. Posada aportaba que era un buen comercial con una formación técnica y Benigno era un facultativo que provenía de Hunosa, donde estaba muy considerado, y era el experto en las labores mineras. Sus hijos están representados en las empresas. Arancha Posada es ingeniera aeronáutica pero es la segunda administrativa del grupo, y Javier Suárez, hijo de Benigno, lleva la dirección administrativa de Satra. Uno de mis cuatro hijos está en la sociedad y trabaja más en Madrid que aquí.

-Que viva usted muchos años pero ¿tiene preparada la sucesión?

-No es que esté preparada, es que está hecha con profesionales de treinta y tantos años, con un director ingeniero y con los hijos de los socios.

-¿El carbón se termina?

-En España, sí, aunque no sé cuándo. Cuando yo tenía 8 años mi padre me llevó a la bocamina de La Nueva y me enseñó un poco aquello. Al acabar me dijo «pero tú no pienses en esto. La minería no tiene futuro, nuestro carbón lo vendemos mal. A lo mejor dura 20 o 25 años». Era 1933. Ahora ya no creo que dure 20 o 25 años en España. Pero si no hay carbón en España o en Europa habrá que ir a buscarlo en otro sitio.

-¿Cómo está afectando a sus negocios la crisis económica?

-En los últimos años teníamos una media de facturación de unos 100 millones de euros. Este año hemos vendido algo menos, una caída entre el 10 y el 15 por ciento. La minería es cada vez menos importante en nuestra actividad, pero aumentamos el suministro de equipos de sostenimiento de túneles y galerías. Tenemos también una división especializada en cambios de vía -ferrocarriles, tranvías- y otra de medio ambiente en la que quitamos el polvo: hacemos captación de polvos con grandes campanas y extractores.

-¿Tiene miedo a que la crisis se prolongue?

-No, pero si es así habrá que salir más al exterior. Cada vez le doy más importancia al exterior porque nuestros equipos se venden en todo el mundo. El bulón expansivo es muy útil en la minería metálica, de cobre, de diamante, de oro, de plata. Vendemos en Mali como en Chile, México o Costa Rica o en Finlandia.

-¿Qué es el bulón expansivo?

-Para el sostenimiento de túneles o galerías hace falta una preparación de los terrenos. El bulón expansivo es un tubo de un acero especial que tiene 25 centímetros de diámetro. Se introduce en un agujero taladrado, se hincha con presión de agua hasta cuatro veces su diámetro y eso aprieta y sujeta el terreno. Lo hacemos en el mundo cuatro sociedades y lo exportamos a 17 países.

-¿Usted sigue viajando?

-Dos ingenieros llevan eso. No viajo, salvo que sea muy necesario. Pero el futuro está en el extranjero. Ahora nuestra actividad exterior supone el 16 o 17% de la venta total y queremos que llegue a ser el 30%.

-Como consecuencia de sus actividades comerciales en Chequia es cónsul honorario de la República Checa.

-El embajador me lo pidió porque sabía que aumentábamos las relaciones comerciales con el país. Entonces había en Asturias 250 trabajadores checos; ahora, algo menos de la mitad. Hay hijos de checo y asturiano. Le dije al embajador que aceptaba, pero que ponía una condición: si tuviese que ir a la cárcel a visitar a un checo porque había hecho algo raro, me daba inmediatamente de baja. Aceptó. Nunca tuve que ir, a pesar de que toman copas y cantan? Un país que acabó con el comunismo en un día es un país muy educado. Son demasiado alemanes?, los polacos se parecen más a nosotros.

-He oído eso más veces. ¿Por qué, porque son católicos?

-No, porque son más sentimentales y como si fueran latinos. Cuentan de sí mismos esta historieta de la familia polaca: el padre, la madre, los dos hijos y la abuela están cenando. La chica comenta que llevan seis meses sin recibir dólares de Chicago. En la zona de Chicago hay varios millones de polacos que tienen magníficos negocios de carne. Se preguntan qué hacer para recibir dinero de América, y la abuela propone: Yo me hago la muerta, sacamos unas fotos, las enviáis a Chicago y será raro que en unos días no lleguen cuatro mil dólares. Al día siguiente pusieron a la abuela sobre una mesa, llamaron al fotógrafo, sacó las fotos y preguntó cuántas copias querían. «Bueno, son para seis parientes, haga seis». Entonces la abuela se levantó: «haga una más para mí». Eso es un comportamiento italiano, español... latino?

-A mediados de los ochenta, casi 10 años después de que usted estableciera relaciones comerciales con checos y polacos, el consejero de Industria del Principado decía que los empresarios asturianos se perdían en los aeropuertos.

-Cuando empezamos a ir al exterior no salía casi nadie. En Chequia si encontrabas un español por la calle era catalán. Años después, en el puente de Carlos de Praga, oías hablar español de lado a lado.

-¿La caída del comunismo afectó a sus negocios?

-La noche que cayó en Chequia yo estaba en la plaza Wenceslao de Praga, donde se concentraron 300.000 personas. Un señor salió a un balcón y anunció que se acababa el comunismo. En el hotel nos preguntábamos, preocupados, si al día siguiente podríamos volar de regreso a Madrid. Por la mañana cogimos un taxi, nos llevó al aeropuerto y embarcamos sin ningún incidente.

-La caída del comunismo estaba muy madura.

-Bastaba con poner la mano debajo. En Polonia, el otro país con el que tanto tratamos, las empresas mineras siguen siendo estatales. En las que fueron privatizadas los directores se quedaron con el negocio. En Polonia y en Chequia sigo comprándoles a las mismas personas que hace treinta años. En todo el Este los directivos se quedaron con las empresas.

-¿A esta altura de la vida siente que ha dejado de hacer algo importante?

-Hombre, habré dejado de hacer muchas cosas, pero no he tenido capacidad para más. Siento la plenitud de haber hecho un trabajo que me motivaba. Quería vender la máquina pero con el aliciente de encontrar una solución que hiciera la minería más segura y menos costosa. Me encarrilé hacia ese trabajo y en el día a día siempre hay cosas que atender. Ahora mismo estamos en una crisis mundial y salir adelante es un objetivo que hace tres o cuatro años no teníamos.