La fórmula para forzar la respuesta de Cascos a través de Génova tampoco funciona. Y todo a pesar de que, tras la propuesta de Ovidio Sánchez a Mariano Rajoy, no se oye ni una sola crítica en Asturias. Sánchez pide calma a los populares y asegura la tranquilidad: no habrá ningún problema para que Cascos sea candidato si respeta a los líderes del partido. Conscientes de que el planteamiento puede parecerle excesivo a alguien que exigía aclamación, los dirigentes de las juntas aguardan expectantes que el ex ministro mueva ficha. Cruzan los dedos; no les hace gracia Cascos, pero no quieren decidir sin escucharle, sin saber si está dispuesto a ser candidato y qué condiciones pone para ello. Sólo reciben silencio: de Cascos y de Rajoy.

No hay mal que por bien no venga. El silencio de Rajoy se interpreta como que a la dirección nacional no le hace demasiada gracia que Cascos sea candidato. El ex secretario general es aliado de Esperanza Aguirre, al menos así fue en el último congreso del partido celebrado en Valencia en 2008, y Rajoy no parece querer más enemigos en casa. Los casquistas hacen su propia lectura: consideran que Génova no responde porque no toca, porque no es el momento.

Y llega otro momento, el de despejar la incógnita, el de sentarse a la mesa. Es a mediados de junio en Madrid. Gabino de Lorenzo se encuentra en la capital con su familia, ha acudido en un viaje de índole personal. Habla con Cascos por teléfono y deciden quedar a comer. Cascos elige restaurante. Hay que despejar la situación y saber si Cascos está dispuesto a ser candidato; y si quiere serlo, saber en qué condiciones. El encuentro dura algo más de dos horas y media. Charlan sobre la candidatura. Gabino de Lorenzo trata de sondear la disposición de Cascos. El ex ministro parece dispuesto a encabezar la lista si tiene poderes plenos. El «general secretario» es ahora «general candidato». «De ésa no quiero ni oír hablar» y «a ése ni me lo nombres»... eran algunas de las respuestas que daba Cascos cuando De Lorenzo iba citando nombres de dirigentes populares. Así se lo ha confesado el alcalde de Oviedo, en petit comité, a algunos líderes del PP. Cascos pedía la cabeza de Pilar Fernández Pardo, diputada nacional y líder del partido en Gijón, y de Joaquín Aréstegui, presidente en Avilés y portavoz en la Junta General del Principado. «Ése, ése, ya veremos qué hacemos con él», espetó sobre Ovidio Sánchez, actual presidente de los populares. Viendo el percal, De Lorenzo evitó hablar de sí mismo, no fuera a ser que también estuviera condenado y a los postres viera llegar su cabeza en una bandeja. El Alcalde trató de transmitir a Cascos la imposibilidad de lograr una candidatura por aclamación excluyendo a dos de las mayores juntas de Asturias y contra la dirección regional. El desencuentro quedó patente. Cascos se mantuvo en sus trece. «Lo que no puede pretender es venir a Asturias, querer cortarles la cabeza a los dirigentes elegidos en los congresos y, encima, que nosotros aplaudamos», contó tras aquel encuentro De Lorenzo. Más adelante, en Valencia de Don Juan, Cascos diría que en el PP caben todos, aunque cada uno en su sitio.

En esa comida de sabor agrio se abortó cualquier posibilidad de acuerdo unánime en el PP asturiano en torno a la candidatura de Cascos y se cimentó el rechazo frontal a las opciones del ex ministro. El giro de Ovidio Sánchez y Gabino de Lorenzo sobre Cascos se cocinó, en ausencia del primero, en un coqueto restaurante madrileño. Nada fue igual, todo cambió en el PP asturiano, que cerró filas para frenar al «general secretario». «El rechazo, más que a Cascos en sí mismo, es a su manera de hacer las cosas», diría más adelante el eurodiputado Salvador Garriga en una entrevista.

A partir de ahí, se disparan las teorías. ¿Qué pretende Cascos?. ¿Quiere ser candidato contra todos después haber pedido la aclamación? En la dirección del PP asturiano consideran que Cascos nunca quiso ser candidato y que sólo pretendía evitar que sus enemigos -Pardo, Aréstegui y Sánchez- pudieran disfrutar de un triunfo electoral que cada día se aleja más de los populares. Todo con una lucha de fondo entre el sector más conservador del partido, el que encarna Esperanza Aguirre, y el más moderado, el de Mariano Rajoy. Cascos apoyó a Aguirre frente a Rajoy en el último congreso del PP, hasta que se vio que la madrileña no tenía opciones. Ahora estaría simplemente incomodando a una parte de la dirección nacional con el apoyo del sector de Aguirre, que está que trina con Rajoy, ya que esta misma semana que concluye dejó a la madrileña en casa y se llevó a su «enemigo íntimo», Alberto Ruiz-Gallardón, a los maitines con los que la dirección del PP ha preparado el curso político en el parador de Toledo. «También puede ser que esté buscando soldados para tratar de hacerse con el control del partido en Asturias un poco más adelante», señala un popular sobre el ex ministro. Los casquistas consideran simplemente que Cascos tiene que hacer limpieza en Asturias. Los más ciberactivos meten este tipo de comentarios en internet y los acompañan con una foto de una motosierra. Hay que podar. Lo cierto es que la indigestión que sufre el PP asturiano proviene de aquella comida madrileña, pero, visto lo visto, es sólo un mal menor si se piensa que algunos podrían haber perdido hasta la cabeza.