Todas las conversiones son respetables, y saco el tema a propósito de la de Moe Tucker, en 1966 baterista de la Velvet Underground, y hoy activista del Tea Party, la nueva ultraderecha americana. A veces, sobre todo entre la gente más radical (como Pablo de Éfeso) la conversión se produce de forma súbita, con una caída del caballo, y otras cursa de modo natural, al enfriarse el cuerpo cuando se apaga una creencia, y sufrir hipotermia hasta encontrar otra hoguera. Lo malo son los daños colaterales causados por el encono del converso contra lo que antes fue, que luego proyecta contra quienes lo siguen siendo. Cuando nunca se ha creído del todo en nada, sino sólo en parte, la conversión es más improbable, y menores por tanto los daños colaterales. En cuanto a la caída desde la creencia al escepticismo, es una forma de conversión tranquila, que tampoco hace víctimas y dulcifica el gesto.