Oviedo, Marcos PALICIO

El envejecimiento y la despoblación de Asturias tienen apellido. Rurales. La depresión demográfica asturiana se ha cebado con el entorno agrario de una región que, en general, pierde población en las alas para que la gane el área central -excepto las Cuencas- y que dentro de los concejos vacía los pueblos en favor de las villas semiurbanas que encabezan municipios de tradición rural. A esas dos conclusiones básicas llega el análisis de Ramiro Lomba, director de la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (SADEI) después de aproximar más la lupa y focalizarla sobre el escalón administrativo básico de la organización territorial asturiana, las 857 parroquias de la región.

Entre otras conclusiones, el estudio adelanta, basándose en las proyecciones del INE y en los cálculos del autor -«susceptibles de ser revisados en función de la coyuntura económica»-, que de mantenerse las tendencias actuales en los próximos diez años 23 municipios, «todos ellos rurales, perderían más del 25 por ciento de sus habitantes» y que las áreas más castigadas serán las del Occidente y las Cuencas; por este orden, las comarcas del Narcea, Caudal, Nalón y Eo-Navia. En la situación de partida ya había en 2008 trescientas parroquias de tipología rural en las que la población de 65 o más años superaba el 35 por ciento del total.

El análisis asocia esas tendencias negativas a la distribución poco homogénea de la población sobre el territorio asturiano. Tendente a dirigirse hacia los grandes núcleos y «los centros productivos más dinámicos», se ha agrupado en el área central y ha despoblado históricamente las periféricas, de modo que Oviedo, Gijón y Avilés «concentran a más de la mitad de la población en una superficie que tan sólo ocupa algo menos del cuatro por ciento del suelo regional».

La excepción son, en el centro, las cuencas mineras, con sus «pérdidas continuas de población desde los años ochenta», y en «las zonas rurales y de montaña, las capitales municipales y las villas costeras e interiores», que gracias a su oferta de servicios absorben muchos flujos demográficos internos procedentes de los núcleos agrarios de sus concejos. Más del 68 por ciento de los habitantes del Principado viven en capitales, y en el período estudiado, de 1991 a 2008, aumentó la población en trece municipios y en 30 de las 78 cabeceras concejiles. Algunas lo han hecho además de forma especialmente cuantiosa, como Santa Eulalia de Morcín -el 304 por ciento, gracias en buena medida a una gran promoción inmobiliaria-, La Caridad (El Franco) -un 47 por ciento-, La Ará -un 44- o Posada de Llanera -poco más del 37-. Pero una de las claves está en las 48 restantes, en las que ha descendido el número de habitantes y que pueden definirse en su mayoría, constata el estudio, como «las más rurales de las villas».

La crudeza de la concentración del despoblamiento en los entornos agrarios se aprecia cuando el análisis desciende al ámbito parroquial y descubre que, con los datos de 2008, «en doce concejos, que podemos catalogar como rurales, ninguna parroquia supera los veinte habitantes por kilómetro cuadrado» o que ninguna de las 129 parroquias contabilizadas en la comarca del Narcea incrementó su población entre 1991 y 2008. En el mismo período, 758 de las 857 parroquias asturianas tienen un saldo demográfico negativo. Así, observando Asturias a través de sus parroquias, se comprenden, además, algunas de las características esenciales relativas al doble fenómeno de la pérdida de población y a su estructura, cada vez más envejecida, particularmente en los pueblos. Para apoyar esto también hay datos, toda vez que el análisis de Ramiro Lomba ya contabilizaba en 2008 trescientas parroquias ubicadas en el campo asturiano, con «más del 35 por ciento de la población por encima de los 65 años». La gravedad de estas cifras se comprende si se considera que el conjunto de Asturias tiene una ratio de envejecimiento próxima al 22 por ciento y que está a la cabeza de las regiones más envejecidas de España o que la media nacional, elevada en el contexto de los países desarrollados, está en torno al diecisiete.

Y en el futuro, ¿qué? La proyección de la población hasta 2020 publicada la semana pasada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) deja ver una depresión demográfica cada vez más profunda y el problema, según sostiene Lomba en el marco de su estudio sobre el medio rural asturiano, «no radica tanto en la pérdida de habitantes como en la estructura de esa población, en el envejecimiento acelerado». Tomando como base las proyecciones del INE, y antes de conocer ésta última, Lomba vaticinaba que «en 2025 aproximadamente el 25 por ciento de la población asturiana superará los 65 años». El porcentaje actual es del 22 y ese 25 ya coincide con el que el INE pronosticaba la semana pasada poniendo el horizonte en el año 2020. Las conclusiones de este estudio fueron expuestas a finales del año pasado en un ciclo de conferencias sobre «El futuro del medio rural asturiano» y acaban de ser editadas por el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA), organizador de las jornadas.

De mantenerse las tendencias actuales, por lo demás, en una década «sólo diez concejos aumentarían su población». Sólo ganarán moradores la comarca de Oviedo «y ligeramente la de Gijón», y, sobre todo, la conclusión universal establece que «dentro de diez años, cuando se incorporen al mercado laboral las generaciones que ahora tienen entre 15 y 19 años, probablemente no tengamos suficientes efectivos para reemplazar a los que teóricamente les toque jubilarse en esas fechas».