Hace 30 años Luis Gómez Llorente, una de las tres almas del PSOE de entonces y parlamentario de altura no repetida, acuñó la expresión «superlíder», con referencia a Felipe González. Algún tiempo después se fue a casa. Un superlíder es aquel que más que encabezar un partido político lo sustituye, relegando al resto de la dirección al papel de consejo áulico. Es un modelo de éxito para los tiempos buenos, pues focaliza todo en un solo icono, otorga la autoridad que la gente pide al poder y evita las fugas de energía de las disputas internas. El árbol crece así a la velocidad de un eucalipto y alcanza gran altura. Lo malo de las especies de crecimiento rápido es que desertizan su entorno ecológico, en el que tarda mucho en crecer otra cosa. Por cierto, hace días alguien del Gobierno decía que Zapatero era el líder indiscutible, pues no había aparecido nadie como alternativa.