Gijón, Miriam SUÁREZ

Ocho de cada diez gitanos, en Asturias, no acaba la Enseñanza Secundaria. Y sólo cuatro, todas ellas mujeres, han dado el paso de estudiar en la Universidad. Es el caso de Soraya Alves de Augusto y Noemí Manzano Álvarez. La primera se inclinó por el Derecho, para «poder defender aquello en lo que creo». La segunda, en último curso de Magisterio, aspira a convertirse en maestra de Educación Infantil. Las estadísticas hacen de ellas todo un referente.

«Mi padre es instalador de gas y mi madre ama de casa. Ellos nos animan mucho a ir a la Universidad, a mí y a mis dos hermanas. "No quieras una vida como la mía, búscate un futuro mejor", me insiste mi padre desde que yo era pequeña», cuenta Soraya Alves. Así que esta gijonesa del barrio de Tremañes siempre ha dado por hecho lo que, hoy por hoy, todavía resulta extraordinario para la comunidad gitana.

Soraya acabó el Bachillerato, antesala de su meta universitaria, con una nota media de sobresaliente. «Una gitana entre tantos payos», bromeaba con sus compañeros del Instituto de Roces. Ahora, en la Facultad de Derecho, sigue siendo única. «Alguien tiene que abrir camino. Espero que mi experiencia sirva de motivación para ir cambiando esa mentalidad de dejar los estudios, casarse y tener hijos», confía.

La joven, que mañana cumplirá 19 años, realiza el curso puente para adaptarse al «plan Bolonia». Aparte, «trabajo en un proyecto animando a jóvenes de etnia gitana de varios institutos a seguir estudiando». La tradición marca la vida de los gitanos, pero tampoco hay que dejarse estigmatizar por los prejuicios: «Mucha gente se sorprende al enterarse de que soy gitana. Piensan que vamos con faldas largas, muy pintadas y llenas de oros. Ya ves. Mi familia cree en la pureza y el respeto a los ancianos, pero hace vida normal y lo que los preocupa es que sea feliz».

El caso de Noemí Manzano, de 19 años, también rompe moldes. Su abuelo, que «es gitano, gitano, de los antiguos», le inculcó que «hay que valerse por uno mismo» y llegar lo más lejos posible. «Tú estudia, que los gitanos nunca hemos sido nada»·, le dice. «En mi casa, el apoyo es total. Mis padres y mis hermanos se sienten orgullosos de que vaya a la Universidad», señala.

Esta ovetense, vecina del barrio de Teatinos, se lo pensó dos veces al terminar el Bachillerato. Su primera opción era matricularse en un módulo de formación profesional relacionado con el marketing. Pero reconsideró la idea: «Estudiando un año más podía sacar Magisterio, que no deja de ser una carrera». El próximo 2011 se titulará como maestra. Y no será sólo un diploma en la pared. «Quiero ejercer y mi novio o marido tendrá que entenderlo», sentencia.

En su Facultad, es la única estudiante de etnia gitana. Noemí ni lo prodiga ni lo esconde, pero se ha corrido la voz. «Una vez, en clase, un chico soltó algo así como "yo no viviría en Gijón porque está lleno de gitanos". Cuando la profesora le replicó que yo era gitana, se quedó cortado, sorprendido, y en seguida pidió disculpas. Si escucho que los gitanos somos sucios, problemáticos... me hago la longuis. Me lo tomo como ignorancia».

Soraya Alves y Noemí Manzano son el mejor ejemplo de la campaña «De mayor quiero ser lo que me proponga», promovida por la Fundación Secretariado Gitano. La iniciativa recalca la importancia de la educación, a través de una furgo-foto (hace retratos según la profesión elegida) que ayer estacionó en la plaza Mayor de Gijón. El acto contó con la presencia de la consejera de Bienestar Social, la alcaldesa de Gijón, la concejala de Servicios Sociales, la directora del Instituto Asturiano de Atención a la Infancia y el director general de Políticas Educativas. «Formarse no es apayarse», inciden los portavoces territorial y local de Secretariado Gitano.