Mieres del Camino, Pablo CASTAÑO

El Sindicato de los Obreros Mineros de Asturias (SOMA), fundado por Manuel Llaneza en 1910, consiguió en su primera década de vida arrancar en las minas importantes mejoras laborales, como el salario mínimo o la jornada de siete horas en el interior de las galerías, y establecer, por primera vez en Asturias, un marco de negociación estable entre trabajadores y patronal. Sin embargo, la crisis del carbón que se desató a partir de 1920 a punto estuvo de sepultar los logros extraídos a fuerza de diálogo y algún «barrenazo» de movilización.

La mejoría económica llegó a partir de 1923 y las medidas proteccionistas a favor del carbón ayudaron a despejar los nubarrones, pero estalló el golpe de Estado del general Primo de Rivera. Con la dictadura, el SOMA mantuvo la mano tendida. A cambio de conservar su aparato organizativo y sus avances laborales, el sindicato se comprometió a contener las reivindicaciones que pudieran alterar la frágil situación de la industria. Llaneza mantuvo, incluso, varias entrevistas con Primo de Rivera y la permisividad del dictador con el SOMA contrastó con la persecución que sufrieron comunistas y anarquistas.

La colaboración con el régimen se tradujo en un estancamiento de la afiliación, pero fue en esa época cuando el SOMA puso en marcha una experiencia pionera en España: la autogestión por parte de los trabajadores de la mina de San Vicente de El Entrego. El sindicato convirtió el experimento, que arrancó en 1926 y se prolongó hasta 1937, en un ejemplo de la viabilidad de sus proyectos sociales.

Las relaciones con el Directorio militar se enturbiaron a partir de la crisis hullera de 1927 al modificarse las condiciones laborales. El aumento de la jornada laboral en las minas provocó una huelga general espontánea que el SOMA no logró encauzar. El colaboracionismo hacía aguas y el sindicato apenas mantenía 5.000 afiliados. La salida de la crisis y el endurecimiento de la actitud de los socialistas ante el Régimen permitieron al sindicato recuperar su posición entre los trabajadores y le empujaron a participar en los movimientos antidinásticos de 1930 que culminaron con el advenimiento de la II República.

El SOMA iniciaba una nueva etapa, pero ya sin su fundador, puesto que Manuel Llaneza falleció en Mieres en enero de 1931. La dirección de la organización minera quedó en manos de tres líderes: Amador Fernández, Ramón González Peña y Belarmino Tomás.

En la etapa de Gobierno republicano-socialista (1931-1933), el SOMA declaró hasta tres huelgas generales y logró importantes conquistas como el vale del carbón, la semana de vacaciones o la Caja de Jubilaciones y Subsidios de la Minería. Además colaborará con la FSA en el lanzamiento del periódico «Avance». El fin del Gobierno socialista, la grave crisis hullera de 1933, la derechización de las políticas del Ejecutivo de Lerroux y el temor al avance del fascismo radicalizaron la postura de los mineros y condujeron a la insurrección revolucionaria de octubre de 1934, dirigida fundamentalmente por el SOMA.

A la intentona revolucionaria le siguió una fuerte represión y muchas casas del pueblo se convirtieron en centros de detención y tortura. Pese a todo, los mineros trabajaron en la recomposición de las organizaciones socialistas hasta la victoria del Frente Popular en febrero de 1936. Luego llegaría el golpe militar contra el Gobierno y la Guerra Civil. Los mineros fueron la principal fuerza de choque del Ejército republicano en Asturias. Con la región aislada del resto del país, se constituyó el Consejo Soberano de Asturias y León, que estuvo presidido por el dirigente del SOMA Belarmino Tomás.

En octubre de 1937, Asturias fue ocupada por las fuerzas nacionales y miles de mineros socialistas y sus familias fueron condenados al exilio, al presidio o la muerte. El sindicato fue ilegalizado y muchos de los que fueron sus militantes formaron grupos guerrilleros que, bajo el mando del comandante José Mata, mantuvieron en jaque a las fuerzas militares franquistas hasta 1948. El propio Mata trató de reorganizar el SOMA en la clandestinidad. La represión alcanzó sus cotas más crueles con el asesinato de 22 mineros, la mayoría socialistas, en el pozo Funeres de Laviana.

El abandono de la lucha armada dio paso a un proceso de reestructuración de las organizaciones socialistas en el exilio en las que partido y sindicato constituían unidades indisolubles. En Asturias, los mineros socialistas participaron en las huelgas de finales de los años cincuenta que fueron la antesala de las huelgas mineras de 1962 y 1963 que desafiaron al franquismo y que tuvieron resonancia internacional. Hasta la muerte del dictador en 1975 no cesaron los conflictos en el sector y en ese contexto los principios estratégicos de acción sindical del SOMA volvieron a calar entre los trabajadores y la figura de Manuel Llaneza se elevó a la condición de faro-guía como demostró el multitudinario homenaje celebrado ante su tumba en Mieres en 1976.

Tras la legalización de los sindicatos democráticos, el SOMA celebró el 18 de julio de 1977 en La Felguera su primer congreso en libertad desde 1933. Florentino Antuña fue elegido secretario general, se acometió la actualización de las directrices históricas fijadas por Manuel Llaneza y el sindicato logró el apoyo mayoritario de los mineros en enero de 1978, en las primeras elecciones sindicales democráticas. Ese mismo año, en el XXVIII Congreso del sindicato, celebrado en Mieres, fue elegido secretario general José Ángel Fernández Villa, un trabajador de 35 años de Tuilla (Langreo) que dos años antes, con la amnistía, había podido reingresar en el pozo Candín de Hunosa tras haber sido despedido por su actividad política y sindical.

Villa lleva 32 años al frente del sindicato y bajo su mandato la histórica estrategia de negociación-presión se ha mantenido, pero en un nuevo escenario de reconversión industrial en el que el pulso se mantiene sobre todo con el Gobierno. Sus negociaciones han estado presididas por cuatro criterios: la necesidad de concertar con las organizaciones sindicales tanto el ajuste minero como la reindustrialización; dar estabilidad en el sector carbonero; evitar que los ajustes tuvieran repercusiones sociales gravosas para los trabajadores, y la reindustrialización. Con esos principios y con la unidad de acción junto a la Federación Minerometalúrgica de CC OO (hoy Federación de Industria) pactaron con gobiernos conservadores y socialistas planes generales de la minería del carbón y de Hunosa que han evitado un ajuste traumático del sector y han encauzado hacia las comarcas mineras fondos para una reactivación que, pese a todo, nunca ha llegado a compensar la pérdida de empleo minero. Para alcanzar esos logros también organizaron movilizaciones, entre las que destacaron las de 1991 y 1992, con manifestaciones, huelgas, enfrentamientos en la calle y el encierro del pozo Barredo. La lucha, en la que también se aprobaron el estatuto del minero y las mejoras en la seguridad, llega hasta hoy, cuando aún está reciente el encierro en el Ministerio de Industria en defensa del real decreto de ayudas a la quema de carbón que garantice la continuidad de la minería.

El proceso de fusión de federaciones de industria en el seno de UGT dio paso en 1994 a la creación del SOMA-FIA-UGT, en el que se aglutinaron los sectores energético, químico y del textil-piel y en el que trabajan cerca de 30.000 asturianos.

El sindicato ha venido dando apoyo a las sucesivas campañas electorales del PSOE en Asturias y sirviendo de cantera de dirigentes para la FSA. Desde 1979 organiza el acto político-sindical de Rodiezmo en el que han participado los dirigentes socialistas más significativos y en el que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, siempre abrió el curso político, con la excepción de este año.

Las casas del pueblo, recuperadas tras el fin de la dictadura, siguen abiertas aunque su actividad se ha reorientado hacia el ocio, la cultura, el deporte o la asistencia de los mayores y proyectos soñados por Llaneza como la universidad de las comarcas mineras son una realidad con el campus de Mieres, financiado por el plan de la minería.

«A lo largo de casi un siglo de historia, el SOMA ha sabido negociar o resistir a los patronos, la Guardia Civil caminera o el Sindicato amarillo del Marqués de Comillas; ha sabido confrontar con la Dictadura, con la dictablanda y con el franquismo; ha sabido oponerse al dogma neoliberal y en defensa del carbón y de las cuencas, ha sabido pactar con los empresarios, con los otros sindicatos, con todos los partidos y con todos los gobiernos, con UCD, con el PSOE y con el PP, lo que da al SOMA una experiencia, una legitimidad y una fuerza extraordinarias», escribía Germán Ojeda, profesor de Historia Económica de la Universidad de Oviedo, con motivo de la celebración de los 90 años del sindicato. Ahora ya ha cumplido cien fiel a sus principios. Nació con el objetivo de no ser flor de un día y aún no se ha marchitado a pesar de que a la mina siempre le quedan pocas paladas. Desde septiembre, el SOMA atesora la medalla de Asturias que le concedió el Principado. El oro del éxito.

Mañana

Perfil del fundador, Manuel Llaneza