Hubo un tiempo en que un presupuesto era un asunto serio. Incluso hay países donde sigue siéndolo. Pero la Asturias de hoy en día no es uno de ellos. Aquí apenas sirve para la propaganda de los socios de gobierno y para tirar hacia delante, a ver si se libra. Al menos hasta las elecciones. Y el que venga detrás, ya sea de los nuestros o de los contrarios, que arree.

De todas las muchas competencias del Gobierno asturiano, posiblemente no haya una más importante que la sanidad. Sucesivas encuestas resaltan que los asturianos dan una nota muy alta al servicio público de salud, fruto del buen hacer de sus profesionales y, muy probablemente, del de los gestores del ramo.

En este servicio sanitario puede encontrarse la mayor prueba de la irrealidad de los presupuestos. El Servicio de Salud lleva años gastando más que lo presupuestado, y a buen seguro no por derroche, sino para garantizar los estándares sanitarios que reclaman y aplauden los asturianos. En épocas de bonanza no planteaba gran inconveniente, siempre había un dinero sobrante para pagar la factura médica. Con la crisis comenzaron los problemas. Tantos que el Gobierno regional se vio obligado a publicar en el «Boletín Oficial del Principado» a finales de octubre, cuando todavía quedaban más de dos meses para finalizar el año, una orden por la que cualquier obra o compra, hasta de unos bolígrafos, debía contar con la autorización del propio consejero de Economía, Jaime Rabanal.

El panorama para el año próximo no se atisba muy diferente. En agosto de 2009 el Principado tuvo que aumentar los dineros de la sanidad en 101 millones de euros para acabar el año. Al final se gastaron 1.665 millones. El presupuesto para 2010 se preparó a partir de lo previsto para el ejercicio anterior y no sobre lo realmente gastado: Se reservaron 1.635 millones para la sanidad, 30 menos de lo gastado el año anterior, aunque con el recorte de sueldos a los trabajadores públicos del pasado verano quedaron en 1.571.

El pasado jueves el Consejo de Gobierno aprobaba unos Presupuestos regionales que reducían los dineros de Salud en un 5,5% con respecto a lo concedido inicialmente para 2010, aunque sólo 25 millones de euros menos si se tienen en cuentan los recortes de sueldos públicos.

Un día después de aprobadas las cuentas, el consejero Rabanal reconocía a LA NUEVA ESPAÑA (ver el periódico del sábado) que este mismo año la Consejería de Salud va a gastar más de lo presupuestado y que el grueso del ajuste en este departamento ya está hecho.

No es una deducción muy arriesgada pensar, a partir de las declaraciones de Rabanal (que en 2010 se va a gastar más de lo anunciado y que ya hay poco donde recortar), que el año que viene se dedicará a la sanidad más de lo presupuestado. Es decir, que las cuentas no cuadrarán y que el presupuesto quedará en poco más que papel mojado. El desfase se pagará con unas cuantas promesas incumplidas («compromintiendo» que dice Xuan Xosé Sánchez Vicente) y el año siguiente vuelta a empezar.