Oviedo, Javier CUERVO

Juan Cueto (Oviedo, 1942), es el periodista asturiano que llegó más alto y más lejos en el negocio audiovisual: fundó Canal + España, «Telepiù» en Italia y fue responsable del proyecto internacional de Canal + Francia. Es licenciado en Derecho, en Políticas y en Periodismo y fue ayudante de Gustavo Bueno en Filosofía. Pero, sobre todo, es conocido como el divulgador de la modernidad en sus columnas y en la revista «Los Cuadernos del Norte». Prepara «Cuando Madrid hizo pop. De la posmodernidad a la globalización», un libro que recopila conferencias y artículos.

-1990: Canal + es más.

-Era el jefe del área audiovisual de Prisa. Por lo que sea, Polanco fue muy amigo mío. Le gustaba lo que hacía y, como en el grupo nadie tenía ni puta idea del mundo audiovisual, me lo ofreció. Tenía las columnas y otras colaboraciones, dirigía «Cuadernos...» y dije sí a todo. Me gustaba tener la revista más cultural y la tele más comercial.

-Su futuro se hizo audiovisual.

-Sí, empezaron Sogecable y Sogepaq para producir películas y lo llevaba yo. Canal + llegó a ser el primer financiador del cine español, más que el Ministerio de Cultura.

-Pasó seis años en Canal +.

-Luego Pierre Lescure, director general de Canal + Francia y marido de Catherine Deneuve, que era amigo mío, compró la tele de pago en Italia y me dijo: «¿Por qué no vienes?» Acepté pensando que serían 7 días y pasé 7 años en Telepiù.

-Suele decir que fue feliz.

-Pero me agotó. Era un extranjero en Milán y tenía que hablar en italiano continuamente. Además andaba por toda Europa. Fui director general del proyecto internacional de Canal + Francia, que llegó a ser el primer financiador del cine europeo. Empecé a sentirme malo de estrés. El médico de empresa me dijo «¿En qué trabajas?». Le contesté que hacía Milán-París y Milán-Madrid y Milán-Asturias y Asturias-París. Me contestó: «Es la mejor manera de que te mueras». Dije adiós a todo y vine a practicar esta vagancia mía, que maldita vagancia, de Oviedo.

-Polanco le mantuvo en su consejo.

-Sí, fui consejero de Sogecable junto a Lescure y Jorge Semprún. Nos reíamos y pagaban mucho. Cuándo murió Polanco, se disolvió el consejo. Tomó el poder Juan Luis Cebrián poco a poco. Habrá cogido un estrés de la hostia porque, aunque el presidente fuera Nacho Polanco, suplantar a toda la familia hasta ceder la soberanía de Prisa a Liberty tiene que ser cansado. Contra lo que se dice, el gran activo de Prisa es lo audiovisual.

-¿Cómo acabó su relación con «El País»?

-Un día dicen que, en memoria de Polanco, te guardan el puesto de columnista hasta que te pase el estrés. Solté amarras y nadie dijo más. Estas empresas son egoístas. Haces muchísimos favores y no se acuerdan. Lo digo para que se acuerden, para que Juan Luis Cebrián se acuerde de los muchos favores que le hice. Nuestro status era que él fundó «El País» y yo Canal +.

-¿Qué sucedió entre ustedes?

-Cebrián nunca creyó en Canal + y durante tiempo quiso cerrarlo, celoso de que yo lo hubiera montado. Yo era el líder de lo audiovisual y me llevaba bien con todos. Soy más simpático que Juan Luis, que es antipático. No le gustó que mi finca fuera más grande e hizo un boicot a Canal +, lo que era una medida antipatriótica. Con la muerte de Polanco se hizo dueño del solar. Me acabo de enterar de que Lescure vuelve como consejero de Sogecable, pero no Semprún. Algo se acordaron de nosotros? Esperaba que se acordaran de mí para felicitarme las Pascuas. Para los beneficios se olvidaron. Si hubiera disfrutado de los beneficios hasta 1995 no habría necesitado trabajar más. Ni adiós, ni educación. Creía que Cebrián era amigo. Polanco lo fue hasta el final.

-¿Le gustaba estar en aquel consejo con lo más granado del capitalismo español?

-Sí, con El Corte Inglés, March, Botín, las Koplowitz, los Albertos. A Semprún le gustaba que yo fuera el más gamberro. Se nota mucho cuando no rindes pleitesía al dinero. Me hice amigo de Juan March hablando de plantas. Él tiene en Mallorca uno de los más grandes jardines de Europa y yo le contaba cosas de mi pequeño jardín de Somió. Estar allí me dio mucha información y risa.

-¿No quiso volver a escribir?

-Me decían, a ver si el mes que viene? Pero si dejas de fumar, hazlo radicalmente, sin colillas ni ceniceros. De cabeza estaba bien, no chalado. No eché de menos el trabajo. Me dediqué a las plantas y a recuperar fuerzas. Cuando sueño, sueño con noticias del consejo de administración y con gente que me presentan. Son pesadillas porque odio el protocolo. En Prisa siempre hubo mucho protocolo y mucho aspecto institucional.

-¿Qué tal lo pasó en la vida?

-Bien. Al contrario que Vidal Peña, que es el mayor pesimista del mundo, yo soy optimista. Siempre admiré a los pesimistas, los encontré más profundos, de ahí mi doble admiración por Vidal. Pero yo me reí más. Eduardo Úrculo decía que tengo muchas arrugas porque estoy todo el día riendo. Él murió de un ictus haciendo un número a favor de los norteamericanos en la Residencia de Estudiantes. Fue feliz hasta el último día. Mi otro amigo pintor es Jaime Herrero al que quiero y admiro mucho. Jaime me enseñó el valor de figurativismo abstracto, y Úrculo el del pop americano.

-Antes de sus cargos en el cine español y europeo, estuvo en Bocaccio Films, en el guión de «Morbo» y de actor en películas.

-La mayoría de mis amigos eran peliculeros y colaboré con ellos de madera divertida e intrascendente. Salí del departamento de Filosofía y entré en Bocaccio por amistad con Enrique García. Fuimos al Festival de Cannes, pasamos la noche en Niza, en el hotel Negresco. Era cuando se dejaban los zapatos a la puerta de la habitación y cambiamos los de todo un pasillo. Gamberradas típicas de Oviedo.

-El Oviedo de sus referencias.

-No existe. Es el de los años sesenta y setenta, más pequeñín y bajo la tiranía de las tertulias. Cambié a Gijón, pero desde que murió Silverio Cañada no tengo contacto con nadie. Y desde que murió Chus Quirós no salgo. Chus fue muy importante. Era el punto de vista del diseñador. Estuve con él en las películas, la Quincena del Agua de Oviedo, sus bares de Mieres, el libro de Navascués, en los tiempos de la hiperactividad, cuando no había estrés, te creías inmortal y eras optimista.

-¿El peor fregado de su vida?

-El de Prisa. Fue el más preocupante y divertido. Aprendí mucho, sufrí bastante y tuve una salida traumática. Llevé muy bien ser columnista de moda, algo que descubrí junto a Manuel Vicent y Rosa Montero en una conferencia en la Facultad de Periodismo en los ochenta. El aula estaba abarrotada. Me di cuenta de que aquello era más serio de lo que pensaba cuando tanta gente quería ser lo mismo que nosotros. Viví el columnismo intensamente.

-Y el prologuismo.

-Sólo Ortega y Gasset escribió tantos como yo. No sé decir que no y cualquier chaval con una novelina me pedía un prólogo. El otro día encontré uno absurdo: un prólogo al conocidísimo Antonio Gala.

-Sería para darle modernidad.

-Otro sambenito que me colgaron, aunque luché mucho por ella desde «Cuadernos» donde publicaba a Umberto Eco, Barthes?

-Buscó ser leído por jóvenes.

-Cosa de viejo, nada más patético. Creía que tenían una cultura que no teníamos los de mi muy leída y pelmaza generación, que impidió que surgieran otras más divertidas y jóvenes. Mi interpretación de por qué España no es más «pop» es porque se reprimió la sociedad de consumo, porque los progres condenábamos el consumo. Es uno de los motivos de mi antiprogresismo.

-Habla mucho de su nieto. ¿Qué clase de padre fue?

-Con mi hija no interferí demasiado: fui cariñoso y le di libertad. Ella escogió meterse en mi negocio, primero en Canal + Francia, porque le gustó el modelo, luego en España. Siempre la animé a salir y se fue a Miami, a Chicago y a París. Todo lo consiguió por su propia fuerza. Desde que es madre, estoy chocho con mi nieto Sami, de 7 años. Me cambió la vida y se notó en mis colaboraciones de «El País Semanal», donde contaba cosas de él. Lo consideraban una chochez, pero para mí fue muy antiestrés.