Cada fase alta del ciclo económico deja huellas físicas muy visibles, como los años en los anillos del tronco de un árbol. En la línea de cumbres urbanas de Madrid, por ejemplo, se identifican las viejas cimas del desarrollismo franquista, las del período alto de finales de los 80, las grandes crestas de fines de los 90 y, tocando el cielo, los cuatro monolitos del final de Castellana, ya al borde de la crisis. El poderío económico pide perpetuarse en cemento (antes en piedra). En el plano de la política ocurre igual. Hoy en España se puede elaborar una cartografía monumental del más largo período de auge de su historia reciente, jalonada de fastuosas arquitecturas públicas, que, como ocurre con la Cidade da Cultura de Santiago, se siguen inaugurando en plena crisis. Hoy permiten una visión plástica muy clara del pasado banquete, del que casi nadie protestaba antes de la indigestión.