Oviedo, Pablo GALLEGO

La Conferencia de Rectores de Universidades Españolas, (CRUE), que reúne a cincuenta instituciones de enseñanza superior públicas y otras veinticuatro privadas de todo el territorio nacional, comenzó la semana en el ojo del huracán. La organización presentó la edición de 2010 del estudio «La Universidad española en cifras», y los resultados -con datos que llegan hasta el curso 2008-2009- no son demasiado halagüeños: la oferta universitaria subió un 43 por ciento en doce años, mientras que la demanda bajó un 15 por ciento. Un desequilibrio estructural que deja a Asturias como la región que más alumnos ha perdido desde 1996, casi un 41 por ciento. El informe, adelantado por LA NUEVA ESPAÑA, demuestra que la educación superior española tiene mucho trabajo por delante. No sólo a la hora de desarrollar la conversión al Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) a través del conocido como «plan Bolonia», un aspecto apenas tratado en el informe. También para asegurar la sostenibilidad económica del sistema universitario, sin planificación global tras quedar en manos de las comunidades a consecuencia de las transferencias educativas.

Después de seis ediciones, la CRUE se ha hecho ya con datos suficientes para analizar de forma profunda el sistema universitario. También para aconsejarle sobre su futuro. Una de las necesidades más acuciantes es «coordinar la reordenación de la oferta y racionalizar los recursos», según explicó durante la presentación el director del informe, Juan Hernández Armenteros, profesor titular de Economía Aplicada en la Universidad de Jaén. El grueso de la financiación universitaria proviene del dinero público, y la necesidad de rebajar el endeudamiento del Estado y de las comunidades afecta a las aspiraciones de la Universidad.

El trabajo de Armenteros, además de ofrecer una visión global sobre la Universidad española, permite analizar los datos de la enseñanza superior por comunidades. En el caso de Asturias, con una única Universidad pública, a la pérdida de alumnos se une un incremento del 7,39 por ciento en el personal docente e investigador entre 2000 y 2008. Esta cifra, unida a la subida del 17 por ciento en el personal de administración y servicios, sitúa a la Universidad de Oviedo entre las más austeras en su política de recursos humanos.

Los vicerrectores de Estudiantes y de Profesorado, Susana López Ares y Julio Antonio González, respectivamente, hacen una lectura positiva de estas cifras: el descenso en los alumnos se debe, principalmente, a cuestiones demográficas, y en los dos últimos cursos ha habido un repunte en las matrículas. Además, según Ares y González, los datos reflejan la especialización de los estudios, «al requerirse docentes que impartan nuevas asignaturas».

Otra de las variables recogidas en el estudio, la «satisfacción de la demanda académica», muestra que el 94,65 por ciento de los estudiantes que comenzaron la carrera en 2008 pudo acceder a los estudios elegidos como primera opción. En el curso 2000-2001, este grupo correspondía al 63,65 por ciento de los estudiantes. Y a pesar de que en quince años la Universidad de Oviedo perdió 15.870 alumnos, lo que apenas ha variado es la procedencia de sus estudiantes: el 91,78 por ciento de los alumnos que comenzaron la enseñanza superior en el curso 2008-09 son asturianos. En el curso 2000-01 la cifra era del 95,58 por ciento. En esos años sólo el 4,3 de los estudiantes tenía su domicilio familiar en otra comunidad, valor que en 2000-2001 ascendía al 7,98 por ciento. Los estudiantes internacionales representaron, en 2000 y en 2008, respectivamente, el 0,13 y el 0,24 de los alumnos de nuevo ingreso.

El informe de la CRUE señala a la Universidad de Oviedo como una de las que menos recursos públicos reciben de la Administración (5.205 euros por alumno, frente a los 5.791 euros de media), y sitúa su gasto corriente por alumno, 7.035 euros, por encima de la media estatal, equivalente a 6.910 euros. Una cifra que, según González, se debe «a la dispersión de los campus», y que incluye «gastos como la luz o el agua».

Un aspecto que, como explica el autor, no queda reflejado en la memoria es que la aplicación del «plan Bolonia», con la convergencia de las universidades españolas al modelo europeo, ha ayudado a «adelgazar» la oferta académica. Según Hernández Armenteros, la adaptación al EEES ya ha supuesto «una reducción del 11 por ciento» en el conjunto de las enseñanzas. En el caso de la Universidad de Oviedo, además de eliminar titulaciones repetidas, la aplicación del «Plan Bolonia» va asociada a una «reordenación» de centros, a través de la fusión de 15 facultades y escuelas universitarios en seis grandes centros.

Durante la presentación del estudio, Hernández Armenteros llamó la atención sobre un hecho que ya fue polémico en la última propuesta del Ministerio sobre financiación universitaria: que los repetidores paguen más. «Hay alumnos de las públicas que no son conscientes del coste real de la plaza que ocupan: habría que mejorar las normas de progreso académico y permanencia para mejorar el rendimiento». Esa palabra, rendimiento -por la ausencia de él-, aparece de forma constante cuando la Universidad se estudia desde el punto de vista económico.

Según Armenteros, la diferencia entre la oferta y la demanda que constata el informe de la CRUE lleva a «situaciones de alta subactividad o ineficiencia». Sólo en 2008, el 42 por ciento de las enseñanzas universitarias tuvo menos de 50 alumnos de nuevo ingreso, y un 16 por ciento, menos de 20. Otras voces críticas sugieren que estos estudios se concentren en determinadas Universidades, un proceso que abriría el camino a la especialización en áreas en las que las diferentes instituciones sean consideradas «fuertes».

Pero no todos los datos son negativos. El informe del consejo de rectores también habla de un sistema situado entre los de mejor rendimiento académico a nivel internacional. También de un notable esfuerzo por potenciar la actividad investigadora. En el caso de la Universidad de Oviedo, en 2008 la inversión en I+D sobre el gasto total ascendió al 14,22 por ciento, casi tres puntos por encima de la media nacional, situada en el 11,7 por ciento.

A escala nacional, «la Universidad debe ordenarse», sugiere Armenteros, para mejorar la gestión de los recursos económicos y académicos. «Tenemos la mejor Universidad que ha habido nunca, pero su comportamiento y resultados están lejos de la excelencia».