La soprano Ainhoa Arteta llegó ayer a Oviedo y sin pausa realizó un primer ensayo para el concierto que ofrecerá mañana en el auditorio Príncipe Felipe con la orquesta Oviedo Filarmonía, dirigida por Lorenzo Ramos. Repetirán el concierto el próximo viernes en Madrid.

-En vísperas del recital, ¿qué sensaciones tiene?

-Las sensaciones en Oviedo siempre son buenas. Conozco bien la ciudad, he pasado aquí temporadas largas para preparar óperas del festival del Campoamor. Oviedo es limpia, amable, bonita. El Norte, además, me tira porque soy del Norte. No extraño el tiempo que pueda hacer porque nací en este mismo clima. Estoy en casa. Ya hemos hecho el primer ensayo. Tenía cierta curiosidad porque las obras de Granados sí las había cantado orquestadas pero no así las de Obradors y tenía curiosidad de ver cómo era. Un ensayo bonito y bueno. Aún nos falta el ensayo general. Disfruté de nuestro repertorio español, con una orquesta estupenda y con el director Lorenzo Ramos, con el que ya había trabajado hace años y ahora me ha encantado volver a colaborar. Es un músico entrañable.

-¿Por qué un repertorio español?

-Es lógico, hay que defender nuestro repertorio. Estoy en un momento vocal fuerte y cómodo. Siempre he hecho repertorio español como recitalista, siempre le he dedicado la segunda parte de los conciertos. Tenemos grandísimos compositores, incluyendo los nuevos. Los intérpretes debemos dar salida a nuestros compositores. Siempre que me proponen un repertorio español me hace ilusión y si no lo propongo yo.

-¿Óperas o conciertos?

-Los dos tienen sus características. Son muy distintos. Ambos permiten lucirse y ambos son difíciles. En una ópera puedes ocultarte más, hay otros compañeros en escena. Te puedes esconder relativamente. En un concierto estás sola, eres solista única y no hay posibilidad de esconderse, hay que afrontarlo de una manera más intensa.

-En un concierto, ¿manda más el cantante que el director al menos en relación a lo que ocurre en las óperas?

-Hay una entente entre ambos. Lo normal es que no haya peleas. La música se hace con colaboración. El director lleva en su batuta toda la orquesta y es indispensable que esté en función del solista. Y el solista del director. El trabajo es común, es fructífero e interesante, pues aprendes de los problemas que se le presentan al director. En un pasaje una orquesta requiere cierta dinámica porque los violines no pueden esperar como ocurre con el teclado de un piano cuando lo preparas en solitario antes. Siempre es muy interesante aprender todas esas cosas.

-Se dice que el público de Oviedo es muy frío.

-No lo creo. Es así en general en todo el Norte. Lo comprendo. No es frío, es del Norte. El público de Oviedo es de muchísima sensibilidad y de muchísima tradición. No se puede olvidar que la ópera y los conciertos siempre han contado con una programación importante. Por eso el público es exigente y sensible.

-¿Cuándo vuelve a la Temporada de Ópera del Campoamor?

-Tengo programado volver. Me hace mucha ilusión. Será con la «Elizabeth» de «Don Carlo». Supone una etapa nueva en mi carrera. Ya no soy tan «Julieta» aunque hace poco canté el dúo con Bros y me trajo muy buenos recuerdos. Paso de lírica a spinto.

-Explique ese cambio.

-Es un proceso natural en una voz que va madurando. Empecé como soprano lírica casi ligera. Esa voz no puede con un repertorio pesado. Una voz lírico spinto sin embargo ya no tiene la misma agilidad. La voz es como el vino, madura, coge color, densidad y riqueza, adquiere más armónicos y entonces se puede enfrentar a roles más densos de orquestación y de volumen. Debemos cuidar la voz. Es nuestra responsabilidad. Pero en el mundo actual no se respeta suficientemente, se expone a cantantes jóvenes, con unas voces de enorme futuro, a unos roles que no son adecuados y eso acelera su deterioro. Es crucial para un cantante elegir bien por mucho que le ofrezcan papeles muy atractivos. A la voz hay que escucharla y nunca obligarla. Por mi edad y mi vocalidad estoy ya en roles más de soprano spinto. Pero siempre voy despacio. No hago más de cuatro óperas al año. El recital me ha ayudado muchísimo. Cada año añado un rol nuevo. Ahora «Tatiana»; después, mi primera «Leonora» de «Simon Boccanegra» y la «Elizabeth» de «Don Carlo». Poco a poco, dos roles nuevos al año.

-Y, como todos los cantantes, siempre pendiente de los catarros.

-Estoy con uno desde hace quince días y no me lo quito de encima. Una especie de gripe un poco fuerte. Forma parte de nuestra profesión, no se canta tan a gusto y cómodo pero voy a tocar madera, por ahora no he cancelado nada porque tengo unos médicos estupendos y voy medicada.

-Disculpe pero ¿cuenta ser tan guapa como usted?

-Puede facilitar algunas veces un rol porque das el papel. Pero a la hora de la verdad, a la hora de la partitura, el físico no te salva. Es completamente secundario. Tengo el físico que tengo pero no he llegado a donde he llegado por eso. Es imprescindible el perfil vocal, nadie atiende media hora a una persona sólo porque es agraciada. Prefiero un buen cantante a una buena figura. Yo voy a escuchar a un cantante, no a verlo. Si es agradable, mejor, pero no es lo que importa.

-¿Cómo está influyendo la crisis?

-Está afectando, no voy a decir que no. Lo que se está intentando hacer en España y con muy buen criterio y lo recomiendo es tirar de cantera. No sólo de cantantes sino también de instrumentistas, de orquestas, de todo. En los últimos 25 años España ha dado unos cuantos pasos de gigante, la situación musical es muy buena. Hay muy buenas orquestas y muy buenos músicos. Se han construido muchos teatros y auditorios maravillosos. También es el momento creo de plantear la ley de mecenazgo, que sea más amplia. Y modificar la fiscalidad de los teatros.