Ser notario es cuestión de vocación, voluntad y mucho esfuerzo. Lo saben bien Ana Isabel Barrera Gayol, de Oviedo, de familia tapiega; Ana María Fernández González, ovetense de madre allerana y padre tinetense, y el avilesino Juan Álvarez Valdés, los tres jóvenes asturianos que forman parte de la promoción de 91 nuevos notarios que han pasado las últimas oposiciones que culminaron en enero. Entre los tres suman más de veinte años de preparación para ingresar en uno de los cuerpos jurídicos que goza de mayor prestigio social y profesional.

Los opositores asturianos han atravesado un particular calvario de ocho meses de exámenes y nervios, precedidos de miles de horas de estudio. Ahora inician una nueva vida en la que, según reconocen, les resulta difícil «desengancharse» de la rutina espartana de estudio y sesiones de preparación.

En las pruebas, celebradas en las sedes de los colegios notariales de Galicia y Madrid, estaban en juego 91 plazas, a las que aspiraban 874 licenciados en Derecho. El examen fue superado por 42 mujeres y 49 hombres. Los tres nuevos notarios del Principado, igual que el resto de sus compañeros de promoción, tomarán posesión de sus plazas a lo largo del año. Será difícil quedarse en la región. En el Principado hay vacantes en Trevías, Boal, Belmonte, Proaza, Colunga, Castropol, Cudillero y Avilés. Todo depende de la puntuación del resto de los solicitantes y de los traslados que se tramiten.

Ana Isabel Barrera es la prueba fehaciente de que la constancia tiene premio. Ha aprobado después de diez años de estudio y tres tentativas fallidas. Estudió Derecho porque le gustaba «desde siempre». Terminó la carrera en 1995. Su asignatura favorita fue Civil. «Era la última oportunidad que me daba», señala.

Juan Álvarez tampoco tuvo dudas a la hora de elegir carrera. «Derecho era mi preferida». Fue premio fin de carrera. Ha sacado notarías en cuatro años, un récord.

Ana María Fernández tenía claro desde niña que quería opositar. El último año de Universidad, en 2005, se decidió por completo. Asegura que los seis años de codos sobre la mesa han merecido la pena.

Los tres rompieron con la vida normal para encerrarse a estudiar diez horas diarias, con una semana al año de descanso en verano y unos días en Navidad. Destacan que sin apoyo familiar no hubieran resistido y aseguran que la leyenda negra sobre la dificultad de las oposiciones es muy cierta. «Pasamos cuatro exámenes, dos orales y dos prácticos. El peor es el tercer ejercicio, la encerrona de seis horas para resolver un caso complejo con ayuda de textos legales. Es el más difícil y puntúa el doble», indica Ana María Fernández.

Los tribunales están formados por siete personas. Los tres coinciden en que lo que más les gusta de su trabajo es el contacto con la gente y «la alta responsabilidad que supone actuar como fedatarios de la sociedad», señala Valdés.

Una vez ubicados tendrán que pagarse los gastos del despacho. «El Estado fija una tasa, pero el montaje de la notaría corre a cuenta del profesional», explica Jesús María García Martínez, notario de Pola de Lena y uno de los fundadores de la academia de preparadores abierta en el Colegio de Notarios de Asturias, donde están colegiados 70 profesionales.

La solidaridad funciona en el cuerpo notarial. A García, notario desde 2002, le apadrinó en su día José Alfredo García Álvarez, notario de Llanera. A Ana María Fernández la preparó Gema Rodríguez, notaria de Salas; a Juan Valdés, Miryan Calzón, de Cangas del Narcea, y a Ana Isabel Barrera, Fernando del Páramo, que ejerce en Sama de Langreo.

García se lo piensa dos veces antes de responder si ha merecido la pena el esfuerzo realizado para ser notario. «Es una pregunta abierta que prefiero dejar sin respuesta». Añade que no existe una receta única en la preparación de la oposición. Sus pupilos le escuchan con atención. Dentro de poco ellos ayudarán a otros a acometer la costosa aventura de obtener una plaza.