Es de lo más normal que todos los padres quieran saber con detalle con quién se va a casar su hijo/a. Y la Casa Real no es una excepción. En familias menos coronadas, el asunto se resuelve preguntando un poco por aquí, un poco por allá, intentando como se pueda contrastar la inmejorable información que aporte el tortolito de su tortolita. O viceversa. Pero cuando hablamos de la familia que reside en el palacio de la Zarzuela, hay que encomendarles la tarea a auténticos profesionales. Ahí es donde entran en acción los espías del Centro Nacional de Inteligencia (CNI).

Según cuenta el periodista Fernando Rueda en su libro «Las alcantarillas del poder», de inminente publicación, «altas personalidades del Estado» encargaron a los agentes secretos que hicieran algunas indagaciones para conocer todos y cada uno de los detalles de la vida de la periodista ovetense Letizia Ortiz Rocasolano, que estaba en trance de convertirse en Princesa de Asturias. Por lo que cuenta Rueda, la labor fue encomendada con la más absoluta discreción a «altos mandos del CNI», sin necesidad de abrir expediente alguno que dejara rastro, y el objetivo era «detectar riesgos de cualquier clase: conocer cada detalle de su vida para prevenir futuros ataques que pudiera recibir procedentes tanto de grupos de presión de todo tipo como de los medios de comunicación. Había que identificar, por pequeña que fuera, cualquiera de sus debilidades, solucionarla en secreto y cerrarla antes de que se convirtiera en un personaje».