Villayón, Marcos PALICIO

El arranque del poema dice que «tienen mis versos / el color de tus montes» y casi no hacen falta más explicaciones. Vita López vive y escribe en Villayón «por decisión propia» y sobre todo porque los versos no rimarían igual lejos de este paisaje. Sus dos libros de poemas -«Alma de brezo» (2001) y «Luna de otoño» (2007)- están hechos de la misma materia que el «verdor de estos campos», «el sonido de estos montes» y la «paz tremenda» que inspira el entorno de su casa en Villayón. Con ese mismo mecanismo se ha fabricado también la tercera entrega, «Sueños púrpura para noche gris» (Ediciones Azucel), que está a punto de ver la luz del mercado en este mes de abril. La pulsión literaria, cuyo origen «se me pierde en la memoria», ha desembocado siempre en las alturas de esta orilla del río Navia que colabora en el proceso creativo con su ritmo «tranquilo, a veces demasiado», y con toda una extensa gama de verdes y silencios.

«No lo puedes describir si no lo sientes», apunta Vita López, que ilustra el autorretrato con la certeza de que «no tengo formación académica, yo escribo sentimientos? Es algo que necesito volcar, echar fuera». Y tiene que ser aquí, y si se obliga a escoger únicamente un rincón camina dos kilómetros desde la capital del concejo y redescubre Ribalagua, «un paraje encima del embalse de Arbón; un sitio recogido, tal vez un poco anclado en el tiempo y ahora, en primavera, divino». Ese paraje y algún otro de los que se recorren nada más salir de casa amasan la materia prima de la poesía, definida aquí como el «reciclaje» creativo de «todo lo que me rodea». El contexto es siempre este lugar al que la escritora, nacida en Villayón y ahora residente en Granas, a apenas tres kilómetros al Este, permanece atada por vocación después de haber resistido todas las oportunidades de marcharse. Se quedó para comprobar que la pequeña capital de concejo, y por extensión el municipio que encabeza, han cambiado con retraso. «Hay una evolución, es evidente», asegura, pero «en algunas ocasiones, nos hemos quedado muy atrás. Por lo menos dos generaciones nos hemos perdido muchas cosas que están llegando demasiado tarde, cuando ya falta la población». Habla de servicios, «de atención a las mujeres, a los ancianos, a los niños...» De un pequeño polígono industrial inexistente o de alguna oportunidad de empleo capaz de evitar «esta escapada masiva de la gente joven, porque nos estamos quedando viejos, y la mitad de los pueblos, vacíos».

Queda, dice, el empujón solitario de las iniciativas aisladas, como los que ha dado a Villayón la Asociación de Mujeres «Virgen de los Dolores», de la que Vita López fue la primera presidenta. Aquí quedan casi solos, a su juicio, estos esfuerzos «sin ningún apoyo público» ni más patrimonio que el entusiasmo de los vecinos, que su empeño por «reivindicar un espacio propio» primero para la población femenina, maltratada en el campo, y después, con el tiempo, para todo este concejo a veces invisible y aislado. «Po'la Villa» es desde hace cuatro años un ejemplo, un recorrido hacia el pasado que se sustancia un día de diciembre en una muestra popular de oficios tradicionales en las calles del pueblo. Los vecinos vuelven a hacer como que vuelve a haber aquí hilanderas, curanderas, cesteiros... Hacen como que ha regresado de pronto aquel pasado de vidas esforzadas, más gente y menos alternativas con el propósito de que «la gente viniera, aportara vida, nos conociera y se llevara nuestros productos, para que la gente supiera dónde queda Villayón».

Hubo, pues, quien tuvo aquí algunas ideas humildes, por lo menos ésta y la de devolver a Villayón la Feria de los Santos, «que estaba muerta», y esos mismos echan ahora en falta «que alguien las tome como suyas. ¿En qué sitio es la asociación de mujeres la que organiza la Cabalgata de Reyes?», se pregunta Vita López.

La certeza de que no volverá el pasado se percibe con claridad al mirar de frente a las viejas escuelas en las que estudió la poetisa en Villayón, hoy transformadas en telecentro. Delante, El Cotariel era el escenario permanente de los juegos infantiles que han dejado un poso que también se cuela hoy entre los versos, a veces sin querer. Como la vida de esfuerzos de las mujeres campesinas, que no importa que se haya perdido, sigue López, «porque era horrible, dura, mal considerada, que las tenía casi como animales de carga. Me da lástima que se haya marchado mucha gente joven que podría haber abierto otras oportunidades en el pueblo», apunta, «pero me alegro de que las condiciones de vida de la mujer, y de toda la población rural, hayan cambiado». Son las dos formas de ver «el sonido del tiempo / y tus silencios», dicho como lo expresan los dos últimos versos de aquel poema dedicado a Villayón e incluido en «Alma de brezo».