Héctor Vázquez-Azpiri (Oviedo, 1932), concluye sus «Memorias» para LA NUEVA ESPAÑA con el relato de su actividad literaria y periodística.

El ateo Russell.

«Me caso en 1958, con una inglesa, Irish Belinda, sobrina nieta de Bertrand Russell, a la que conocí en Madrid. Tuvimos tres hijos y uno de ellos es Arthur James Vázquez-Azpiri, uno de los principales abogados de EE UU, con despacho en San Francisco. Hizo la licenciatura en Filosofía y después estudió en Harward, hasta obtener el doctorado en Derecho. Que mi primera mujer fuera sobrina nieta de Russell no me facilitó el conocerle, al contrario. El padre de Irish, mi suegro, era un creyente tremendo y le tenía un odio feroz al ateo de Russell, así que yo leía a éste casi a escondidas. Mi segunda esposa, desde hace 40 años, es Pepa Sánchez Regalado, que ha sido azafata y sobrecargo de Iberia hasta su jubilación. Nos casamos en Bolivia porque mi mujer inglesa se divorció de mí, pero aquí en España no había divorcio y yo seguía casado. En uno de mis viajes a Bolivia me hice boliviano, me divorcié y me casé».

Novelas y actores. «La novela "Víbora", inspirada en el secuestro del bandolero Bernabé, fue finalista en 1955 del premio "Nadal", que ganó ese año "El Jarama", de Ferlosio. Antes de "Víbora" había escrito un libro que me acojonó, sobre tres jóvenes en la edad que yo tenía entonces, veinteañeros. Fui siguiendo sus vidas, imaginándomelas, hasta que unos de ellos se iba abocando al suicidio. La cogí y la rompí. Aquella novela era una cosa muy rara; metía hasta fórmulas matemáticas, por esas cosas que quería hacer después de leer "Finnegans Wake", de Joyce. Tenía escrita "La Arrancada", después de pasar medio verano como marinero en el barco "Cristo del Socorro". La novela era sobre algo que había pasado en Luanco, en una carrera entre barcos en la que a uno de ellos le reventó la caldera. Esa historia yo creo que es mejor que "Víbora", que es más inocentona porque en ella todavía no me había soltado y escribía haciéndome el cultillo. De estas cosas discutía con mi padre, que también escribía. En un cuento suyo horroroso había escrito "un acreditado establecimiento de perfumería". "¡Qué coño, sobra establecimiento y acreditado!", le decía yo, y añadía: "Puedes decir hasta una perfumería cojonuda y queda mejor". Tenía un barco. Cuando me casé, en vez de comprar un piso, compré un barco y me hice capitán de yate. Con base en Mallorca, navegaba por el Mediterráneo, pero mi idea era dar la vuelta al mundo durante varios años, aunque no pudo ser porque me escoñé un brazo. En aquella época de Mallorca conocí a dos actores, Errol Flynn y Tyrone Power. Errol Flynn tenía el buzón al lado del mío. A mí sólo me solía llegar alguna carta de mi padre, pero un día me encontré con un montón de ellas que eran de Flynn. Fui a llevárselas al club y cogimos una borrachera con ginebra. Nos vimos varias veces más. Con Tyrone Power, el contramaestre de su barco, al que yo conocía, me invitó un día a una fiesta del actor. Nos caímos bien y estuvimos de cháchara hasta altas horas de la madrugada. Yo hablaba bien inglés. El venía a hacer una película a Madrid y quedamos en vernos allí. Pensé: "a lo mejor puedo meterme a escribir guiones y ganarme la vida". Me fui a reparar el motor de mi barco a Barcelona y al llegar a Ibiza leo en el periódico que él había muerto».

Notas sobre Inglaterra. «Al casarme viví también en Inglaterra y desde allí hicimos viajes largos a Grecia y a Turquía. En Inglaterra me dio por pintar, abstractos y algo de figurativa. Una hermana de Virginia Wolf, amiga de mi suegro, me ofreció hacer una exposición. En Inglaterra fui corresponsal de la revista "Carteles", de Cuba, en la que estaba José Antonio Mases. Pagaban el triple, o más, de lo que podías cobrar en España. Me llegó el primer cheque, en dólares, porque todavía era antes de Castro. Empecé a escribir también una sección que se llamaba "Asteriscos", de notas sobre la vida inglesa, casi en frases lapidarias, con cierta gracia, si podía. Cuando recibo la siguiente paga, habían puesto más asignación todavía. Antonio Ortega era el director de "Carteles", y después fundó "Bohemia Libre" en Caracas. También fui amigo de tertulia en Madrid de Goico Aguirre, Juan Fernando Vela, Jaime Menéndez? , o de Juan Antonio Cabezas y Vega Pico, que habían estado en el diario "Avance" durante la República y la Guerra Civil».

Cela y Alfaguara.

«"La arrancada" no se publicó hasta 1965, cuando se funda la editorial Alfaguara, con Camilo José Cela, a quien yo conocí cuando me lo presenta el general de aviación Alfredo Gutiérrez, asturiano nacido en Galicia, pero de Luanco y amigo de mis padres. Mi padre, con esa cursilería que tenía, dijo cuando falleció el general: "Murió en mis brazos", y tuve que corregirle: "No murió en tus brazos; habías estado con él, le dejaste, le dio un ataque y se murió". Así que mi padre iba a ver a Palma a Alfredo Gutiérrez y yo me encontraba con Cela, con quien entablé una gran amistad y, sobre todo, con su hermano pequeño, Jorge. Pero me distancié de éste por defender un día ante su mujer a Manuel Vicent, que era amigo y vecino mío de Madrid. La mujer de Jorge decía que Vicent era un frívolo. Con Cela colaboré en «Papeles de Son Armadans», con cuentos y alguna crítica de arte. Él era un hombre detallista, en el trato y en el trabajo. Pasaba días encerrado, trabajando un folio, y le quedaba perfecto. A México me fui en 1972 con una beca del Fundación March para escribir la novela "Corrido de Vale Otero", y también trabajé en la revista "Visión". También con una beca de la Fundación March escribí "Juego de bobos", y para ello fui recorriendo toda la cresta cantábrica, por donde habían estado las juntas contra Napoleón».

Censor y traumatólogo. «Escribí un libro sobre la monarquía, "De Alfonso XIII al Príncipe de España", y tuvo el récord de la censura: le quitaron 700 páginas. Llegas a un punto y seguido y no entiendes lo que sigue, pero lo que pasa es que ahí faltan 40 folios, y en otro lugar diez, y así por todas partes. Era un libro documento, como si investigas un crimen, sobre cómo se cargaron a don Juan. Los de "Contubernio de Munich" me proporcionaron material en abundancia. Estuve un año entero escribiendo el libro, que iba a ser en dos tomos, pero salió uno. Me lo pagaron bien: lo contraté por dos millones de pesetas, que entonces era una buena cantidad. Cobré uno y el otro no me atreví a reclamarlo a la editorial, porque habían perdido dos años peleando con la censura, que se llamaba entonces Información Bibliográfica y, con ese nombre, en aquellas oficinas entraba gente a preguntar dónde podía encontrar cierta edición de "La Celestina", o así. Mi censor era don Marcelino, un tipo pequeñajo, y la secretaria se llamaba Mari Luz. Yo llegaba con todo el taco de folios y un día dije: "Es que no puedo más", y Mari Luz reaccionó: "Puedo recomendarle un psiquiatra". "No, recomiéndeme un traumatólogo, coño, que no puedo ya de tanto ir y venir con este peso"».

Virginia Cerezo

. «En Televisión Española fui la mujer más guapa de España porque se le ocurrió a José María Íñigo organizar una votación en el programa "Directísimo", que también se editaba como revista y la hacíamos en una noche. Yo firmaba en ella como Virginia Cerezo, además de otros nombres porque la revista la hacíamos entre Jesús Torbado, yo y alguno más. Rosa Montero estuvo un tiempo. Salíamos del programa por la noche e íbamos a una oficina cerca de plaza de Castilla. A fuerza de whisky y pollo lo escribíamos todo. Luego venía el confeccionador, la llevaba a la imprenta y al día siguiente estaba en los quioscos. Por eso no le daba tiempo a actuar a la censura, pero venía detrás. Nos metíamos con el precio de la merluza y al cabo de unos días llegaba la carta persecutoria del Ministerio de Información. La revista llevaba entrevistas y yo me encargaba de los de lengua inglesa, los toreros o los actores y futbolistas. Yo era también Virginia Cerezo y fui creando la imagen de una mujer muy guapa y atractiva. Inventé el personaje y llegó lo de votar en el programa. Y empieza a salir elegida Virginia. Aquello había que reconducirlo y al final salió Amparo Muñoz, muy guapa, pero yo lo era más todavía. En la revista "Tiempo" fui jefe de deportes, cuando era director Julián Lago. No quería dedicarme a gilipolleces de política o a información sobre literatura y cogí esa sección. Fui subdirector de la revista "Tele-Radio", hasta que desapareció, durante sus tres últimos años. La cerró por capricho Pilar Miró. Y para el "Reader's Digest" traduje y escribí muchos artículos en la edición española. Pero donde estuve más tiempo, varios años, fue en una revista de Nueva York, "MD", en español, para médicos, fundada por un médico psiquiatra anarquista, muy amigo de Anaïs Nin y aquel grupo. La revista tenía un rascacielos entero en Nueva York y había una edición para toda Sudamérica, aunque a España llegaba poco. Escribía o traducía, según me encargaban, y pagaban cojonudamente, en comparación con lo que se daba en España».