Jesús Sanz Montes, arzobispo de Oviedo, tiene que andar dando explicaciones urbi et orbi de sus relaciones con la sidra, según comentó el pasado domingo en el fartódromo de Trascorrales durante las fresas del Corpus. «Ya tuve que tomar cuatro culinos antes de llegar aquí», explicaba, y como siempre son en algún acto público, «me hacen una fotografía y, cuando se publican, mis amigos me preguntan qué hago en Asturias además de beber sidra». El comentario venía rodado de otra conversación porque el portavoz de Foro Asturias en el Ayuntamiento de Oviedo, Arturo González de Mesa, llevaba la mano a la espalda porque se había dado cuenta de que ya le habían hecho un montón de fotos con una copa y no quería dar lugar a conclusiones. El Alcalde no escondía nada. Gabino de Lorenzo Ferrera, alcalde de Oviedo, conviene recordar a los más jóvenes, no nació en el cargo y tuvo mucha popularidad por una imagen de cuando sólo era el cabeza de lista de Alianza Popular a la Alcaldía (que no logró) y en el mitin de debut fue fotografiado entre cajas con una copa en la mano para darse valor o quitarse la sed.

La sed tenía mucho que ver con las fresas del Corpus del domingo porque apretaba el calor Polisario, la ciudad olía a Madrid, ardían las sábanas en los tendales y las playas de Asturias eran arena de lava fundida. Cuando acabó de hablar oficialmente el arzobispo, Gabino de Lorenzo sólo dijo: «Yo creo que con este calor deberíamos quitarnos la chaqueta» y así lo hizo. Le imitaron algunos concejales del PP, algún cura y Alfredo Carreño Fuego, el portavoz socialista, que llevaba una adecuada camisa blanca de manga corta de azafato. Alguno del PP quedó con ella puesta alegando tomate sobaquero. Ninguno de Foro Asturias (FAC) se quitó la americana. Como la política también son los gestos caben las interpretaciones mientras las negociaciones no avancen. ¿El Foro no hará nada de lo que proponga Gabino? ¿Carreño se quita la chaqueta siguiendo las indicaciones de Ferraz, donde a veces llegan llamadas? Entretengámonos a falta de hechos. El espíritu del Corpus fue tan tenso que no se distinguía una fresa de una fresadora y nadie quería pillarse los dedos.