Oviedo, Pablo GALLEGO

Cuando el reloj de la Junta General del Principado marcaba las doce y diez de la mañana, Francisco Álvarez-Cascos se convertía, ya de forma oficial, en el nuevo presidente del Principado. Tras la última sesión del debate de investidura el viernes, el líder de Foro Asturias prometía ayer respetar la Constitución española y el Estatuto de Autonomía asturiano en la planta noble de la Junta General, sobre la escalera del Parlamento. El lugar reservado para «el más alto honor al que puede aspirar un político asturiano», en palabras de su predecesor, Vicente Álvarez Areces: convertirse en presidente del Principado. En su discurso, cosido con cuidado para decir las palabras justas y dar a entender otras muchas que no estaban escritas, Cascos marcó el que será uno de sus principales objetivos: lograr la «unidad» de los asturianos para que en España «se respete nuestra voz».

El primer discurso oficial de Cascos como presidente, tras prometer respetar la Constitución y el Estatuto de Autonomía, fue casi una ponencia política. Ante el resto de las primeras autoridades del Principado, y rodeado de una nutrida representación de la sociedad asturiana, Cascos expuso las bases ideológicas de su nuevo periplo autonómico. Se mostró dispuesto a liderar un nuevo regionalismo asturiano, cuya genealogía detalló, y se refirió dos veces a Asturias como país. Eso sí, subrayó que el regionalismo no implica separatismo, sino lo contrario.

Parafraseando al ex presidente Pedro de Silva -presente apenas unos metros a su derecha-, Cascos apeló al «aliento histórico» para afirmar que el «hecho regionalista asturiano» está avalado por «la peculiaridad histórica, geográfica, administrativa, cultural y lingüística» del Principado. Aquello que nos hace diferentes. Con palabras de la proclama «Doctrina asturianista» firmada por Álvaro Fernández de Miranda, Ceferino Alonso y José González, Cascos vinculó «regionalismo con regeneración», y concluyó que esa doctrina era «el fundamento, la entraña de la nacionalidad española».

Quizá para aclarar que su discurso no ocultaba tintes separatistas, sino argumentos para «recuperar el orgullo de ser asturianos», Cascos afirmó que «el país» que ayer comenzó a presidir «aspira a compartir con las demás» el camino, «sin ser privilegiada ni marginada». «La mejor España no se entendería sin Asturias, y Asturias no la entendemos sin España», sentenció.

Para demostrarlo, Cascos anunció a la ministra de Medio Ambiente, Rosa Aguilar -que representó al Gobierno central en la toma de posesión del nuevo presidente asturiano-, que la «cooperación institucional» presidirá la legislatura. «Los ministros del Gobierno de España no sólo son bienvenidos a este país», porque así denominó Cascos a Asturias, sino que «presidirán todos los actos a los que tengan a bien acudir en el Principado», le explicó.

La medida puede parecer una simple deferencia protocolaria, pero no lo es. Aunque los presidentes autonómicos -los anfitriones en sus respectivas comunidades- suelen ceder la presidencia a los ministros en los actos que se celebran en sus dominios, quienes recuerdan la etapa en la que Cascos era ministro y Sergio Marqués presidente reconocen que no era así. El entonces titular de Fomento llegaba a Asturias como «representante expreso» del jefe del Gobierno de aquellos años, José María Aznar, para recibir el mismo tratamiento protocolario, y pasar por delante de Marqués. Con Areces también se imponía en los actos gracias a la misma delegación de Aznar.

Aguilar fue la única autoridad ajena al Principado que acudió a la toma de posesión. Cascos se puso legalmente al frente del Ejecutivo asturiano, tras la lectura del real decreto sancionado por el Rey, sin la compañía de otros jefes de Gobierno del resto de comunidades autónomas. Tampoco presidentes de otros parlamentos regionales. Sólo Fernando Goñi, máxima autoridad de la Junta General.

El presidente del Parlamento asturiano utilizó su discurso para hacer un llamamiento al «diálogo constante entre las fuerzas parlamentarias». «Por encima de la batalla de las ideas está Asturias y los asturianos», afirmó Goñi, secretario general del PP de Asturias. En no menos de ocho ocasiones llamó a «materializar acuerdos, aunque ello implique cesiones y renuncias». «La profunda crisis que atosiga a nuestra región, que tiene su hecho más dramático en el paro», y «la ausencia de mayorías en la Cámara» son las circunstancias que, según Goñi, «deben marcar el camino de cualquier acción política».

De Agustín Argüelles a Toreno, pasando por Riego, Flórez Estrada, Jovellanos o Manuel Llaneza, y mientras el calor hacía mella en los invitados ubicados en el tercer piso de la Junta, Álvarez-Cascos recalcó su deseo de «continuar la noble tarea histórica de hacer una Asturias mejor, más culta, más ilustrada, más justa y más próspera». Un solar «donde no quepan ni la indignación, ni la marginalidad, ni la exclusión». «¿Por qué no intentar que el sueño de una tierra sin fronteras se haga realidad?», se preguntó el ex ministro. «Queremos que la Asturias de hoy sea mejor que la de ayer, para que los asturianos del mañana estén orgullosos de lo que hicimos, solidariamente, los actuales ciudadanos de esta hermosa tierra», aseveró.

Para lograrlo, el nuevo responsable de la política regional reconoció que se basará en «muchas cosas muy bien hechas por nuestros predecesores». Lo dijo mientras miraba a los presidentes anteriores, con las únicas ausencias del fallecido Rafael Fernández, socialista histórico -su hijo que lleva su nombre está afiliado a Foro y acudió a la toma de posesión-, y de Sergio Marqués. Pedro de Silva, Juan Luis Rodríguez-Vigil, Antonio Trevín y el último en irse, Vicente Álvarez Areces, pasaron a Cascos el testigo del Gobierno.

«Presidente, recibe usted un gran patrimonio colectivo construido con el esfuerzo, las ilusiones y aspiraciones de los asturianos», le advirtió Areces. Cascos le respondió con el compromiso de «sacar incansablemente energías y coraje para liderar este nuevo período político y social de Asturias».