Candás,

Braulio FERNÁNDEZ

Nada más comenzar la Guerra Civil española, la iglesia de San Félix de Candás y su Cristo fueron quemados, en el caso del segundo con saña y regodeo. Sin embargo, el retablo churrigueresco que lo rodeaba no corrió la misma suerte, y por eso es uno de los pocos elementos originales que queda del Cristo y su iglesia anterior a 1936. El responsable de su salvación fue el escultor Antonio Rodríguez, «Antón», que hoy da nombre al museo de escultura de la capital de Carreño.

En el camarín del Cristo, una foto del autor recuerda su hazaña, señalando que «la intervención del malogrado artista candasín logró salvar el retablo churrigueresco del Cristo, de gran valor». Y de ello se acuerdan en Candás especialmente un día como hoy, 14 de septiembre, día del Cristo marinero de Asturias, que además coincide con el centenario del nacimiento de Antonio Rodríguez (1911-1937).

Numerosas publicaciones reflejan el hecho de que Antón resguardase el retablo de las llamas al comienzo de la guerra, pero en ninguna línea más que en la inexistente de la tradición oral se cuenta cómo sucedió. «En aquel momento se estaban destruyendo altares, y Antón convenció a quienes querían hacer lo mismo con el retablo del Cristo de que no lo hicieran, de que tenía mucho valor, ya que estaban hecho de oro, y podía adquirir un gran valor económico», reconstruye desde esa tradición oral la directora del Museo Antón de Candás, y auténtica especialista en la biografía del escultor, Dolores Villameriel.

El retablo fue finalmente salvado, y ni vendido ni expoliado. Volvió a ocupar el lugar preferente de la iglesia nada más concluir la guerra. No corrió la misma suerte el propio Cristo, que el 4 de septiembre de 1938 ya fue sustituido por una nueva imagen, la actual, obra del escultor gallego Magariños.

La vinculación de Antón con el Cristo fue relevante, como señala el historiador Francisco Crabiffosse, ya que el escultor «pasó dos meses preso en ese templo convertido en cárcel desde el inicio de la Guerra Civil». Según Crabiffosse, «gracias a su intervención pudo salvarse el retablo barroco del Cristo, y solamente por esa acción salvadora del patrimonio artístico y religioso de Candás, el nombre de Antón ocupa un lugar esencial en la historia del Cristo».

El arte de Antón se hizo notar además durante su presidio en esa «cárcel» en que se convirtió la iglesia parroquial candasina, llegando a dibujar 19 retratos a lápiz de sus compañeros de «celda», demostrando el espíritu artístico que definió su corta vida. «La obra que realizó demuestra la ansiedad por crear que sentía Antón Rodríguez, incluso en las circunstancias más adversas», explica Villameriel. Antón permaneció recluido en la iglesia de Candás durante el verano de 1936, al poco de dar comienzo la guerra. En solo un mes, agosto, y desprovisto de materiales, retrató a 19 hombres que como él se encontraban privados de libertad. En esas circunstancias, los dibujos han dejado para la posteridad no sólo retratos de personajes de aquel Candás, sino rostros y expresiones de una época muy concreta.

El carácter comprometido del artista no puede ser mejor definido que por sus propios familiares, que, como su sobrino Alberto García, recuerdan que se trataba de un hombre bueno, trabajador polifacético, que realizó obras en madera, pintura, escultura, siendo muy activo en todos los campos.

Por suerte, Antón salvó para siempre el retablo del Cristo de Candás. Por desgracia, no pudo salvarse él mismo de una muerte violenta a manos del bando republicano. Fue en Murias de Candamo, en el mes de mayo de 1937. Tenía 27 años empleados en muchas hazañas más que las artísticas.

Una de las escasas obras religiosas realizadas por Antonio Rodríguez fue la pintura «La promesa» (en la foto), que realizó con apenas 17 años, y que presentó al cuarto certamen provincial del trabajo celebrado en La Felguera en 1928. Es una recreación de un lienzo de Ventura Álvarez Sala, copiando sus personajes, e incluyendo en la escena al Cristo, y el cabo de San Antonio con su ermita y faro al fondo, informa B. F.