Oviedo, Pablo GALLEGO

Un profesor de la Universidad de Oviedo, José Luis Acuña, ha conseguido desvelar en un estudio que hoy publica la prestigiosa revista «Science» las razones para el éxito evolutivo de las medusas. En colaboración con Ángel López-Urrutia, investigador del Centro Oceanográfico de Gijón; y Sean Colin, profesor de la Roger Williams University, en Estados Unidos, Acuña no sólo ha explicado cómo las medusas han logrado ser unas cazadoras tan eficaces como los peces. Su estudio también confirma que la sobreexplotación de los stocks pesqueros pueden derivar en cambios en el ecosistema marino que favorezcan la expansión de las medusas.

«La eficacia depredadora de las medusas las hace estar preparadas para ocupar su lugar», explica Acuña. Ecólogo marino y miembro del departamento de Biología de Organismos y Sistemas de la institución académica asturiana, el investigador comenzó a darle vueltas al funcionamiento de estos seres hace ya una década. En aquel momento, Acuña terminaba una investigación sobre los tunicados -unos animales filtradores marinos, explica- en la que dejaba abierta la posibilidad de que algunos de los hallazgos de aquel estudio sirviesen para resolver incógnitas sobre la vida de las medusas.

Con el tiempo, y junto a sus dos colaboradores actuales, Acuña llegó a las conclusiones que ahora publica «Science». La primera, que a pesar de los 200 millones de años que separan a las medusas de los peces, su eficacia para conseguir suficiente comida en un mar con pocas presas es similar. La segunda, la posibilidad de que, a consecuencia de los excesos de la pesca, las medusas acaben ocupando el lugar de los peces.

La investigación, apoyada por el Campus de Excelencia Internacional (CEI) de la Universidad de Oviedo y por el Acuario de Gijón, que aportó el material de estudio -la «Aurelia aurita», o medusa común-, utiliza datos experimentales para explicar el delicado equilibrio que une a peces y medusas en el mismo ecosistema marino. «Mientras que los peces han desarrollado una gran agudeza visual que les permite detectar las presas, las medusas son ciegas, y dependen de un sistema primitivo basado en el contacto directo con la presa para alimentarse y sobrevivir», explica el investigador.

Aun así, las medusas son capaces de competir con ellos en igualdad de condiciones. La razón, según han demostrado estos investigadores, es una cuestión de tamaño y eficiencia energética. Las medusas, al crecer, desplazan a su alrededor una cantidad de agua mayor y crean un remolino en la zona de los tentáculos que rodean la boca, que así pueden contactar mejor con el zooplancton -pequeños crustáceos en suspensión- del que se alimentan. La única condición para lograrlo, añade Acuña, «es que la velocidad de natación de la medusa sea suficientemente lenta». En una curiosa competencia natural, una gran masa gelatinosa, ciega y lenta logra ser tan eficaz como un pez de gran agudeza visual y cuerpo aerodinámico.

A través de modelos matemáticos Acuña, profesor titular de Ecología Energética y Evolutiva en la Facultad de Biología, y sus colaboradores han logrado completar el puzle vital de peces y medusas. «En muchos lugares las medusas pueblan espacios parecidos a los que ocupan los peces, y muestran ser igualmente eficaces en capturar el alimento necesario para vivir y reproducirse», sentencian.