Que nadie se equivoque, que nadie lance las campanas al vuelo, que nadie piense que los grandes capitales se dedican a realizar obras de caridad, que nadie se imagine que una multinacional va a desembarcar (nunca mejor dicho) un plan «Bienvenido, mister Marshall» sobre el inigualable solar de Tapia para regalar duros a tres pesetas, ¡qué va, eso suena a peccata minuta! Invertirán cientos de millones de euros, a fondo perdido, para mejorar, con creces, el nivel de vida de todos los tapiegos, incluidos los de la plataforma ¡Oro No!

Claro que, como en ocasiones se me ocurre pensar y recordar, vienen a mi mente desastres provocados por las minas en diferentes lugares del mundo. En Montana (EE UU), la empresa Pegasus Corporation derramó, en 1983, 684.000.000 de litros de solución de cianuro de la mina de oro de Whitehall y, además, cerca de 5.100.000.000 de litros fueron vertidos durante los siguientes años devastando flora y fauna y contaminando letalmente las aguas subterráneas. En Nevada (EE UU), tras fallar la estructura de una plataforma de pilas en 1997, la mina de oro Gold Quarry volcó alrededor de 1.000.000 de litros de desechos cargados de cianuro a arroyos locales. Parecido ocurrió en Dakota del Sur (EE UU) cuando en 1998 entre seis y siete toneladas de colas de minería contaminadas con cianuro se derramaron en el arroyo Whitewood, borrando la vida de sus aguas. Ese mismo año, en Kyrgyzstan, dos personas murieron envenenadas, cien fueron hospitalizadas y más de mil necesitaron atención médica a causa del derrame de dos toneladas de cianuro en el río Barskoon. En España, también en 1998, la rotura de una balsa de pirita en Aznalcóllar inunda con cinco millones de metros cúbicos de lodos la comarca de Doñana: la empresa Boliden, como siempre en estos casos, se marcha de rositas sin pagar un solo euro de indemnización.

Otro tanto ocurrió en Guyana, Nueva Guinea, Rumanía, Sudamérica; por algo dicen los habitantes de Esquel, en Argentina: «Es por eso que antes de empezar a hablar de la minería queremos demostrar cómo la misma gente que es responsable de la destrucción del bosque, del agua, del suelo y la que genera desocupación y hambre es la que ahora nos dice que tengamos fe en ellos, que aquí no se va a contaminar y que se va a solucionar la falta de trabajo». Porque mucho hablar de las bondades de un plan de extracción de mineral de oro, cuando todos, me atrevo a decir que sin excepción, sabemos o deberíamos saber que una instalación minera de este calibre supondrá la ruina del municipio; desastre que lograrán en tan sólo quince años, los mismos que, según Astur Gold, tardarán en extraer el oro de la zona.

Es mezquino no mencionar la disparatada contaminación acústica y ambiental que acarreará la explotación; lo es más todavía no hablar del insensato destrozo paisajístico que arruinará el entorno, pero, esto sí que es demencial, pasar de puntillas cuando se habla de la balsa de cianuración, bomba de relojería que permanecerá a perpetuidad a dos pasos de Tapia, suena a timo, tomadura de pelo y falsedad. Para comprobarlo no hay más que acercarse a la mina de Boinás y contemplar la desolación extrema de un paisaje devastado por la codicia sin límites de una multinacional que, después de llevarse el valor añadido a otro país, nos deja en usufructo una balsa de cianuración sobre el valle del río Narcea, que ante el más leve corrimiento de tierras arrasará haciendas y vidas desde Belmonte hasta San Esteban de Pravia. Todo a costa de prometer unos pocos puestos de trabajo; no podemos olvidar que, no creo equivocarme, la actividad minera de interior la realizará el personal especializado de una empresa subcontratada con domicilio fuera de Asturias. ¿En qué lugar van a instalar la balsa de Salave y que harán con ella cuando cierre la mina, se la llevarán debajo del brazo, en un portafolios o nos la dejarán de regalo para que durante siglos contamine el mar y los acuíferos? Nuestros nietos y sus descendientes no merecen este descalabro.

Aunque me parece demencial que cualquier empresa, a través de sus testaferros, pueda recusar al Alcalde e influir en las decisiones de una Corporación municipal y alterar la convivencia de sus vecinos, no voy a entrar en este debate; sí quiero decir que la apertura de una explotación minera en el occidente asturiano no afectará sólo a las gentes de Tapia, como parecen creer autoridades y moradores de los concejos adyacentes: el veneno y la contaminación no tienen fronteras administrativas. No vale eso de «mire usted, a mí no me afecta esta cuestión. Soy de Navia, Luarca, Castropol, Vegadeo o gallego de Ribadeo, Rinlo o Vivero, y lo que ocurra en Tapia a mí no me concierne». Los que piensen así están confundidos: se depreciará más el concejo que soporte sobre él la explotación, pero el resto también se verá afectado. Todos debemos luchar para que Salave y su entorno se conviertan, de una vez por todas, en paisaje protegido. ¡Oro No!