Vivimos en manos de los inversores, pero apenas sabemos nada de ellos. En otro tiempo, cuando vivíamos en manos de Dios, tampoco se sabía gran cosa del responsable, pero al menos la tropa de teólogos que investigaba su naturaleza nos daba cierta información. Los inversores vienen a ser como Dios, pero ahora no hay teólogos. Según las noticias económicas, los inversores un día se muestran animosos y confían en el sistema (suben las bolsas y baja el precio del dinero), y otro día les entra la depre y nos dejan listos (bajan las bolsas y sube el dinero). Con esos cambios de ánimo, y de cotización, los inversores se hinchan a ganar pasta, y el nuevo dios engorda. No sabemos siquiera si los cambios anímicos de los inversores responden a un plan organizado para desvalijarnos o a su desequilibrio emocional. Es decir, o el nuevo dios es un malvado o está pirado. Menuda disyuntiva.